Violencia contra los periodistas. Marisol Cano Busquets

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Violencia contra los periodistas - Marisol Cano Busquets

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comportamientos de carácter colectivo y porque hay responsabilidades que se perciben como una característica cada vez menos local y, por el contrario, cada vez más un asunto que concierne a la humanidad.

      ¿Puede el asesinato de un periodista como Khashoggi, provocar el rechazo, incluso en gobiernos como el de Trump, más allá de los nudos económicos que ligan a un gigante de la producción petrolera con un gigante necesitado de su consumo? ¿Se acude a la racionalización de los valores democráticos vulnerados como la frontera de lo que no es permisible internacionalmente, así se hagan todos los cálculos para no despertar la ira de los señores del reino del desierto?

      Y aunque en nuestros días hay países que se rebelan contra las normas que atan a las uniones para reivindicar las decisiones locales del Brexit o la bandera del America First, así salten en añicos las antiguos enfoques de los tratados y las regulaciones del comercio mundial, aún persisten ganancias del ideal universal.

      Hay problemas que en las últimas décadas han ascendido en esta agenda, aunque todos ellos están pasando por el ojo de un huracán del que aún no sabemos cómo saldrán: el cuidado del medio ambiente, las reivindicaciones de género, las expresiones religiosas, las libertades sexuales o los límites de la guerra y el armamentismo.

      El periodismo y, sobre todo, el futuro del derecho a la información, de la libertad de expresión y del acceso a la información pública, están también en un periodo muy difícil y tenso. Las razones de esta preocupación se afianzan en el papel del periodismo en la vida de los ciudadanos y ciudadanas en tiempos en que los medios de comunicación son asediados por graves problemas económicos, los enfrentamientos con los viejos y los nuevos poderes y por vertiginosas transformaciones tecnológicas que se expanden por territorios que en el pasado le pertenecían al sistema mediático tradicional.

      Suelo citar la frase que le escuché a Gabriel García Márquez en una reunión que teníamos de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano en la sede del Fondo de Cultura Económica en Ciudad de México: “Lo que pasa es que el mundo se le escapó al periodismo. Ahora lo que debemos es reiventarnos el mundo”. La fuga del mundo se está produciendo por los desagües más increíbles, ya sea por los canales en el pasado ortodoxos del comercio o por el declive pronunciado de los partidos políticos. Hasta hace poco era impensable que se transgredieran las regulaciones del comercio y aún más increíble que esa transgresión viniera del país más poderoso del mundo y que el liderazgo de las libertades comerciales las enarbolara China.

      El derecho a la información que en años anteriores estaba muy concentrado en los medios de comunicación, se ha replanteado dramáticamente por la aparición de internet y el auge de las redes sociales. Si los medios de comunicación utilizaban editores, fact checking y otras estrategias para garantizar la calidad de la información, el flujo desbordado de las noticias falsas, las opiniones personales y los comentarios de odio transcurren por la red con una contundencia que hace temblar gobiernos, ganar elecciones y evitar críticas. También crece, como se señala en el libro, la cibervigilancia y los ataques tecnológicos sobre los medios y los periodistas.

      Cada vez más aumenta la preocupación por la crisis de la democracia y los problemas de la libertad de expresión. Son frecuentes los enfrentamientos del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con los medios de comunicación, a los que califica de “enemigos del pueblo”, mentirosos, deshonestos y basura. Pero va más allá de los calificativos al expulsar o negar acreditaciones a representantes de medios que le son críticos, a los que califica como “partidos de la oposición” y al generar descalificaciones públicas agresivas de medios y periodistas.

      Algo similar ocurre con Orbán en Hungría, Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Duterte en Filipinas, Putin en Rusia o Erdogan en Turquía. Pero, a su vez, los gobernantes constituyen una de las expresiones de lo que está pasando con la libertad de expresión en sociedades en las que se afianzan los populismos, se pierde la confianza social en las instituciones y se asientan las posturas autoritarias. La democracia de representación declina mientras que la democracia deliberativa se hace a un lado, urgida por el vértigo de una supuesta comunicación directa lograda por las redes sociales y el rechazo de toda forma de intermediación.

      La crisis de la democracia, las fracturas de la libertad de expresión y la violencia contra periodistas están inexorablemente unidas.

      En su libro, Marisol Cano explica los diferentes modelos de democracia desde la teorización de Christians, Glasser, McQuail, Nordenstreng y White, quienes afirman que “las sociedades establecen sus prácticas democráticas de acuerdo con sus circunstancias históricas y sus culturas políticas y esto supone unas determinadas demandas normativas para los medios y los periodistas”. Esto supone que los medios contribuyen a la marcha democrática de sus sociedades y que modelos diferentes de democracia –liberal-pluralista, elitista-administrativa, cívico-deliberativa o popular-directa– están relacionados con funciones específicas y prioritarias de los medios.

      Pero la liebre salta cuando los autores se refieren al tercer nivel de análisis en el planteamiento analítico, el de los roles del periodismo. Confrontados cada uno de ellos desde lo que está ocurriendo con las democracias y los sistemas políticos en el mundo, empiezan a trastabillar porque las condiciones que determinan para su adecuado funcionamiento son precisamente las que se están deteriorando en algunos sistemas políticos contemporáneos: la confianza del público en los medios, que haya un sistema amplio de recolección de información y que la participación del periodismo en el debate democrático dependa de una libertad de prensa en el contexto de una esfera pública saludable.

       La confianza, su decepción y los medios de comunicación

      Vemos solamente la primera de esas condiciones. Uno de los consensos que se encuentran en las múltiples definiciones que existen de confianza es que esta sucede en escenarios de incertidumbre con escasa o excesiva información. Georg Simmel la define como un conocimiento inductivo débil y como un punto intermedio entre el conocimiento y la ignorancia.

      La confianza se mueve así entre dos extremos: la ausencia de información y total incertidumbre o la información perfecta y completa certeza. En ambos extremos la confianza es innecesaria. La confianza necesita procesar y reducir la incertidumbre a partir de una información que no es total ni completa, lo que la acerca al riesgo y la distancia de la creencia. Cuanto mayor y mejor información se tenga, se tendrá mayor disponibilidad para confiar.

      La relación de información y confianza es complementada por la representación social de la confianza que convirtió a los medios de comunicación en uno de los lugares donde la confianza en las instituciones, y aun en sí mismos, se valida o se impugna. Los medios de comunicación permiten formarnos expectativas respecto a las personas o cosas y confiar en ellas aún a riesgo de luego desilusionarnos. “Confiar es otorgarle un rol clave a la decepción”, escribe Niklas Luhmann.

      La generación de confianza a partir de los medios ocupa la mayor parte de la literatura sobre las relaciones entre comunicación y confianza, ya sea por el incremento de su carácter institucional o por su condición de poder fáctico dentro del ejercicio de la democracia. Una alta proporción del reconocimiento social de las instituciones públicas, como de quienes detentan poder, depende de su representación mediática, así como del papel que sus mensajes tienen en la generación de configuraciones culturales específicas (pro o anticonfianza) que pueden predisponer hacia la sospecha y la desconfianza, la aceptación y la confianza.

      El escándalo público, la divulgación de documentos secretos, la revelación de expedientes de procesos judiciales contra políticos, empresarios u otras figuras públicas y el seguimiento pormenorizado de actos de corrupción o de medidas arbitrarias de los gobernantes son solo una parte de los regímenes de representación mediática que inciden en la confianza de los ciudadanos. Por otra parte están las imágenes que construyen los medios

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