E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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preciosa –murmuró, haciéndola temblar, haciendo que su corazón se acelerase, haciendo que se preguntara cómo podía haber existido antes de conocerlo–. Quiero verte toda –dijo entonces, quitándole la chaqueta, el vestido y las medias después, dejándola con unas braguitas y un sujetador de encaje negro.

      De repente, Danielle sintió vergüenza.

      –Flynn, yo no… –murmuró, mientras intentaba en vano cubrirse.

      –No tienes que esconderme nada. Estamos solos tú y yo. No hay nadie más.

      Ella sabía lo que estaba diciendo: que el resto del mundo, incluido su hijo, tendrían que esperar por el momento.

      –Entiendo.

      Flynn desabrochó su sujetador y lo tiró al suelo junto al resto de la ropa. Luego empezó a acariciar sus pechos con unas manos grandes, firmes, cálidas. Inclinó la cabeza y empezó a chupar primero un pezón, luego el otro, haciéndola suspirar, haciéndola arder de deseo. Danielle enredó los dedos en su pelo y la atrajo hacia ella.

      –No es suficiente –murmuró, deseando tocarlo por todas partes, deseando tocar su piel desnuda.

      Antes de que pudiera decir nada más, Flynn se quitó la chaqueta y la camisa. Luego llegó a la cremallera del pantalón y Danielle dejó escapar un gemido cuando se lo quitó todo de golpe.

      Era magnífico, increíblemente masculino. Tenía el torso cubierto de un fino vello oscuro que llegaba hasta… la prueba irrefutable de que la deseaba.

      Con el corazón latiendo violentamente, Danielle vaciló.

      –Eres tan hermoso –susurró, alargando la mano para sujetar su miembro como una amante. Observó con satisfacción que Flynn apretaba los dientes mientras lo conocía íntimamente, oyendo sus jadeos cuando trazó con el pulgar la aterciopelada longitud…

      –Ya está bien. Quiero darte placer a ti –gruñó Flynn, apartando sus manos y poniéndolas sobre su torso.

      Sus ojos se oscurecieron con un deseo primitivo mientras la acariciaba íntimamente, el fino encaje de sus braguitas la última barrera entre los dos.

      La boca del hombre, hambrienta, cubrió la suya y Danielle le devolvió el beso hasta que sintió que la habitación empezaba a dar vueltas; hasta que, de repente, estaba sobre la cama.

      Y luego sus labios empezaron a hacer un camino desde sus pechos hasta su estómago… y hasta donde se derretía por él. Él susurraba palabras de pasión mientras le quitaba las braguitas, lamiendo un camino hacia arriba hasta el interior de sus muslos antes de besarla íntimamente. Ella gimió mientras Flynn la marcaba con su boca.

      Luego, cuando la acarició con la lengua, tuvo que agarrarse a la cama. Él aumentó el ritmo y lo mismo hizo el pulso de Danielle. Jamás se había sentido más viva.

      Y quería más.

      Más de él.

      Más de todo.

      Pero antes de que pudiera estallar de placer, Flynn se colocó entre sus muslos, sujetándose con los brazos a ambos lados de la cama para no aplastarla con su peso.

      La miraba con los ojos brillantes de deseo.

      –¿Estás segura? –le preguntó, esperando.

      –Sí –contestó ella, sabiendo que era un hombre que no esperaba, que no preguntaba y que, sin embargo, con ella estaba haciendo un esfuerzo–. Estoy segura.

      Dejando escapar un gemido ronco, Flynn apartó más sus piernas con los muslos. La penetró despacio, con cuidado, sin dejar de mirarla a los ojos. Esos ojos la devoraban mientras marcaba un ritmo lento, moviéndose dentro de ella con embestidas suaves y deliberadas que incrementaban la tensión.

      Como si también él sintiera esa tensión, de repente inclinó la cabeza y buscó su boca. Y Danielle le ofreció sus labios como le ofrecía su cuerpo. Flynn lo tomó todo, besándola eróticamente, su lengua entrando y saliendo de su boca.

      Y entonces sintió que se mareaba, que se ahogaba en su aroma, en la fuerza de sus envites. Nunca había sentido algo así. Nunca había sospechado que pudiera sentirlo.

      Pero enseguida dejó de pensar y vivió el orgasmo más profundo de su vida, cada fibra de su cuerpo temblando por aquel hombre. Con aquel hombre.

      Y no quería que terminase nunca.

      Flynn permaneció dentro de ella unos segundos más, apoyándose en los brazos, mirando la radiante imagen que tenía debajo. Era tan suave, tan preciosa que no quería apartarse ni un centímetro.

      Y, desde luego, no quería que otros hombres la conocieran así, pensó entonces. Era suya. Un hombre no podía hacerle el amor a una mujer como Danielle y no querer hacerla suya para siempre.

      Pero estaba embarazada.

      De otro hombre.

      Y no había dudado en usar eso para atraparlo.

      Justo entonces Danielle se movió ligeramente y Flynn decidió ignorar esos oscuros pensamientos. Había otras cosas en las que pensar cuando se estaba con una mujer tan sensual como aquella.

      –¿Estás bien?

      –De maravilla –contestó Danielle.

      Flynn sintió la tentación de excitarla de nuevo, pero podía ver que estaba cansada. De modo que se tumbó de espaldas, apretándola contra su costado, la cabeza apoyada en la curva de su brazo.

      –Flynn, estoy tan cansada…

      –Duerme –dijo él.

      Se quedó en silencio durante largo rato, pensando en la mujer que tenía entre sus brazos y en lo que significaba que se hubiera entregado a él. Si no supiera que era una embaucadora habría dicho que Danielle no se entregaba fácilmente. Habría dicho que tendría que importarle alguien de verdad para acostarse con él. Y, definitivamente, que para ella tendría que ser algo más que una simple atracción sexual.

      Al contrario que para él.

      Flynn tragó saliva y supo que estaba mintiéndose a sí mismo. Encontraba a Danielle increíblemente atractiva, pero también había empezado a gustarle en otros sentidos.

      Pero eso era algo que no quería. Y con la misma determinación que lo había llevado de la pobreza a la riqueza, decidió poner a un lado sus emociones y concentrarse en lo que era importante. Y eso estaba allí, ahora.

      Durante la noche la buscó y volvieron a hacer el amor. Y aquella vez fue él quien se quedó dormido en cuanto terminó.

      Pero notó que Danielle se levantaba de la cama al amanecer. A la luz de la luna la vio entrar en el cuarto de baño, excitándose incluso antes de que cerrase la puerta.

      Esperó su regreso, la cama se le hacía vacía y grande.

      Cuando la puerta se abrió, vio que se había puesto la bata. ¿Creía que una delgada tela evitaría que la desease? ¿Que dejaría de necesitarla entre sus brazos?

      Pero,

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