Educar para la paz. Ricardo Delgado Salazar

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Educar para la paz - Ricardo Delgado Salazar Libros de investigación

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planteamientos, con el objeto de clarificar sus nexos con la paz y de dejar abierta la inquietud, para su profundización en posteriores estudios. En este sentido, se tratan, aquí, los aspectos destacados por estudios relacionados con: la comprensión y la sensibilidad ciudadana; los ejes centrales de la educación cívica; la relación de la educación con la Constitución Política y los derechos humanos en el contexto educativo.

      Aporte de los estudios sobre la comprensión y la sensibilidad ciudadana

      Este análisis, realizado con alumnos de instituciones del Distrito Capital, fue promovido por la Secretaría de Educación y la Alcaldía Mayor de Bogotá, con el fin de evaluar las competencias básicas en estudiantes de colegios públicos y privados de la capital del país, inspirado en los estándares fijados por las políticas internacionales. Algunos de los resultados destacados de esta prueba, ordenados por algunos de los investigadores responsables (Jaramillo, Bermúdez y Escobedo, 2001), resaltaron los siguientes aspectos: la mayoría de los estudiantes han logrado un desarrollo del juicio moral adecuado para su edad. En otras palabras, se presenta un primer avance en el desarrollo de la competencia para razonar sobre los conflictos morales, considerando los puntos de vista y las emociones de otras personas. Frente a este rasgo los investigadores llaman la atención acerca de tomar con cautela este dato, con los estudiantes de 7.° y 9.° grado, prestando especial atención a la nivelación de su desarrollo. También, ratifican la necesidad de consolidar la lógica moral de la etapa 4, según la teoría kohlberiana, ya que permite establecer relaciones de cooperación y resolver democráticamente los conflictos en comunidades complejas y plurales, como la nuestra. Los resultados obtenidos con el modelo de Lind5 indican que los estudiantes de 7.° y de 9.° grado razonan con niveles por debajo de los promedios obtenidos en países europeos. Lo anterior señala la dificultad de los estudiantes para evaluar la complejidad de sus argumentos y de los otros; dicha dificultad guarda relación con la tendencia a no reconocer al “otro-diferente” y a las formas antidemocráticas y violentas de resolver los conflictos.

      Las conclusiones recomiendan que, para que se facilite el tránsito de la etapa tercera a la cuarta, se necesita que el sistema educativo formal presione el desarrollo de la descentración de la argumentación y de la participación responsable y consciente en la vida en comunidad, más allá de la comodidad de la etapa 3 (convencional). Para los autores, lo anterior no quiere decir que una persona por fuera del sistema educativo no pueda alcanzar estos niveles de razonamiento, sino que es menos probable lograrlos cuando no se ha tenido experiencias sociales positivas, desestabilizadoras o alguna forma de intercambio organizado que enseñe a pensar de manera ponderada y considerada las perspectivas de los demás.

      En este primer plano, se encuentra un vínculo central entre la educación ética y moral y la educación ciudadana, en lo que respecta a los valores para la convivencia y el ethos ciudadano que se desea impulsar; esto incluye las formas de razonar, de expresar las emociones naturales y morales y de argumentar los asuntos que comprometen el hecho social de vivir juntos y el hecho político de ser protagonistas de los asuntos privados y públicos. Al respecto, se retoma un aspecto que señaló la investigadora Marieta Quintero (2008), quien indicó que en la formulación de los lineamientos para la formación ética (centrada en la autonomía) y política (focalizada en la subjetividad democrática, la comprensión de la cultura política y el conocimiento básico de las instituciones) se separaron sus objetos, lo cual se hace evidente, en la actualidad, en la dificultad que se presenta en el sector educativo de identificar la articulación de la educación ético-moral con la educación ciudadana. En lo que agregaríamos que una educación para la paz articula, en su desarrollo, la educación ético-moral y la educación política como campos de conocimiento esenciales para la paz.

      Aportes de los estudios sobre la educación cívica y la Constitución Política

      Los investigadores Ruiz y Chaux (2005) destacan que la Constitución Política, en su artículo 41.°, promueve el estudio de la Constitución, la instrucción cívica y el aprendizaje de los principios y valores de la participación ciudadana, los cuales son recogidos por el sector educativo en los lineamientos curriculares en ética y valores humanos. En estos lineamientos, se definen tres ejes de formación: el desarrollo de una subjetividad para la democracia, el aporte en la construcción de una cultura política para la democracia y el conocimiento de las instituciones y la dinámica política.

      Para Ruiz y Chaux, acatar la ciudadanía significa tener conciencia de que se hace parte de un orden social e institucional que se encuentra regido por normas de convivencia que nos cobijan a todos como individuos y como parte de los grupos sociales específicos con los que compartimos y nos identificamos. Significa ser conscientes de la titularidad de derechos y de las responsabilidades que ello conlleva en la relación con los otros y las instituciones. Ejercer la ciudadanía implica ser protagonista en el reclamo o exigencia de derechos, aportar, dar, proponer y participar en procesos de reformas políticas y normativas, para eliminar injusticias o para ampliar las posibilidades de inclusión y de equidad social (pp. 16-17).

      Frente a estas comprensiones sobre el deber ser, las oportunidades que se presentan desde el sector educativo encaminadas hacia la contribución en la construcción del Estado social de derecho y los logros académicos efectivos, se ha evaluado el impacto que sus desarrollos han tenido en el sector educativo, mediante la realización de diversos estudios, de los cuales se destaca el realizado en torno a La educación cívica en Colombia: una comparación internacional, de Restrepo y Rodríguez (2001), en el cual se elaboró un análisis de los resultados de la encuesta internacional sobre educación cívica, cuyos resultados mostraron situaciones ambivalentes. En este estudio, Colombia ocupó el último lugar en la prueba de conocimientos entre los 28 países participantes y se situó entre los primeros países en la prueba de actitudes frente a la democracia y la participación cívica.

      El estudio permitió concluir que, a pesar del déficit presentado por los estudiantes encuestados, Colombia sobresale en el ámbito internacional, por una cantidad no despreciable de actitudes favorables a la democracia, hecho que refleja el proceso de cambio iniciado con la Constitución Política de 1991, las bondades de la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994) y la creciente disposición de los maestros y maestras hacia la democracia. No obstante, se aclara que los y las jóvenes expresan cierta apatía por la historia de la nación, por la forma concreta de la política y por la institución militar y visualizan su futuro por fuera del país.

      Sobre la educación ciudadana, desde el sector educativo, con los aportes de Rosario Jaramillo, se ha indicado que el programa de competencias ciudadanas reside en el desarrollo de una educación para fortalecer el comportamiento ciudadano, más que en la construcción de conceptos cívicos y ciudadanos; la necesidad de que las instituciones educativas se deben organizar con las mismas estructuras de los valores en que quieren formar, y la importancia de garantizar la democracia como una forma de vida en la escuela y no como un mero discurso. Asimismo, dentro del programa subsiste la convicción de que en la medida en que se transformen las relaciones de la escuela, se puede incidir en la transformación de la sociedad, para crecer humana y socialmente. Es claro dentro del programa, también, que existe la posibilidad de articular la educación formal con otras instancias de educación no formal e informal y la necesidad de involucrar pedagogías cognitivas y constructivistas y de asegurar el desarrollo de ambientes educativos democráticos y de confianza para la formación ciudadana.

      Las competencias, desde el marco del sector educativo, de acuerdo al MEN, se establecen como un conjunto de conocimientos, actitudes, disposiciones y habilidades (cognitivas, socioafectivas y comunicativas)6 que, relacionadas entre sí, facilitan el desempeño flexible, asertivo y coherente de los individuos, contribuyendo al buen vivir y a la convivencia pacífica y democrática.

      En este marco sobre la centralidad de la educación ciudadana, se observa que, de manera reciente y ante las tensiones producidas en el sector educativo sobre el énfasis de las competencias ciudadanas en el ‘saber hacer en contexto’, se han generado algunos giros conceptuales, los

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