El ministerio de las publicaciones. Elena G. de White
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![El ministerio de las publicaciones - Elena G. de White El ministerio de las publicaciones - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano](/cover_pre617139.jpg)
Traslado a Saratoga Springs, Nueva York.–Permanecimos en Ballston Spa algunas semanas, hasta instalarnos en Saratoga Springs, con el objeto de proceder a la publicación del periódico. Alquilamos una casa y pedimos al Hno. Stephen Belden y su esposa, y a la Hna. Bonfoey, que vinieran. Esta última estaba a la sazón en el Estado de Maine cuidando al pequeño Edson. Nos instalamos en la casa con muebles prestados. Aquí mi esposo publicó el segundo número de la Adventist Review and Sabbath Herald.
La Hna. Annie Smith, que ya duerme en Jesús, vino a vivir con nosotros y nos ayudaba en nuestras tareas. Su ayuda era necesaria. Por entonces mi esposo manifestó como sigue sus sentimientos en una carta escrita al Hno. Stockbridge Howland, con fecha 20 de febrero de 1852: “Todos están perfectamente, menos yo. No puedo resistir por más tiempo el doble trabajo de viajar y dirigir la revista. El miércoles pasado trabajamos por la noche hasta las dos de la madrugada, doblando y envolviendo el Nº 12 de la Review and Herald. Después estuve en la cama tosiendo hasta el amanecer. Rueguen por mí. La causa prospera gloriosamente. Quizá el Señor ya no tendrá necesidad de mí y me dejará descansar en el sepulcro. Espero quedar libre de la revista. La sostuve en circunstancias sumamente adversas, y ahora que tiene muchos amigos, la dejaré voluntariamente con tal que se encuentre quien la dirija. Espero que se me abra el camino. Que el Señor lo guíe todo”.
Haciendo frente a la adversidad en Rochester5.–En abril de 1852 nos trasladamos a Rochester, Nueva York, en las circunstancias más desalentadoras. A cada paso nos veíamos precisados a seguir adelante por fe. Aun estábamos impedidos por la pobreza, y tuvimos que practicar la más rígida economía y abnegación. Presentaré un breve extracto de la carta escrita a la familia del Hno. Howland el 16 de abril de 1852:
“Acabamos de instalarnos en Rochester. Hemos alquilado una casa vieja por 175 dólares al año. Tenemos la prensa en casa,** pues de no ser así hubiéramos tenido que pagar 50 dólares al año por un local para oficina. Si pudiera ver nuestros muebles, no podría evitar una sonrisa. Compramos dos camas viejas por 25 centavos cada una. Mi esposo me trajo seis sillas desvencijadas, de las que no había dos iguales, que le costaron un dólar, y después me regaló otras cuatro, también viejas y sin asiento, por las que había pagado 62 centavos. Pero como la armazón era fuerte, les he estado poniendo asientos de tela resistente. La mantequilla está tan cara que no podemos comprarla, ni tampoco las papas. Usamos salsa en vez de mantequilla y nabos en lugar de papas. Nos servimos nuestras primeras comidas colocándolas sobre una tabla apoyada entre dos barriles vacíos. Nada nos importan las privaciones, con tal que adelante la obra de Dios. Creemos que la mano del Señor nos guió en llegar a este lugar. Hay un amplio campo de labor, pero pocos obreros. El sábado pasado tuvimos una excelente reunión. El Señor nos refrigeró con su presencia...”
Seguimos llevando a cabo nuestra obra en Rochester entre incertidumbres y desalientos. El cólera atacó la ciudad, y durante la epidemia se oía toda la noche, por las calles, el rodar de las carrozas fúnebres que llevaban los cadáveres al cementerio de Mount Hope...
Avances en Nueva Inglaterra.–Teníamos compromisos para dos meses, que abarcaban desde Rochester, Nueva York, hasta Bangor, Maine. Este viaje lo haríamos en nuestro carruaje cubierto y con nuestro buen caballo Charlie, que nos fueron obsequiados por los hermanos de Vermont...
Teníamos ante nosotros un viaje de 160 kilómetros para hacer en dos días, pero creíamos que el Señor obraría en nuestro favor...6
El Señor nos bendijo mucho en nuestro viaje a Vermont. Mi esposo tenía mucha preocupación y trabajo. En las diferentes reuniones realizó la mayor parte de las predicaciones, vendió libros y trabajó para extender la circulación del periódico. Cuando terminaba una conferencia, nos apresurábamos a ir a la próxima. A mediodía alimentábamos al caballo junto al camino, y comíamos nuestra merienda. Entonces mi esposo, apoyando su papel de escribir sobre la caja en la que teníamos el almuerzo o en la parte superior de su sombrero, escribía artículos para la Review y el Instructor... (NB 149-159).7
La responsabilidad editorial se transfiere a la iglesia.–Antes de trasladarnos a Rochester,8 mi esposo se sintió muy débil y creyó necesario librarse de las responsabilidades de la obra de publicaciones. Entonces propuso que la iglesia se hiciese cargo de esa obra, y que esta fuese administrada por una junta editorial que aquella debía nombrar. Además, se suponía que ninguno de sus integrantes debería recibir beneficio financiero alguno en adición del salario que ya recibiera por su trabajo.
Aunque el asunto se discutió varias veces, los hermanos no tomaron ningún acuerdo sobre el particular hasta el año 1861. Hasta ese momento mi esposo había sido el propietario legal de la casa editora y el único administrador de la misma. Gozaba de la confianza de amigos activos de la causa, quienes confiaban a él los medios que de vez en cuando donaban, a medida que la obra crecía y necesitaba más fondos para el firme establecimiento de la empresa editorial. Pero a pesar de que constantemente se informaba a través de la Review que la casa publicadora era prácticamente propiedad de la iglesia, como él era el único administrador legal, nuestros enemigos se aprovecharon de esta situación y, con acusaciones de especulación, hicieron todo lo posible para perjudicarlo y retardar el progreso de la obra. En vista de esta situación, él presentó el asunto a la organización, y como resultado, en la primavera de 1861 se decidió organizar legalmente la Asociación Adventista de Publicaciones, de acuerdo con las leyes del Estado de Míchigan (NB 181, 182).
Puedo decir: