Educar para la paz. Ricardo Delgado Salazar

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Educar para la paz - Ricardo Delgado Salazar Libros de investigación

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De esta manera, el interés se encuentra en enriquecer la discusión pública acerca de la Cátedra de la Paz y los procesos de formación de los docentes como agentes educativos para la paz y la reparación en esta transición que nos plantea el posconflicto (posacuerdo) en Colombia.

      Teniendo en cuenta las preguntas que orientaron la investigación, se estableció una metodología mixta. Por una parte, se realizó una revisión documental, que sirvió para la elaboración del estado del arte sobre las trayectorias legislativas, investigativas y educativas, relacionadas con la educación para la paz, que se han construido en el país, referentes valiosos para la implementación y fundamentación de la Cátedra de la Paz. De igual forma, la investigación documental propició la sustentación teórica de las dimensiones que configuran el marco de fundamentación para la Cátedra de la Paz que se propone. Por otra parte, se hizo una aproximación metodológica a partir del enfoque narrativo, para acceder a testimonios, de algunos expertos en educación de paz, construidos desde la experiencia docente e investigativa, mediante técnicas de recolección de información, como la entrevista semiestructurada, que permitieron el acercamiento a sus relatos y aportes a la construcción de la Cátedra de la Paz en el país.

      Aportes a la fundamentación e implementación de la Cátedra de la Paz

      Reconociendo que la paz es un derecho, y su construcción una tarea mancomunada, deseamos compartir los resultados que fueron producto de esta investigación, que pretenden enriquecer y complementar las orientaciones y los referentes de fundamentación de la Cátedra de la Paz en las instituciones educativas en el país. El presente libro se ha estructurado en ocho capítulos que se presentan a continuación.

      El primer capítulo, titulado “Trayectorias para pensar la paz en el contexto educativo”, nos presenta un detallado balance del camino recorrido en el país a propósito de avances relacionados con la convivencia pacífica y la educación para la paz. En este capítulo. Rosa Ludy Arias Campos, Ricardo Delgado Salazar y Luz Marina Lara Salcedo organizan dicha revisión, definiendo tres grandes trayectorias: la primera se refiere a las disposiciones legislativas y a los diseños institucionales previstos en el sector educativo para avanzar hacia la convivencia pacífica y la construcción de la paz. La segunda trayectoria nos ofrece las búsquedas investigativas relacionadas con la educación para la paz. La tercera trayectoria destaca las oportunidades derivadas de programas de educación para la paz y algunas cátedras de la paz a nivel nacional y mundial.

      En el segundo capítulo, “La paz integral: referente para la Cátedra de la Paz”, Carolina Montagut Orozco y Mónica Hilarión Madariaga comparten un breve referente conceptual acerca de la educación para la paz integral, fuente inspiradora y orientadora de la Cátedra de la Paz en las instituciones educativas. El capítulo está organizado en tres apartados. El primero aborda los sentidos y los fines de la paz, a partir de reconocer las diversas formas de violencia que hemos padecido. El segundo propone la visión integral que requiere asumir la Cátedra como un compromiso de corresponsabilidad entre la sociedad y el Estado. El tercer apartado aborda la paz integral como condición necesaria para construir una cultura de paz a través de la educación.

      El tercer capítulo, denominado “Aportes de la dimensión jurídico-política a la fundamentación de la Cátedra de la Paz”, destaca referentes normativos y políticos como marcos de regulación necesarios para la convivencia pacífica y la construcción de la paz. Carolina Montagut Orozco ha organizado su presentación en tres apartados: el primero trata la estrecha relación entre educación en derechos humanos y la educación para la paz; el segundo destaca los aportes de las justicias en la construcción de paz y en las prácticas restaurativas en la escuela, y el tercero centra su reflexión sobre la democracia y la participación como procesos de deliberación donde se construye y se legitima la construcción de ciudadanías y las acciones de convivencia pacífica.

      En el cuarto capítulo, “Aportes de la dimensión ético-moral a la fundamentación de la Cátedra de la Paz”, Edward Amorocho Herrera referencia algunas implicaciones éticomorales que se desprenden de la implementación de la Cátedra de la Paz. El capítulo está estructurado en cinco apartados. En el primero, se plantea que una convivencia pacífica demanda la construcción de una ética de mínimos, para sustentar la deliberación pública y el ejercicio pleno de la ciudadanía. En el segundo, se hace referencia a que la paz es un bien moral y un valor universal de la ética mínima cordial. En el tercero, se alude a la relevancia de la dignidad y del reconocimiento como presupuestos ético-morales en la Cátedra de la Paz. En el cuarto apartado, se destaca la importancia de una ciudadanía activa y diversa en la construcción de la convivencia pacífica. Finalmente, en el quinto, se subraya la necesidad de fortalecer la sensibilidad moral para el perdón y la reconciliación, desde la implementación de la Cátedra de la Paz en el país.

      En el quinto capítulo, “Aportes de la dimensión psicosocial a la fundamentación de la Cátedra de la Paz”, María Mercedes Giraldo Álvarez nos ofrece un referente conceptual desde el enfoque psicosocial, haciendo énfasis en los procesos relacionales y vinculares en la construcción individual y social. Asimismo, retoma, de algunos programas y experiencias que se han trabajado en contextos y comunidades afectadas por la violencia, aquellos conocimientos y prácticas de apoyo psicosocial que resultan ser vitales en la reconstrucción de entornos de paz.

      El capítulo está organizado en cuatro ejes temáticos: el primero considera las relaciones de cuidado y sus implicaciones en la construcción de relaciones de convivencia pacífica; el segundo destaca los procesos socioafectivos y la promoción de comportamientos prosociales; el tercero se dedica al tema de la resiliencia y su vinculación con la tramitación del dolor y el sufrimiento de las víctimas, y, por último, el cuarto apartado se refiere a la formación de las habilidades sociales y las competencias ciudadanas para la convivencia pacífica.

      El capítulo sexto, “Aportes de la dimensión sociocultural a la fundamentación de la Cátedra de la paz”, aborda las implicaciones que tiene que asumir la Cátedra de la Paz en clave intercultural, donde el reconocimiento de la diversidad epistémica, política, jurídica y cultural de comunidades y colectivos sociales se convierte en una herramienta para contrarrestar y resistir las violencias y las prácticas de exclusión derivadas del patriarcalismo, el capitalismo y el colonialismo. Mónica Hilarión Madariaga, en uno de sus apartados, llama la atención frente a la necesidad de cambiar la cultura patriarcal que ha reproducido, en la historia, la violencia de género. Igualmente, propone un respeto y reconocimiento a las expresiones de los mundos juveniles como sujetos sociales. En este capítulo, también, se estudia la Cátedra de la Paz desde las autonomías de las educaciones que proponen los diversos grupos étnicos. Al final, la autora comparte algunos elementos para pensar la Cátedra de la Paz desde una perspectiva territorial.

      En el séptimo capítulo, “Aportes de la dimensión pedagógica a la fundamentación de la Cátedra de la Paz”, los autores —Edward Amorocho Herrera, María Mercedes Giraldo Álvarez y John Granados Rico— proponen un conjunto de postulados y principios pedagógicos derivados de las tradiciones críticas. De la educación popular, se retoman los aportes de P. Freire, de X. Jares y de A. Torres, para destacar la dimensión política de una educación para la paz. De las corrientes decoloniales, se destacan los planteamientos de Catherine Walsh, Cristian Díaz y W. Mignolo, para plantear que una educación para la paz tiene que promover la interculturalidad y el diálogo de saberes y tradiciones. De los estudios de la memoria histórica, se referencian los trabajos de E. Jelin y J. Melich, para reconocer el potencial reparador y trasformador que tiene la narración. De los movimientos de creación artística, se abordan los planteamientos de I. Comins y F. Sandoval sobre la necesidad de explorar otros lenguajes para abrir caminos y trayectorias pedagógicas para la implementación de la Cátedra de la Paz.

      En el octavo y último capítulo, “Aprendizajes y recomendaciones”, Arias Campos y Delgado Salazar comparten un conjunto de recomendaciones dirigidas a la implementación de la educación para la paz, en general, y, otras más específicas, para la Cátedra de

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