E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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      –¿Por qué no?

      –Porque eres… un poco manipulador.

      –¿Yo?

      –Usar el sexo para conseguir lo que quieres es ser un manipulador. Y me parece muy curioso que no hayas mencionado para nada la palabra amor, por cierto. La gente suele casarse por amor.

      –Prefiero no empezar el matrimonio con expectativas exageradas.

      –No… pienso… casarme… contigo.

      –Seguro que aprenderíamos a querernos con el tiempo. Seríamos felices.

      –No.

      –Danielle, no quiero discutir.

      –¡Ni yo tampoco!

      De repente, Danielle tuvo que agarrarse a él. De nuevo había vuelto a marearse. Y aquella vez era más fuerte que nunca.

      –¿Qué te pasa? ¿Te has mareado?

      –Sí, un poco.

      –Eso te ocurre demasiado a menudo. Voy a llamar a mi médico… y no quiero discutir.

      Aquella vez, tampoco Danielle quería discutir. Últimamente no se encontraba bien y no quería arriesgarse a perder el niño. No podía. Su hijo era lo único por lo que merecía la pena vivir.

      –¿Cómo te encuentras, mejor? –murmuró él, después de llevarla a la cama.

      –Un poco.

      Flynn se sentó a su lado y apretó su mano.

      –No voy a dejar que te pase nada ni a ti ni al niño.

      –Flynn, tú no puedes…

      –Habíamos quedado en que no ibas a discutir –la interrumpió él.

      –No puedes culparte a ti mismo por mis mareos.

      –En parte son culpa mía. Siempre estamos discutiendo…

      Danielle sonrió.

      –¿Cuánto crees que tardará en venir el médico?

      –Poco si sabe lo que es bueno para él.

      Qué hombre tan contradictorio era Flynn Donovan, pensó Danielle.

      * * *

      Unos minutos más tarde llegó el médico, Mike, y después de examinarla anunció que todo estaba bien.

      –¿Ha estado estresada últimamente? ¿Come bien, duerme ocho horas?

      –Está muy estresada –contestó Flynn.

      –Pues espero que no viva sola.

      –Vive sola –volvió a decir Flynn, antes de que ella pudiera intervenir.

      –No es buena idea. ¿Tiene algún amigo, algún pariente? Debe descansar, señora Ford. Si no, me temo que tendré que recomendar su ingreso en el hospital.

      –Pues…

      –Se quedará en mi casa –la interrumpió Flynn.

      –Estupendo –sonrió Mike–. Pero debe descansar mucho a partir de ahora, jovencita. Nada de trabajo durante una semana y tenga cuidado después –luego miró a Flynn–. Las relaciones sexuales no serán un problema.

      –Ah, muy bien.

      Danielle estaba tan angustiada que no prestó demasiada atención a la conversación. Pero cuando Mike se marchó se le ocurrió algo.

      –Lo habíais planeado, ¿verdad?

      –¿Quieres que llame a Mike otra vez? Seguro que le encantará que cuestiones su integridad. Por no hablar de la mía.

      –Bueno, de acuerdo, me había equivocado.

      –Vas a venirte a mi casa. Estás enferma y no puedes cuidarte tú sola. Además, como tienes que irte del ático…

      Danielle podía sentir que Flynn se la tragaba con sus tácticas.

      –No pienso seguir siendo tu amante. Tengo que pensar en mi hijo. Encontraré otro sitio.

      –¿Y luego qué? ¿Te dejo sola para que te pongas enferma y te mueras?

      –No exageres, estoy bien. Mike acaba de decirlo.

      –Por favor, Danielle. Deja que haga esto por ti. Tú no lo entiendes, pero es muy importante para mí.

      Se sentía culpable, estaba claro. Y eso la enterneció.

      Si se quedaba en el ático sería solo algo temporal… Podría ponerse enferma, incluso arriesgar la vida de su hijo.

      Pero si se iba a casa de Flynn, ¿lo entendería él como un sí? Quizá podrían llegar a una tregua, pensó.

      –Muy bien, me iré a tu casa –dijo por fin–. Hasta que tenga el niño.

      Luego volvería a trabajar, alquilaría un apartamento lejos de Monica… y más lejos de Flynn.

      En los ojos del hombre vio un brillo de satisfacción, pero fue su postura, el gesto de alivio lo que la aseguró que había hecho bien.

      –Estás haciendo lo que debes.

      –¿Para quién, Flynn? ¿Para ti o para mí?

      –Para tu hijo.

      Louise y Thomas, el matrimonio que atendía la casa, le pareció muy agradable. Pero cuando descubrió que Flynn había contratado a una enfermera para que cuidase de ella Danielle estuvo a punto de darse la vuelta. Era demasiado. Todo estaba ocurriendo tan rápido…

      Agotada, se metió en la cama y dejó que Jean, una mujer muy cariñosa, la atendiera.

      Pero cuando despertó, unas horas después, y pensó en lo que Monica diría de todo aquello se le hizo un nudo en el estómago. Su suegra se había ido a Palm Springs para estar con su hermana unos días, de modo que al menos se ahorraba darle explicaciones por el momento.

      Se lo contó a Flynn cuando fue a verla una hora después.

      –Yo me encargo de Monica, no te preocupes.

      –No, tengo que hablar yo con ella.

      –No quiero que te disgustes. No, el médico ha dicho que no debías disgustarte –insistió Flynn–. Por cierto, casi no has cenado nada.

      –No tengo hambre.

      –Pero tienes que comer algo.

      Fue

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