E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras
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–A Laney le encantará este lugar.
Trent se recostó en el respaldo de la silla.
–Problema resuelto.
–Siguiente punto –se puso el maletín en el regazo y sacó una carpeta llena de apuntes–. He traído algunas ideas. Podemos hablar de ellas durante la cena.
–Suena bien. Estoy deseando arreglar las cosas y tú eres la persona indicada. Haz uno de tus milagros.
«Ojalá», pensó Julia, preguntándose si haría falta un milagro para que él la viera como algo más que la salvadora del hotel y compañera de cama.
Pero primero tenía que hacer su trabajo.
Después de la cena, Trent le presentó al personal y le enseñó las instalaciones. Una vez hubo contestado a todas sus preguntas profesionales, la llevó a dar un paseo por los alrededores.
–Me alegro de que estés aquí, Julia. Necesitamos ideas frescas –le dijo, tomándola de la mano. Acababan de pasar el jardín y se alejaban de las luces.
–No estaría aquí si no te hubieras presentado en Los Ángeles cuando lo hiciste.
–Un poco de suerte y un buen plan –dijo él, restándole importancia. No quería tener esa conversación con ella.
–Yo puse toda la carne en el asador. Cuando perdí el contrato con Bridges, me quedé destrozada. La confianza en mí misma se tambaleó. De verdad creía que había conseguido ese empleo.
Trent se detuvo. Le puso las manos en las caderas a Julia y tiró de ella. Necesitaba cambiar de tema y distraerla era una buena idea.
–No mires atrás, Julia. Ellos perdieron y yo he ganado.
Cuando ella estaba en Los Ángeles, a miles de kilómetros de distancia, había conseguido sacarla de su mente, pero estando tan cerca se volvía irresistible.
La miró fijamente y se dispuso a besarla.
–Trent –dijo ella, y se echó hacia atrás–. No es buena idea. Tenemos que poner algunas reglas. No puedo dejar que los empleados vean…
Trent miró a su alrededor.
–No hay nadie. Y mejor será que no se atrevan a decirte nada.
–Alguien podría salir en cualquier momento. No me preocupa lo que me puedan decir, pero necesito ganarme su respeto. Dudo mucho que me respeten si creen que soy tu última conquista.
Trent sonrió.
–¿Mi última conquista?
Incómoda, Julia agitó los brazos.
–O lo que sea. Vamos a tener que trabajar juntos.
Trent se apartó y apoyó las manos en las caderas, rindiéndose.
–De acuerdo. Está bien.
–Gracias –ella asintió con la cabeza, sorprendida de que hubiera cedido tan pronto–. De hecho, me alegro de que hayas aceptado sin discutir, porque tú y yo… No podríamos… Eh… –le miró los labios–. No seríamos capaces de hacer el trabajo… Quiero decir… Yo no trabajo así… –comenzó a hablar más despacio, sin dejar de mirarle los labios–. Yo, eh… Tenemos que mantener la distancia profesional –lo miró con una expresión de deseo desesperado.
Trent la conocía lo bastante como para saber que lo deseaba, y el sentimiento era mutuo.
–De acuerdo –la agarró de la mano y echó a andar–. Vamos. Tenemos que hablar de esto en privado.
–¿Adónde me llevas?
–A algún sitio donde los empleados no vean nada.
–Pero no se trata de eso.
Trent no se lo creía.
–Se trata de eso precisamente. Tú quieres lo mismo que yo. Y yo voy a hacer que ambos tengamos lo que queremos.
Trent comenzó a caminar en dirección hacia la cabaña más alejada. Julia iba detrás de él.
Abrió la puerta y la invitó a entrar. Julia se quedó a su lado. Su aliento entrecortado le acariciaba la cara.
Un ligero aroma a gardenias llenaba la estancia.
–Estabas a punto de convencerme hasta que empezaste a hablar de la distancia profesional.
–¿Por qué?
–Tú y yo no podemos trabajar juntos todo el día sin desearnos por la noche. Sabes que es verdad, Julia. Nuestra distancia profesional dura tanto como un suspiro. Al final terminaríamos sucumbiendo, o afrontando las consecuencias.
Ella levantó la barbilla.
–¿Por eso me contrataste, Trent?
–Te contraté porque eres brillante. Sabes lo importante que es el Tempest West para mí. Si quisiera una mujer con la que tener sexo, no tendría… –Trent no terminó la frase.
–No tendrías que contratarla.
Trent soltó el aliento y la agarró de la cintura.
–Ven aquí.
Ella fue hacia él y la tensión desapareció en cuanto Trent comenzó a acariciarla. Entonces la hizo inclinar la cabeza y la besó en los labios.
–Te he echado de menos.
–Eso quería oír –susurró ella y le puso los brazos alrededor del cuello.
Él le dio un apasionado beso y se apretó contra su cuerpo. Extendió las palmas de las manos sobre su trasero y escuchó los gemidos que escapaban de aquellos labios de fresa. Sus sentidos despertaron y su cuerpo se puso tenso y firme.
Ella entreabrió los labios y exhaló suspiros de pasión mientras él le acariciaba la lengua. Sus pechos turgentes aplastaban el pectoral de Trent y este le presionaba el vientre con su potente miembro . Él le levantó el vestido y deslizó las manos por sus muslos suaves. Le apartó las braguitas y acarició su sexo desnudo.
–Oh… Trent.
Después, la pasión se apoderó de ellos. Julia le arrancó la camisa, le quitó las botas y le desabrochó el cinturón. En unos segundos él la levantó en el aire. Ella enroscó las piernas alrededor de su cintura y comenzó a moverse. Trent no pudo contenerse más y la penetró con una embestida poderosa, dándole la bienvenida con la que siempre había soñado.
Julia le deslizó un dedo por la mandíbula a Trent. Él fingía dormir, pero una sonrisa lo delató. Yacían juntos en la cama de un espacioso dormitorio.
–¿De verdad crees que soy brillante?
Trent gruñó.
Ella