Violencia contra los periodistas. Marisol Cano Busquets

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Violencia contra los periodistas - Marisol Cano Busquets

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       Prólogo

       Una llave parar abrir un mundo

      Cuando leía la tesis doctoral de Marisol Cano, Violencia contra los periodistas, el automóvil que conducía la periodista Daphne Caruana Galizia saltaba por los aires. Era conocida por su blog Current Comentary, en el que habitualmente publicaba investigaciones sobre la corrupción en Malta. Una de ellas precipitó las elecciones al vincular al primer ministro, Joseph Muscat, con los Panama Papers.

      Su asesinato no fue un hecho aislado. Uno tras otro, la opinión pública internacional, se ha alarmado con los asesinatos de periodistas. Lo más preocupante es que las noticias no provienen de Siria, Afganistán o México, sino de la propia Unión Europea.

      Días después Jan Kuciak, periodista del portal de noticias Aktuality.sk fue asesinado a tiros en su casa, junto con su novia, a solo una hora de Bratislava. Investigaba las relaciones entre políticos cercanos al primer ministro, Robert Fico, y la mafia italiana. Durante años denunció la malversación de fondos destinados a Eslovaquia por la Unión Europea.

      La tercera víctima fue Viktoria Marinova, una periodista búlgara, presentadora y coordinadora administrativa del canal de televisión TVN que dirigía su propio programa, El Detector. Su cuerpo fue encontrado abandonado en un parque de la ciudad de Ruse, a orillas del río Danubio en el norte del país, después de haber sido violada, golpeada con sevicia en la cabeza y asfixiada. Con frecuencia investigaba casos de corrupción en los que participaban políticos. Bulgaria ocupa el 111 puesto entre 180 países en la medición del estado de la libertad de expresión, realizada por Reporteros Sin Fronteras.

      Pero el caso que ha recibido más atención internacional ha sido el del periodista saudí Jamal Khashoggi, torturado y asesinado en la sede del Consulado de Arabia Saudita en Estambul. Después de exilarse, Khashoggi continuaba escribiendo sus críticas contra el régimen saudí en The Washington Post. Las noticias sobre lo que sucedió dentro de la delegación diplomática saudí son espeluznantes.

      Si hay algo que predomina en la exploración de la violencia contra los periodistas es el manto denso y oscuro de la impunidad, precisamente uno de los propósitos de los perpetradores. No solo desaparece el comunicador, sino también el tortuoso camino del crimen y, de paso, la relación de la información con la comunidad. En este tipo de delitos todo se vulnera: la persistencia de la libertad de expresión, la fiscalización sobre el poder, el funcionamiento de los medios de comunicación, la confianza construida por la investigación periodística y hasta las fronteras del miedo. El mensaje de los criminales busca amedrentar y, sobre todo, hacer desistir a la mirada incisiva del periodismo.

      En el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica “La palabra y el silencio. La violencia contra periodistas en Colombia, 1977-2015”, que reporta 152 asesinatos de periodistas por razón de su oficio, las circunstancias de los hechos son abrumadoramente coincidentes. Una de sus conclusiones es que las denuncias, en especial de corrupción, operan como un dispositivo muy poderoso que estimula el crimen de comunicadores a través de tenebrosas alianzas entre políticos corruptos y actores violentos.

      Al observar las similitudes que atraviesan estos casos y el más de un centenar que se presentan en el mundo cada año, se encuentran, casi al pie de la letra, las constataciones que hace Marisol Cano en su texto, con las realidades que alarman a la opinión internacional. Basta entrecruzar las manifestaciones de violencia contra periodistas que sistematiza Cano con las causas que la favorecen, dos partes centrales de su texto, para ver con claridad la gravedad de las amenazas a las que han estado expuestos los periodistas en el pasado y en el presente.

       Las fracturas de la democracia y la libertad de expresión

      Porque el aporte de este libro no está solo en considerar juiciosamente las expresiones de la violencia, sino en analizar sus antecedentes y sus consecuencias, acercándose a ellas desde metodologías rigurosas y un potencial analítico indudable. De esa manera, un fenómeno complejo y con raíces multicausales, encubierto por la impunidad y todo tipo de estratagemas del poder, empieza a revelarse con mayor precisión.

      Y aunque es terrible decirlo, este libro tiene una asombrosa actualidad. Es más, es posible que, aunque las manifestaciones violentas cambien poco de una orilla del mundo a la otra, los contextos que las están generando se estén esparciendo como pólvora por otras partes del planeta.

      Las primeras las estudia concienzudamente la investigadora: asesinatos, amenazas, exilios, presiones jurídicas y económicas o autocensura son algunas de ellas. Los segundos tienen que ver con la profundización de la corrupción, la penetración social del crimen organizado, los conflictos bélicos, las maneras de actuar del autoritarismo y, sobre todo, las fracturas de la democracia tal como la entendíamos hasta hace apenas unas décadas.

      Los casos de periodistas asesinados en Europa en un lapso muy breve lo confirman: todos estaban investigando hechos de corrupción en los que participaban políticos ubicados en los más altos cargos de sus Estados, vivían en sociedades con democracias en proceso de fortalecimiento o incluso con regímenes autoritarios consolidados, llevaban a cabo tareas de investigación y fiscalización y habían revelado en público redes criminales que actuaban con la complacencia de poderes reconocidos.

      Lo que sucedía en la realidad lo leía simultáneamente, con una contundente veracidad, en las páginas de la investigación de Marisol Cano, quien escogió un camino original y poco explorado para analizar un tema decisivo: la violencia contra periodistas, observada desde diez organizaciones internacionales dedicadas a la promoción y salvaguarda de la libertad de expresión en el mundo.

      Esta decisión es uno de los aportes de su libro. En efecto, la violencia contra periodistas se ha descrito y analizado habitualmente desde su realidad más inmediata, la de los hechos, pero casi nunca desde la perspectiva de estas organizaciones. Haber descentrado la mirada le ha permitido a la autora una aproximación rigurosa que no tiene los riesgos de un abordaje solamente de sucesos que casi siempre naufragan en medio de la más pavorosa impunidad.

      Es, sin duda, el poder de la mirada oblicua. Lo aprendí cuando hace años leí Medusa y compañía, obra de Roger Callois en que habla de la diagonalidad que permite descifrar significados que no se verían de otra manera, ya sea en la configuración de las piedras (un arte milenario chino) o en la vida evanescente de las nubes.

      Dos características del mundo globalizado son, por una parte, la aparición de una red de organizaciones internacionales que están dedicadas al seguimiento de las libertades civiles y los derechos humanos y, por otra, el desarrollo de un pensamiento sobre temas como la violencia contra periodistas, que se refleja en regulaciones, medidas de protección, políticas nacionales, sistemas de medición y una agenda cada vez más extensa de debates imprescindibles.

      En otras palabras: el periodiSmo es un asunto que ya no solo atañe a los Estados nacionales, sino que preocupa, y mucho, a la comunidad internacional. Hay un efecto de cascada que hace que lo que sucede en un país tenga implicaciones en otros y que las lecciones aprendidas en una sociedad, incluso en las más aisladas, tenga muy pronto repercusiones en ámbitos distantes y diferentes. Esta especie de caída

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