E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras страница 12
–Tenemos que parar –murmuró ella, pero era un murmullo de placer que lo excitó aún más.
–¿Tenemos que parar?
–Sí…
–Deja que te acaricie un poco más –musitó Flynn, sin pensar en las consecuencias, dejando resbalar la bata por sus hombros… para revelar unos pechos perfectos–. Preciosos. Están hechos para las manos de un hombre. Para mis manos.
Ella levantó los ojos.
–Sí.
–Y para mi lengua.
–Oh, sí…
Flynn abrió la bata, desnudándola por completo.
Un deseo punzante se clavó en sus entrañas y más abajo, en la erección que pugnaba por salir de su confinamiento mientras acariciaba sus pezones, las puntas endureciéndose mientras Danielle apoyaba la cabeza en la pared. Flynn los apretó con los dedos y ella dejó escapar un suspiro de placer.
Danielle estaba hecha para él, para sus brazos, para sus labios…
Con un gemido ronco, inclinó la cabeza para buscar uno de sus pezones con la boca.
–Flynn… –su voz había salido tan ronca que era apenas audible.
Él siguió besándola y chupándola cada vez con más fuerza. Iba a darle todo lo que Danielle necesitaba. Y solo él podía dárselo.
Flynn deslizó las manos por su estómago y luego más abajo, hasta la esencia de su ser. Estaba húmeda y caliente para él.
La besó profundamente, moviendo los dedos sobre su delicado capullo, acariciándolo una vez, dos. Quería darle más placer que ningún otro hombre.
–Déjate ir –murmuró.
Al principio sintió una ligera convulsión y luego le empezaron a temblar las piernas. Danielle se agarró a sus hombros, jadeando, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados.
–Eso es, cariño…
De repente, sintió que se convulsionaba gritando su nombre, dejándose ir mientras él la perforaba con sus dedos. Si hubiera estado dentro de ella habría sentido esas convulsiones… y eso era suficiente para hacer que un hombre se volviera loco.
Danielle apoyó la cabeza en su hombro, intentando recuperar el aliento y, por fin, cuando lo miró, en sus ojos vio un brillo de… pudor. Estaba más que preciosa. Increíble. Una sensación posesiva lo envolvió entonces, aunque se preguntaba por qué.
–Flynn…
–No digas nada –murmuró él, atando el cinturón de su bata.
–Pero tú no…
–No y no lo necesito.
–Pero…
–Nada de peros, Danielle. He disfrutado mirándote.
Flynn inclinó la cabeza para aprovechar que tenía los labios entreabiertos…
Entonces, de repente, sonó el timbre y Danielle lo empujó, asustada.
–Ay, Dios mío…
–¿Qué pasa?
–Es Monica –contestó ella en voz baja–. La madre de Robert.
Flynn apretó los dientes. Había olvidado que era viuda, que había pertenecido a otro hombre. Robert la habría tocado, le habría hecho el amor. De repente sintió celos de cada segundo que Robert había pasado con ella, de que la hubiera poseído.
–No abras –le dijo.
–Tengo que hacerlo. Viene a cenar. Es que hoy es mi cumpleaños…
–¿Tu cumpleaños?
–Sí –murmuró Danielle, mordiéndose los labios–. Si no abro la puerta pensará que estoy trabajando…
De modo que tenía un trabajo de verdad.
–Y si no me encuentra llamará a la policía. Monica es así.
–¿Has dicho que es tu suegra o tu madre?
–Mi suegra.
–Entonces abre la puerta y actúa como una persona normal.
–No puedo. Ella no entendería… verte aquí.
–¿Te da miedo esa mujer?
–No, claro que no –contestó Danielle–. Es que es… bueno, es la madre de Robert y no quiero que nos vea así.
–¿Así cómo? Estaba arreglando tu cerradura.
Danielle se puso colorada.
–Flynn, no creo que…
El timbre volvió a sonar y ella prácticamente dio un salto.
–Tengo que abrir.
Flynn le dio un besito en los labios. Quería decir «al demonio con Monica», pero si hacía eso tendría que tomar a Danielle en brazos y llevarla al dormitorio.
¿Y luego qué?
Sí, lo mejor sería marcharse. A partir de aquel momento se apartaría de Danielle y seguiría adelante con su vida. En seis meses ella daría a luz…
–Ya estoy lista.
Asintiendo con la cabeza, Flynn abrió la puerta. Y la elegante mujer que estaba en el rellano casi dio un paso atrás.
–Ah, hola, Monica. Perdona, es que no podíamos abrir –se disculpó Danielle.
Su suegra miró a Flynn de arriba abajo.
–Eso veo.
–Te presento a Flynn Donovan. Estaba comprobando la cerradura, parece que se ha estropeado.
–¿Ah, sí? Pues deberías haber llamado a un cerrajero, querida.
A Flynn no le gustó nada esa mujer. Era demasiado fría, demasiado calculadora.
–Sí, bueno… el administrador tendrá que arreglarla. Flynn no tiene las herramientas adecuadas.
–No estoy yo tan seguro –murmuró él. Y se alegró al ver que Danielle se ponía colorada.
–Ojalá mi Robbie estuviera aquí –suspiró Monica–. A él se le daba bastante bien arreglar cosas.
–Seguro que sí –dijo Flynn.
Si lo que Monica intentaba era alejarlo de Danielle no tenía que molestarse. Él ya había tomado