E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras страница 10
–Estás haciendo esto por razones retorcidas que no tienen nada que ver conmigo.
–¿No me digas?
–Quieres que esté en deuda contigo. Te hace sentir importante saber que tardaré toda mi vida en devolverte el dinero…
–No te necesito para sentirme importante.
–Pues yo creo que sí.
Flynn apretó los labios.
–No me gustan los juegos.
–¿Al contrario que a mí quieres decir?
–Lo has dicho tú, no yo.
Muy bien. Se había terminado. Flynn Donovan sospechaba de todo el mundo, parecía odiar a todo el mundo.
–Señor Donovan, me debe una disculpa –dijo Danielle, muy seria.
–¿Por qué?
–Porque se equivoca sobre mí.
–No lo creo. Y deja de hacerme perder el tiempo –le espetó Flynn, tomando las llaves del coche–. ¿Las aceptas o no?
–No, gracias.
–Danielle…
Danielle supo entonces que si no salía de allí inmediatamente acabaría llorando. Y no quería llorar delante de él.
–¿Qué vas a hacer?
–Eso no es asunto tuyo.
–Espera… Lo he dicho en serio.
Danielle entró en el ascensor y, con los ojos llenos de lágrimas, pulsó el botón para bajar al vestíbulo… pero Flynn entró antes de que se cerrasen las puertas.
–Danielle, mírame.
–No.
Él la tomó suavemente por los hombros y, al ver el brillo de sus ojos, Danielle hizo exactamente lo contrario de lo que había pensado hacer: se puso a llorar.
Flynn la tomó entre sus brazos.
–Venga, no llores.
–No puedo evitarlo –murmuró ella, odiándolo, deseándolo. No sabía lo que sentía por aquel hombre.
Flynn le dio su pañuelo y Danielle lloró aún más… hasta que pensó que no iba a parar nunca. Y luego empezó a notar lo bien que olía, el calor de su cuerpo. Un calor letárgico, profundamente masculino.
–¿Danielle?
Cuando levantó la mirada, su corazón dio un vuelco. Así de cerca, el brillo de sus ojos era aún más poderoso. Era potente, posesivo. No se atrevía a respirar. Porque si lo hacía Flynn la besaría. Y, aunque no sabía por qué, no se creía capaz de resistir.
El ascensor se detuvo justo cuando Flynn inclinaba la cabeza y Danielle dio un paso atrás, horrorizada por lo que había estado a punto de hacer. Pero, desorientada, se dio un golpe contra la pared.
–Cuidado –dijo él, poniendo una mano en su espalda. El roce la hizo temblar, como si la tela de la camisa no existiera.
Danielle respiró temblorosamente. Era hora de poner distancia entre ellos.
–Creo que necesito un par de ojos en la espalda.
–Es posible. Y también es posible que así no te deseara tanto.
–Yo…
–No digas nada. Ni una palabra o te llevo de vuelta a mi despacho y te hago el amor allí mismo.
Danielle sabía que había una chispa, una atracción sexual entre ellos desde el primer día, pero oírselo decir en voz alta…
–Te recuerdo que estoy embarazada.
–Lo sé.
Flynn Donovan la deseaba. Y ella lo deseaba a él también. Pero las viudas embarazadas no deberían desear a un hombre. No estaba bien.
¿Cómo podía desear a un hombre que pensaba tan mal de ella? Un hombre que la acusaba de robarle su dinero, de mentir, de engañar a los demás.
Flynn la empujó suavemente fuera del ascensor.
–El coche es tuyo –dijo con voz ronca–. Toma las llaves –añadió, poniéndolas en su mano.
Después pulsó un botón y las puertas del ascensor se cerraron.
Flynn Donovan despertaba un deseo nuevo en ella. Un deseo más que físico. Algo más profundo, más íntimo. Oh, no… ¿No había sufrido suficiente con los hombres?
Por culpa de su ayudante tendría que devolver el bolso de Danielle personalmente. Él lo habría enviado por mensajero, pero si no iba en persona, lo haría Connie. Ella misma se lo había dicho cuando volvió al despacho y la encontró con el bolso en la mano. Pero Flynn no pensaba dejar que su ayudante fuera a casa de Danielle Ford. Porque si clavaba sus garras en Connie, él estaría perdido.
Por supuesto, Connie se mostró encantada cuando le prometió hacerlo. Tan encantada como el día anterior, cuando le pidió que comprase un coche.
–¿Para ti?
–No, para Danielle Ford.
–¿Y el préstamo?
–Se ha negado a romper los documentos.
Connie asintió con la cabeza.
–Es una mujer íntegra.
Flynn sacudió la cabeza, asombrado por la inocencia de su ayudante.
–Bueno, da igual. Ahora mismo necesita un coche. Eso si a ti te parece bien, claro –dijo Flynn, irónico.
–No lo haces por eso, pero gracias –sonrió Connie.
–Por favor, no me conviertas en un santo.
–No, por Dios. Quizá debería ir yo a verla…
–¡No!
–Pero alguien debería cuidar de esa pobre chica.
–No te metas en esto, Connie.
–Pero…
–Di una palabra más sobre Danielle Ford y te despido.
La mirada de Connie decía que aquella no iba a ser su última palabra, pero hizo lo que le había pedido y compró un coche.
Y ahora él tenía que ir a devolverle el bolso a Danielle y luego vestirse para una cena. Aquella