E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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él no lo permitiría.

      –Vuelve a la cama, Danielle.

      Sorprendida, ella volvió la cabeza.

      –Pensé que estabas dormido.

      Él se apoyó en un codo para mirarla.

      –Pues te equivocabas.

      –Solo iba a…

      –Quítate esa bata y vuelve a la cama –dijo Flynn entonces, levantando la sábana.

      Danielle dejó la ropa sobre la cómoda y se quitó la bata, dejándola resbalar por sus hombros y exponiendo su glorioso cuerpo desnudo. Luego se tumbó a su lado y Flynn la apretó contra su pecho. Su corazón latía con fuerza cuando ella enredó los dedos en el vello de su torso en una silenciosa invitación… y pronto estaba acariciándola hasta que ella le suplicó que la tomase de nuevo. Flynn no pudo negárselo, como no podía negárselo a sí mismo. Después, los dos se quedaron dormidos, uno en brazos del otro.

      * * *

      Flynn despertó con la cara de Danielle apretada contra su pecho. Y decidió que le gustaba despertar así, al lado de una mujer tan bella. De hecho, le gustaba la idea de tenerla en su cama todo el tiempo.

      Danielle empezó a moverse entonces. La sábana no escondía sus pechos, que quedaron al descubierto cuando se movió, rozando su pierna con la suya, deslizando la mano por su estómago…

      De repente, se detuvo y abrió los ojos, confusa. Flynn vio que se ponía colorada. Su reacción le dijo que no estaba acostumbrada a despertar en los brazos de un hombre. Y esa idea le gustó.

      –Creo que… lo mejor es que te vayas, Flynn.

      –Dijimos que sin lamentaciones, Danielle.

      –No es eso. Es Monica. Si viene por aquí y te ve…

      Flynn se dio cuenta entonces de que Danielle le tenía miedo a su suegra. No lo admitía, pero así era.

      Y después de su «encuentro» con ella el día anterior no debería sorprenderlo. Aquella mujer no estaba en sus cabales.

      Quizá estaba equivocado. Quizá Monica sería capaz de hacerle daño. Y si le hacía daño a ella o al niño nunca podría perdonárselo.

      Entonces se le ocurrió algo, de repente.

      –Cásate conmigo.

      –¿Cómo?

      –Quiero que te cases conmigo –repitió Flynn.

      Danielle lo miraba con los ojos muy abiertos.

      –No puedes… no puedes decirlo en serio.

      –¿Por qué no?

      –¿Primero me acusas de buscar un certificado de matrimonio y ahora quieres casarte conmigo?

      –Cambiar de opinión no es solo prerrogativa de las mujeres, querida.

      Cuanto más pensaba en la idea, más le gustaba. Le daba igual que Danielle no fuera la clase de mujer que él quería que fuese. Ser una buscavidas era un defecto terrible, pero lo pasaría por alto. Además, casándose con ella la tendría controlada. Y tenía que protegerla de Monica.

      –Pero tú crees que soy una mentirosa, una estafadora. Me has acusado de intentar sacarte dinero… ¿por qué has cambiado de opinión de repente?

      –Porque un acuerdo prematrimonial resolvería todo eso –contestó Flynn. Si Danielle sospechaba que lo hacía por Monica se negaría–. Ah, y quiero que pongas por escrito que me serás fiel.

      –Vaya, gracias.

      Flynn sonrió. Él tenía dinero suficiente para darle los lujos a los que ella estaba acostumbrada. Y si firmaba el acuerdo prematrimonial y la vigilaba como un halcón podrían ser felices, se dijo.

      La alternativa era, de repente, impensable.

      –Lo haces porque crees que es tu obligación, ¿no?

      –Le he hecho el amor a muchas mujeres, pero no me he casado con ninguna –sonrió Flynn.

      –Entonces es porque estoy embarazada.

      –Te pediría que te casaras conmigo estuvieras embarazada o no.

      Esa era la verdad. Embarazada o no, necesitaba protegerla a toda costa. Era eso, tenía que ser eso.

      –No lo entiendo, Flynn.

      –Ha llegado la hora de casarme, es así de sencillo.

      –¿Y eliges a una mujer a la que consideras una buscavidas? Qué bien.

      –Me estoy haciendo mayor. Y tú eres la primera mujer con la que me imagino despertando cada mañana durante los próximos veinte años.

      –Entonces, ¿no será para siempre?

      –Hablaba en sentido figurado –sonrió él.

      –¿Y querrás tener hijos?

      La sonrisa de Flynn desapareció. ¿Hijos? Había jurado no tenerlos. Había jurado no arriesgar la vida de una mujer solo para procrear.

      Pero ahora ese juramento le había sido arrancado de las manos. Danielle iba a tener un hijo temiese él por su vida o no. Por supuesto, se aseguraría de que tuviera los mejores cuidados médicos. Y ahora era muy extraño que una mujer muriese de parto, se dijo a sí mismo.

      –Claro que quiero tener hijos. Contigo.

      –¿Y qué pasará con este niño? –preguntó ella, llevándose una mano al abdomen.

      –Lo criaré como si fuera mío.

      –¿Pero lo querrás como si fuera tuyo?

      –Sí –contestó Flynn.

      Y era cierto. El niño no tenía la culpa de nada y merecía ser querido y protegido. Además, siendo hijo de Danielle sería especial.

      –No, lo siento, no puedo casarme contigo. No quiero casarme con nadie –dijo ella entonces.

      Su matrimonio con Robert debía provocarle muy tristes recuerdos, pensó Flynn.

      –Si te casas conmigo no tendrías que volver a preocuparte por el dinero. Yo puedo darte todo lo que necesitas.

      –Una vez que haya firmado el acuerdo, ¿no? Eres tan calculador como mi marido.

      –Querrás decir tu difunto marido. ¿Qué te hizo, Danielle?

      –Nada –contestó ella, sin mirarlo.

      –Dímelo. Quiero saberlo.

      Danielle se mordió los labios, pero cuando lo miró

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