E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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ya no lo pienso.

      –Me alegro –sonrió Flynn–. ¿Te apetece que vayamos a nadar un rato?

      –Acabo de hacerlo y estoy un poco cansada.

      –Ah, muy bien.

      –Pero iré enseguida para hacerte compañía –dijo Danielle entonces.

      Cuando Flynn se alejó, habría podido jurar que sus movimientos eran torpes, como si estuviera tenso o nervioso.

      Pero quizá era cosa de su imaginación.

      Durante las semanas siguientes, mientras el niño seguía creciendo dentro de ella, Danielle se dio cuenta de que su relación con Flynn era diferente. Por alguna razón, había cambiado. No parecía tan duro, ni tan solitario como antes.

      Sabía que ella también había cambiado. ¿Cómo no iba a hacerlo? Amar a Flynn un día le rompería el corazón, pero eso sería en el futuro. Por el momento se sentía más en paz consigo misma que nunca.

      Claro que amándolo era más difícil levantar barreras. Había intentado mantener la distancia, pero era imposible. Cuando Flynn la tomaba entre sus brazos, cuando sabía que la deseaba y que la seguiría deseando… se derretía.

      Y quería olvidar que cuando naciera su hijo tendría que decirle adiós al hombre del que estaba enamorada.

      Danielle estaba soñando con agua. Estaba nadando en el mar y se sentía viva, alegre… Pero, de repente, el sueño cambiaba. El agua se volvía fría y empezaba a dolerle el estómago. Estaba ahogándose. Y cuando alargó la mano para tocar a Flynn, él no estaba allí.

      Despertó, asustada, al darse cuenta de que el dolor de estómago era real. Pero cuando levantó la sábana vio que todo estaba bien. No pasaba nada.

      De repente, volvió a sentir un dolor…

      ¡El niño!

      Asustada, alargó la mano para llamar a Flynn a la oficina, pero él le había dicho que tenía una reunión importante. ¿Debía interrumpirlo?

      Además, después de lo que había sufrido con la muerte de su madre, Danielle no quería que tuviera que pasar por lo mismo otra vez.

      Si ella perdía el niño… no, no podía hacerle eso a Flynn.

      Iría al hospital por su cuenta y lo llamaría desde allí. El dolor era en la parte baja del abdomen, pero aún podía caminar, de modo que se vistió y llamó a Thomas para pedirle que sacara el coche porque «había recordado que tenía una cita con su ginecólogo».

      Louise fue más difícil de convencer.

      –Deberías comer algo.

      –No tengo tiempo, Louise.

      Thomas la ayudó a subir al Mercedes y Danielle hizo un esfuerzo sobrehumano para disimular el dolor. Afortunadamente, el hospital solo estaba a diez minutos de allí.

      –¡Dios mío! –exclamó Flynn, con el corazón en un puño. No podía creer lo que Louise le estaba diciendo por teléfono.

      Danielle había empezado a tener dolores de parto y se había ido al hospital sin decirle nada.

      –Cuando bajó a la cocina esta mañana estaba muy pálida, pero me dijo que tenía una cita con su ginecólogo…

      –¿Dónde estás ahora?

      –Cuando Thomas la dejó en el hospital le dije que me llevara a mí. No me creí eso de la cita con el ginecólogo. La pobre tenía muy mala cara.

      –No te muevas de su lado, Louise.

      –No, no…

      –Yo llegaré enseguida.

      –Flynn, el médico ha dicho que todo está bien…

      –Da igual. Voy para allá.

      ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Creía que no le importaba lo que fuera de ella y del niño? ¿No sabía que la amaba?

      Flynn se quedó inmóvil. La amaba. Estaba enamorado de ella.

      La amaba.

      Flynn tragó saliva, intentando no pensar que pudiera pasarles algo. A ella y al niño. A los dos.

      «No, por favor, no me los quites», pensó. No podía imaginar la vida sin Danielle.

      Cuando llegó al hospital estaba enfermo de preocupación. Ni siquiera vio a Louise levantarse y salir de la habitación discretamente.

      –Flynn, todo está bien. El médico me ha dicho que las pruebas son normales.

      Él sintió un alivio tan profundo al verla que sus ojos se llenaron de lágrimas.

      –Danielle… ¿por qué no me has llamado? Yo quería estar contigo.

      –Sé que tu madre murió de parto, Flynn. Louise me lo contó.

      –Está despedida.

      Bueno, quizá no la despediría. Louise también quería a Danielle. ¿Cómo no iba a quererla?

      –Te quiero, Danielle. Te quiero con toda mi alma –dijo Flynn entonces, apretando su mano–. Con todo mi corazón.

      –¿Me quieres?

      –Te quiero con todo… con todo lo que soy –le confesó él–. Y quiero estar contigo siempre. No solo con mi cuerpo, sino con mi corazón. Tú eres parte de mí, Danielle.

      –Te quiero, Flynn Donovan. Eres todo lo que deseo en un hombre. Eres bueno, decente… y has levantado la cortina de tristeza que había en mi alma. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.

      El corazón de Flynn se hinchó de amor al ver el brillo de sus ojos. Tenía que tenerla en su vida. Era así de simple.

      –Tú ya sabías que me querías, ¿verdad? –murmuró, tomando su cara entre las manos.

      –Sí. Lo descubrí el día que volviste de Brisbane para estar conmigo.

      También él recordaba esa noche. Recordaba que le brillaban los ojos de otra manera.

      –¿Quieres casarte conmigo, Danielle?

      –Sí, sí, sí.

      –Eso es lo que quería oír. Y prometo que intentaré dejarte tu espacio. Serás una decoradora de interiores maravillosa y…

      –Por el momento voy a estar muy ocupada con el niño –sonrió Danielle–. Pero mientras tú me quieras yo seré feliz, cariño mío.

      Flynn la besó en los labios, creyéndola, creyendo en ella.

      –Si mi amor es todo lo que necesitas vas a ser una mujer muy feliz, amor mío.

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