E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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cumplidos antes del amanecer no te hará ganar puntos.

      –¿Necesito más puntos? –preguntó ella, haciéndose la inocente.

      Trent se giró y le puso un dedo en la nariz a Julia.

      –No te pongas quisquillosa. Si consigues más puntos acabarás conmigo antes de ir al trabajo.

      Julia se tumbó boca arriba y miró al techo. La noche anterior habían puesto la habitación patas arriba y ella había tenido tres orgasmos intensos.

      –¿Por qué crees que es así?

      Trent guardó silencio un momento y Julia pensó que no iba a contestar.

      –No tengo ni idea. Pero es así. No intentes analizarlo. Disfruta.

      Julia disfrutaba mucho haciendo el amor con él. Nunca había tenido aventuras fugaces y la única relación larga que había tenido había sido un desastre. Entonces se había propuesto no volver a mezclar el amor con el trabajo, pero la promesa no había durado mucho.

      –Las cosas se podrían complicar –le dijo.

      Él le dio un beso.

      –No lo harán si no lo permitimos.

      –Aparte de que Evan sea tu hermano y Laney mi mejor amiga, tú eres mi jefe. ¿No ves un problema en potencia?

      –No, en absoluto.

      ¿Acaso no veía que siempre habría una conexión entre ellos aunque las cosas salieran mal? Su instinto le decía que se alejara de esa situación. ¿Pero cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a olvidar a un hombre tan apuesto e inteligente? Un hombre que la hacía vibrar con una simple caricia…

      –Trent, hablaba en serio cuando te dije que no quiero que los empleados se enteren de nuestra relación.

      Él asintió. En sus negros ojos había sinceridad.

      –Lo entiendo. ¿Algo más?

      Julia negó con la cabeza y respiró hondo.

      –No. Creo que eso es todo.

      –Bien –él le acarició un pecho y trazó círculos perezosos alrededor de la aureola–. Disfruta, cariño –le dijo antes de besar el rosado pezón.

      Julia se estremeció y su cuerpo respondió sin reservas.

      –Oh, Trent, usamos los últimos preservativos anoche.

      –Julia, relájate. No vamos a necesitar protección para lo que tengo en mente.

      Dos horas más tarde, satisfecha y sensual, Julia salió de la cabaña y se dirigió a su suite del hotel. Se dio una ducha y se puso un pantalón informal, una camisa y unos botines. Tenía una cita con la gerente en el tercer piso del ala norte.

      –¿Ha visto todo el hotel, señorita Lowell? –le preguntó Kimberly Warren. La gerente resultó ser una hermosa rubia recién salida de la universidad.

      –No. El señor Tyler me lo va a enseñar esta tarde.

      –El señor Tyler está muy orgulloso del Tempest West. Todos esperamos que tenga una idea brillante para aumentar la ocupación. Queremos que sea del noventa por ciento.

      Julia no se sorprendió el conocer las expectativas de Trent.

      –Ese es un porcentaje ambicioso. No creo que los otros hoteles consigan una ocupación tan alta.

      –El señor Tyler confía en usted, señorita Lowell.

      –Llámame Julia –dijo, sonriendo.

      –De acuerdo, Julia. Te enseñaré tu despacho. El señor Tyler me pidió que te instalara en el que está más próximo al suyo –dijo, con una mirada suspicaz–. Vais a trabajar codo con codo.

      Julia carraspeó.

      –Sí, supongo que sí.

      Kimberly le enseñó el despacho y la dejó instalarse. Julia miró las fotos que colgaban de las paredes. Eran instantáneas de las obras del Tempest West, desde su comienzo hasta la inauguración. El escritorio estaba hecho de madera de roble blanco y las paredes eran de color crema, con molduras blancas. Las estanterías de libros llegaban hasta el techo.

      A pesar de la moderna tecnología de los equipos informáticos, el despacho mantenía ese aire del Oeste que caracterizaba al hotel y había algunos toques femeninos que le recordaban a su apartamento de Los Ángeles.

      Julia pasó algunos minutos familiarizándose con el aparato de fax, el ordenador y el intercomunicador. Estaba metiendo el contenido de su maletín en los cajones cuando Trent llamó a la puerta.

      Ella se puso en pie al verlo entrar.

      –Buenos días de nuevo –le dijo él con un guiño.

      Estaba tan fresco y arreglado como siempre, con una camisa blanca, vaqueros, una chaqueta negra, una corbata texana y un sombrero de cowboy.

      –Hola.

      –¿Ya te has acomodado?

      Ella miró alrededor. No había llevado muchas cosas. Todo lo que necesitaba lo tenía en el portátil y en la cabeza. Lo que más importaba era el instinto.

      –Creo que sí.

      –Si necesitas algo, díselo a Kimberly.

      –Estoy bien, Trent. El despacho es estupendo.

      Él asintió.

      –De acuerdo. Solo quería asegurarme –se quitó la chaqueta y la corbata y las puso en el respaldo de la silla que estaba frente al escritorio.

      Julia se puso un poco tensa al verle quitarse la ropa. ¿Acaso no había entendido lo que le había dicho la noche anterior?

      –Vamos a hacer un recorrido por el hotel. Quiero que veas lo mejor del Tempest West.

      Julia hizo un gesto afirmativo con la cabeza, sintiendo un gran alivio al ver que se había equivocado. Trent no tenía otra cosa más que negocios en mente.

      –Sí, estoy deseando ver el resto de las instalaciones.

      Sin embargo, un diablillo le decía que ya había visto lo mejor del Tempest West la noche anterior, en los brazos de Trent.

      –Normalmente veríamos los alrededores a caballo, pero nos llevaría demasiado tiempo. Hoy vamos a hacerlo de un modo más elegante –Trent le abrió la puerta del todoterreno.

      Con una sonrisa Julia miró el polvoriento vehículo.

      –Me parece bien.

      Trent se bajó el ala del sombrero y le cerró la puerta del acompañante.

      Se

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