E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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los ejercicios de respiración, cariño –la animó Flynn.

      Unos minutos después volvía a relajarse sobre la almohada.

      –Esa ha sido horrible. Pero no tienes que quedarte conmigo, de verdad. Estoy bien.

      –No pienso moverme de aquí.

      –Puede que… esto sea estresante para ti.

      –¿Sabes lo estresado que estoy?

      –No, dímelo.

      –Pues…

      Danielle se llevó una mano al abdomen.

      –¡Flynn, llama a la enfermera!

      –¿Dónde está el médico? –gritó él, sacando la cabeza al pasillo mientras apretaba el timbre de la enfermera como un poseso–. Debería estar aquí ya.

      –Ay, otra contracción… me parece que ahora ya viene el niño. Tengo que empujar, Flynn.

      –¿Puedo hacer algo por ti?

      –No te muevas de mi lado.

      –No me muevo de aquí, mi amor.

      El médico apareció en ese momento y la examinó con toda tranquilidad mientras Flynn se mordía las uñas.

      –Me parece que el niño tiene ganas de salir. Bueno, vamos a prepararlo todo.

      Contracción tras contracción, apareció una cabecita diminuta, los hombros… Y Flynn estaba allí, a su lado, cuando el bebé llegó al mundo.

      Y estaba allí cuando el médico anunció que era una niña. Y juntos oyeron llorar a su hija por primera vez.

      Danielle lloró mientras acunaba a su niña y miraba a Flynn, que la besó suavemente en los labios.

      –Bien hecho, cariño –murmuró–. Es perfecta. Igual que su madre.

      Ella tenía un nudo en la garganta. Si había alguien perfecto era aquel hombre, su hombre.

      –Vamos a llamarla Alexandra –dijo Danielle entonces–. Como su abuela.

      Flynn se inclinó para besarla, emocionado.

      –Gracias –dijo con voz ronca.

      Se miraron durante largo rato, pero pronto fueron interrumpidos por las enfermeras, que tenían que hacer su trabajo. Después, cuando Danielle ya estaba en su habitación, les llevaron a la niña y los tres se quedaron solos.

      Danielle respiró profundamente. Era el momento de enfrentarse a Flynn y a su futuro, pero aún tenía que hacer una cosa más. Era hora de olvidar el pasado.

      –Flynn, tenía tanto miedo de tenerla…

      –¿Qué quieres decir?

      –Pensé que no la querría porque no quería a Robert. Pensé que no querría a mi hija como debería quererla –Danielle sonrió, temblorosa–. Pero la quiero. La llevo en mi corazón.

      Los ojos de Flynn estaban llenos de ternura.

      –¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres una persona preciosa?

      –No, recientemente no –intentó sonreír ella.

      –Pues deja que haga los honores, amor mío –Flynn se inclinó para besarla en los labios. Suave, tiernamente–. Eres una persona preciosa, Danielle Donovan.

      –Oh, Flynn. Tú siempre me haces sentir preciosa.

      –Te quiero, cariño. A ti y a Alexandra y a los otros niños que vamos a tener.

      –¿Otros?

      –Bueno, no demasiados –sonriendo, Flynn tomó a Alexandra en brazos y la puso en su cunita.

      Luego volvió con Danielle, como haría siempre.

      –También te quiero para mí a veces. No, te quiero para mí siempre, pero estoy dispuesto a llegar a un compromiso. Contrataremos a una niñera.

      –Creo que Louise y Thomas estarían dispuestos a hacer ese trabajo –sonrió Danielle–. Gracias por quererme de forma incondicional, Flynn. Y a mi hija.

      –Nuestra hija.

      –Nuestra hija –repitió ella, mientras su futuro marido inclinaba la cabeza para buscar sus labios.

      Tardaron mucho tiempo en apartarse para buscar aire. Y a Flynn no le importó. Le gustaba ser cautivo de aquella mujer que tenía su corazón en las manos.

      Si te ha gustado este libro, también te gustará esta apasionante historia que te atrapará desde la primera hasta la última página.

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      –Ahí está mi mejor empleada –Trent Tyler sonrió al salir por la amplia puerta del hotel.

      Julia Lowell ya había sucumbido al encanto de su voz. Le parecía increíblemente sexy y también le parecía increíble que aquel enorme hotel fuera de su propiedad.

      La joven se apoyó contra la limusina que la había llevado hasta Crimson Canyon. Allí estaba Trent, después de tanto tiempo. Él se había convertido en su jefe y ya no podría volver a pensar en él como el hombre que despertaba todos sus sentidos.

      Trent fue hacia ella con paso desenfadado. Llevaba unos vaqueros, una camisa negra y un cinturón cuya hebilla reflejaba la luz del atardecer de Arizona. Se tocó el ala del sombrero vaquero a modo de saludo.

      –Vamos a necesitar un milagro, Trent.

      –Yo confío en ti. Tú podrás con ello –se volvió hacia el conductor de la limusina–. Kirby, lleva las cosas de la señorita Lowell a su habitación.

      –Enseguida, señor Tyler.

      En cuanto el conductor se llevó el equipaje, Julia miró aquellos ojos oscuros y recordó que la relación se había vuelto profesional. Ella misma le había entregado el currículum en persona. Para que él la contratara había sido suficiente con una licenciatura en Empresariales y un trabajo en una empresa de marketing de Los Ángeles a modo de referencias. Ella era la mejor amiga de Laney, y eso la convertía en una persona de confianza o, por lo menos, eso le había dicho al hacerle la entrevista.

      Se habían conocido meses antes, cuando Laney se había casado con el hermano

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