E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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podía tenerla? ¿Se volvería vengativo, como Robert cuando no se salía con la suya?

      –Señor Donovan…

      –Flynn.

      –Flynn –repitió Danielle, concediéndole ese punto para no discutir–. Lo siento, pero no pienso compartir su cama.

      –¿No? ¿Por qué no?

      La insolencia que había en su mirada hacía que se le encogiera el corazón.

      Danielle bajó del taburete y, al hacerlo, se llevó una mano a los riñones. Le dolían, pero era de esperar.

      –¿Estás embarazada? –exclamó Flynn entonces.

      Ella lo miró, perpleja. ¿Cómo lo había sabido? Aún no se le notaba nada. Pero quizá era lo mejor. Quizá saber que iba a ser madre sería más efectivo que todas las explicaciones del mundo.

      Sin darse cuenta, Danielle se llevó una mano al abdomen, como para protegerse.

      –Eso es lo que quería decirle.

      Él la miró durante largo rato y después se apartó, rígido, su rostro una máscara de desprecio.

      –Ahora lo entiendo todo. Por eso no querías acostarte conmigo. Quieres algo más.

      –¿Más de qué?

      –Un certificado de matrimonio, por ejemplo.

      –Está usted loco –consiguió decir Danielle.

      –Te has gastado el dinero de tu marido y ahora estás buscando otro primo. ¿Y qué mejor para encontrar compasión que hacer el papel de doliente viuda que espera un hijo y no tiene un céntimo? Pobre, preciosa Danielle… La mayoría de los hombres daría lo que fuera por poseerte y estar embarazada te hace aún más atractiva para algunos –Flynn la miró de arriba abajo, furioso–. ¿Es hijo de tu difunto marido?

      Ella estaba horrorizada. ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa forma?

      –No tiene ningún derecho a hacerme esa pregunta, pero sí, lo es.

      –¿Robert lo sabía?

      No era asunto de Flynn Donovan, pero Danielle asintió con la cabeza.

      Robert se había mostrado encantado con la noticia, aunque el embarazo había sido un accidente. Ella no quería tener hijos hasta que las cosas mejorasen entre ellos, pero debió olvidarse de tomar la píldora algún día…

      Naturalmente, al principio temió la reacción de Robert. No porque no quisiera al niño, sino porque Monica y su marido querían a los demás de una forma asfixiante. Pero sabía que ella podría controlar eso y había empezado a sentirse feliz también. Su hijo llevaría algo de alegría a sus vidas.

      Y lo haría de todas formas, pensó.

      –Señor Donovan, deje que le aclare una cosa: no tengo intención de buscar un padre para mi hijo. Y aunque la tuviera, no sería usted, se lo aseguro. Mi hijo merece algo mejor que un hombre que tiene un talonario por corazón.

      –No me conoces, Danielle. Si ese fuera mi hijo, no tendrías alternativa.

      Y después de decir eso, salió del apartamento.

      Danielle se quedó donde estaba, con los ojos empañados. ¿Cómo podía su marido haber contado esa sarta de mentiras sobre ella? Jamás habría pensado que le podía pasar algo así.

      El día anterior no conocía a Flynn Donovan y pensó que la carta sobre el préstamo era un error. Ahora había sido acusada no solo de engañar a su marido y gastarse su dinero, sino de haber quedado embarazada de forma calculada…

      Estaba claro que Donovan no tenía una gran opinión sobre ella. Pues muy bien, tampoco ella tenía una gran opinión sobre el magnate que, seguramente, la demandaría por impago.

      Pero encontraría alguna forma de pagar ese dinero, se dijo. ¿Cómo podía disfrutar de su independencia sabiendo que su marido había robado doscientos mil dólares?

      Y tenía mucho que perder si no lo hacía.

      De repente, Danielle pensó que Monica se enteraría de todo. Y si la madre de Robert sabía lo del préstamo intentaría quitarle la custodia del niño. Sí, lo haría. Danielle estaba absolutamente segura. Su suegra quería… no, necesitaba a alguien que reemplazase a Robert… ¿y quién mejor que su nieto?

      Si Flynn Donovan creía que ella se había gastado el dinero, Monica lo creería también. Si la demandaba por la custodia del niño, podría declarar que no la creía una madre responsable. ¿Y cómo iba a demostrar ella que esa no era su firma? Su suegra solo necesitaría un juez compasivo… o uno corrupto.

      El corazón de Danielle se encogió de tal modo que tenía dificultades para respirar. No podía arriesgarse a perder a su hijo. No podía hacerlo.

      La vida raramente tomaba a Flynn por sorpresa, pero cuando lo hacía no le gustaba nada. Danielle Ford iba a tener un hijo. Y él no quería saber nada de mujeres embarazadas. A una mujer embarazada podría pasarle cualquier cosa.

      A su madre le había pasado.

      Aún la recordaba llamándolo mientras él jugaba bajo un roble con Brant y Damien… El mismo roble que seguía en pie no lejos de allí.

      Flynn había entrado en casa y la encontró cubierta de sangre.

      –El niño está a punto de nacer –le había dicho su madre, casi sin voz–. Ve a buscar a la tía Rose.

      Más asustado que nunca en sus cinco años de vida, Flynn corrió tan rápido como le permitían sus piernecillas. Después de eso, solo recordaba la sirena de la ambulancia y un montón de gente. Él se quedó detrás, viendo cómo a su madre se le iba la vida…

      Pero no quería pensar en ello. Era demasiado doloroso.

      Tenía que concentrarse en el presente y eso ya no incluía a Danielle Ford. Podía olvidarse del dinero que le debía. Olvidarse e ir a buscar a otro pobre tonto que la mantuviese. En cuanto a él, Danielle había dejado de existir.

      Una pena que pasar el próximo fin de semana en su apartamento de Sídney, desde el que podía disfrutar de una hermosa panorámica del puerto y de la Ópera, no le apeteciera nada. Le faltaba algo.

      O alguien.

      Él nunca había dejado que una mujer lo afectase de esa manera. Tenía muchas amigas que lo habían intentado todo para casarse con él, pero Danielle Ford había elegido una manera diferente de llamar su atención.

      Desgraciadamente para ella había ejercido el efecto contrario al que esperaba. Porque lo único que él no haría nunca sería mantener relaciones con una mujer embarazada.

      No porque las mujeres embarazadas no fueran bonitas. Había visto a algunas de quitar el hipo y, afortunadamente, ninguno de esos niños era responsabilidad suya. Pero había decidido años atrás que jamás arriesgaría la vida de una mujer por culpa de un

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