E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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qué va. Bueno, he de irme. Tenemos entradas para el teatro. Te llamaré la semana que viene para la partida de póquer. Encantado de conocerte, Danielle.

      –Lo mismo digo.

      Danielle lo observó alejarse hacia una mesa donde lo esperaba una rubia.

      –Parece que sois buenos amigos.

      –Sí, lo somos.

      Y eso fue todo lo que dijo.

      Justo entonces el camarero les llevó dos copas, una de agua mineral para ella y un whisky para Flynn.

      –Feliz cumpleaños atrasado.

      –Gracias –Danielle intentó pensar en algo que decir, algo que no la comprometiera–. Supongo que estabais hablando de Brant Matthews.

      Él sonrió, misterioso.

      –¿Qué me das si te lo digo?

      –Una noche agradable.

      –¿Y si no te lo digo?

      –Una noche agradable… tú solo.

      –Entonces será mejor que conteste –sonrió Flynn–. Sí, estábamos hablando de Brant. Damien, Brant y yo crecimos juntos.

      Danielle había leído algo sobre Brant en los periódicos y sabía que, como Flynn, era millonario. Y Damien también parecía un hombre de éxito.

      –¿Aquí, en Darwin?

      –Sí, en la misma calle. Aunque la zona ahora es un poco más lujosa que cuando éramos pequeños. Entonces era poco más que un barrio de casuchas.

      –¿Sigues teniendo familia allí?

      –No, mis padres han muerto.

      –Ah, lo siento.

      –Fue hace mucho tiempo. Mi madre murió cuando yo era pequeño y a mi padre lo mató la bebida.

      –Lo siento.

      –Pero sobreviví –dijo Flynn, sin mirarla–. Y ahora, cuéntame tu historia.

      –Mis padres también han muerto. Los dos se ahogaron en la playa cuando yo tenía trece años.

      –Vaya, lo siento.

      –Vivíamos en un pueblecito de Queensland hasta que a mi madre se la llevó una ola y mi padre murió intentando salvarla.

      –A veces la vida es un asco –murmuró Flynn.

      –Sí, es verdad –asintió ella–. Cuando ocurrió pensé que jamás volvería a sonreír, que nunca podría ser feliz. Pero la vida sigue. Me vine a vivir con una tía mayor aquí en Darwin. Me trataba como a una hija, pero murió unos años después y yo decidí quedarme. No tenía ningún sitio al que volver.

      –Eras demasiado joven para vivir sola.

      –Pero sobreviví –dijo Danielle, repitiendo sus palabras.

      –¿Cuánto tiempo estuviste casada?

      –Tres años.

      –¿Y fuiste feliz con Robert?

      –No –contestó ella. Robert la había asfixiado. Por supuesto, él no lo entendería. Flynn pensaba que estaban hechos el uno para el otro.

      –¿No?

      –No. Bueno, supongo que eso no es del todo cierto. Durante el primer año, Robert y yo fuimos felices.

      –¿Y qué pasó después?

      Danielle dejó escapar un suspiro.

      –No lo sé. Estábamos enamorados y, de repente… el amor se acabó. Quizá si Robert y yo hubiéramos vivido solos habría sido diferente. Pero con Monica…

      –¿Monica vivía con vosotros? –preguntó Flynn, sorprendido.

      –Sí. Robert no quería dejarla sola y yo lo entendí. Su marido había muerto años antes y hasta que llegué yo solo tenía a su hijo.

      –Seguramente su marido no está muerto. Estará escondido en alguna parte.

      Danielle disimuló una sonrisa.

      –Sí, a veces yo he pensado lo mismo.

      Flynn la observó, interesado.

      –Pero por fin te has deshecho de ella. Supongo que no debió ser fácil con alguien como Monica.

      –No, no ha sido fácil.

      –¿Es por eso por lo que ser independiente es tan importante para ti?

      –Sí. Después de tener a alguien como Monica detrás de mi todo el día, agradezco mucho vivir sola.

      –¿Te da miedo?

      –Ya me lo preguntaste anoche y te dije que no.

      –¿Seguro que es la verdad?

      –¿Por qué lo preguntas?

      Flynn se encogió de hombros.

      –No, por nada. Bueno, háblame de tu trabajo.

      Danielle vaciló, confundida.

      –¿Qué quieres saber?

      –Ayer me dijiste que Monica pensaría que estabas en tu trabajo. ¿A qué te dedicas?

      –Trabajo en una boutique… bueno, solo cuatro días a la semana. Es de mi amiga Angie.

      –¿Llevas mucho tiempo?

      –El suficiente como para saber que no me gusta trabajar en una tienda –contestó Danielle–. Me gustaría ser diseñadora de interiores.

      Cuando el camarero les llevó la carta, una mujer empezó a tocar el piano en el escenario. Cenaron con la música de fondo, hablando en voz baja. Y eso la calmó un poco.

      –¿No tienes hambre?

      –Está muy rico, pero últimamente no tengo mucho apetito –contestó Danielle.

      –Entonces, tomarás algo de postre.

      –No, gracias.

      –Pero tienes que tomar algo especial por tu cumpleaños. ¿Qué tal un pastel de chocolate caliente?

      Danielle puso cara de asco.

      –No, por favor, chocolate no. Ayer a las tres de la mañana estaba tomando galletas de chocolate… no puedo ni pensar en eso ahora.

      –Deberías hacer

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