Educar para la paz. Ricardo Delgado Salazar

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Educar para la paz - Ricardo Delgado Salazar Libros de investigación

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Sus conceptos permiten entenderla como valor universal, derecho, proceso y finalidad. En tal sentido, y dependiendo de los enfoques que se asuman para entenderla y agenciarla, determinan, entre otros, las orientaciones y desarrollos que se emprendan en los procesos educativos que se implementan para su realización.

      Los conceptos sobre la paz, según Soriano (2006, p. 104), se han asociado en diferentes momentos como: paz negativa, ausencia de guerra (pax romana); noconflicto (eirene griega), asociada a una armonía personal, a un escenario idílico de tranquilidad; paz judía (Shalom), realización de justicia, y paz hindú (shanti), bienestar material y espiritual. En este marco, encontramos que existe una tendencia a ubicar la prevalencia de hablar de paz positiva, como responsabilidad compartida entre ciudadanos y países, en donde la justicia, la ciudadanía democrática y los derechos humanos se constituyen en sus ejes de sentido, fundamentación y realización.

      La paz se constituye en un concepto abierto, polisémico y en permanente debate democrático, que requiere para su comprensión abordar sus miradas holísticas e integradoras y particulares y contextuales. Autores como Jares (2004, p. 17) han propuesto pensar la paz como un modelo creativo para entender y afrontar los conflictos, con una conciencia crítica sobre la justicia que la promueve y construida mediante una ciudadanía genuinamente democrática.

      Es así como la idea de paz en el mundo contemporáneo articula algunos de los rasgos de la paz negativa y, sobre todo, de la paz positiva. Tal y como lo refiere Galtung (2003), paz se refiere a las estructuras y las relaciones sociales, caracterizada por la presencia de justicia, libertad, igualdad y respeto; una paz estructural que da respuesta a los factores sociales, políticos, económicos e históricos de injusticia social, la cual se encarga de los bienes básicos de la sociedad, de la garantía del Estado, de los derechos fundamentales y prestacionales y de las condiciones materiales y políticas para que las y los ciudadanos vivan dignamente; una paz cultural que se realiza con los valores del respeto, la solidaridad y con los aprendizajes para afrontar los conflictos de manera no violenta y una paz directa que se ocupa de superar, por las vías democráticas, las injusticias y las formas de violencia, de atender las afectaciones y daños y de propiciar las transiciones al restablecimiento de derechos, el perdón y la reconciliación.

      Es una forma de reflexionar sobre el pasado, abordar el presente e ir hacia el futuro. En la construcción de la paz, se tiene el deber de conocer las causas de las injusticias y de las violencias, las consecuencias en las personas y los territorios y el derecho a ser reparado, reconocido como ciudadano partícipe del cambio y beneficiario de la garantía de derechos, el desarrollo y el bienestar. Así mismo, la construcción de paz no se reduce al fin del conflicto armado con las guerrillas o los grupos paramilitares, el posconflicto armado se trata de un proceso permanente, en constante disputa, que involucra el ethos de un pueblo, la cultura política de los ciudadanos, la educación para la paz, la visión y voluntad política de sus líderes y el desarrollo de políticas públicas sostenibles con un enfoque de paz.

      Como finalidad, la paz surge en el plano internacional fundamentada en el Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas y en varias de sus disposiciones; en el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos; en el Preámbulo y en la Carta constitutiva de la Organización de Estados Americanos; en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, y en el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.8

      Igualmente, en el contexto internacional, la Educación Para la Paz (EPP) se introduce en el debate público a comienzos del siglo XX, motivada por la toma de conciencia de la humanidad sobre la necesidad de los derechos humanos, para poner límite al abuso de poder de las personas y de los poderes políticos y continuar la búsqueda de regulación de los patrones de convivencia, de las formas de afrontar los conflictos y de erradicar la violencia.

      En términos generales, la humanidad asiste a partir de este momento a una evolución en las formas de abordar la educación para la paz, que surge después de la Primera Guerra Mundial, con el fin de evitar la guerra. Paralelamente, se crearon, en el ámbito político internacional, la Sociedad de Naciones (1919) y la Liga Internacional de Educación (1926). Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se crearon la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para afianzar la cooperación y seguridad entre países, y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) (1945), organismo especializado en temas de educación, ciencia y cultura, quien inicia una recopilación de las tendencias que hasta el momento se habían establecido en torno a la educación e introduce nuevos componentes: la educación para los derechos humanos, la educación para el desarme y, más adelante, la educación para la paz.

      Este movimiento se fortalece a partir de los años 50, combinado sus presupuestos con las investigaciones para la paz en Estados Unidos, lo que permitió la reformulación del concepto de paz, a partir de ese momento asociado a la libertad, el afrontamiento creativo y democrático de los conflictos, la no violencia, el interculturalismo y la educación para el desarrollo, aspecto fuertemente tratado por el pedagogo brasileño Paulo Freire (Salamanca, Casas y Otoya, 2009, pp. 25-29).

      Será a partir de la década de 1980 que inicia el florecimiento de las reflexiones sobre la educación para la paz: en 1983, la Unesco propone el papel central de la escuela en la EPP; en 1985, Galtung descentra la EPP del papel de la escuela y la asigna a la educación en su espectro general. Para finales de los años noventa, la Unesco centra como objetos fundamentales de este tipo de educación: crear condiciones propicias para la paz en lo estructural y lo relacional; abordar los conflictos, y prevenir la violencia. Con estos antecedentes, el florecimiento de las miradas sobre la paz y la educación para la paz se despliegan en el mundo, aportando diferentes entradas, las cuales, en todo caso, requieren ser contextualizadas a la medida de las condiciones de vida y la cultura de cada región.

      En el mismo sentido, Lederach (1998), indica

      que para la construcción de una paz integral hay que prepararse para cambiar factores amplios. No es un proceso sectorial, involucra todas las instancias, desde la construcción de infraestructuras, hasta el fortalecimiento de redes sanas, de los procesos de formación de atención inmediata a los actores de conflicto y de participación, con acciones a corto, mediano y largo plazo. (p. 104)

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