Los inicios de la automatización de bibliotecas en México. Juan Voutssás Márquez

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Los inicios de la automatización de bibliotecas en México - Juan Voutssás Márquez

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consiguen otros en su lugar que ocupan demasiado espacio; de un soporte para libros a algo automático hay solo un paso; entonces se consigue un portadiccionario, y una aspiradora, y todo tipo de carpetas, y varios dispositivos para manejo de tarjetas, y la fascinación crece y se alimenta, hasta que los fondos de la biblioteca, así como el tiempo y el pensamiento del bibliotecario, se pierden en la búsqueda de estos accesorios mecánicos [...] Seamos bibliotecarios, no mecánicos” (Jast 1898, 83-84).

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Anuncio de la máquina de escribir “Hammond”, y máquina. Tenía la inusual capacidad de cambiar tamaños de letra y diversos alfabetos, por lo que era muy utilizada en bibliotecas a fines del siglo XIX. Imágenes en dominio público.
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Kathleen Dowd, Catalog Departament, Main Library, 1937. Miss Dowd está operando una de las máquinas de escribir de la biblioteca especialmente adaptada para acomodar dos tarjetas de catálogo simultáneamente, permitiendo la duplicación rápida y exacta del material generalmente complejo que forma el contenido de la tarjeta. Imagen por cortesía de los Archivos de la Biblioteca Pública de Cleveland , EUA.
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Hollerith Electric Tabulator, US Census Bureau, Wshington, DC, 1908, Photography by Waldon Fawcett. Library of Congress, LC-USZ62-45687. Public Domain.
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Telar de Jacquard con tarjetas perforads, ca. 1801. CC BY-SA 2.0 fr by Rama (on work). Vía Wikimedia Commons. https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/fr/deed.en

      Entre las décadas de los treinta y los setenta hubo innumerables aplicaciones en bibliotecas basadas en el uso de tarjetas perforadas. A manera de tempranos ejemplos, Ralph Parker introdujo en 1936 en la Universidad de Texas la máquina y tarjetas de Hollerith para control de circulación y en 1940 para control de las adquisiciones de las publicaciones seriadas (Parker 1936, 903-905). En 1937, Frederick Keppel también utilizó las tarjetas y la máquina de Hollerith para los índices de autores y de materias que sustituirían el catálogo convencional y que serían usadas como dispositivos para la búsqueda bibliográfica (Williams 2002, 16-33). “[…] En 1939, Frederick Kilgour adaptó el equipo y las tarjetas McBee a las rutinas de préstamo en la Biblioteca del Harvard College” (Kilgour 1939, 131-133).

      Dorothy Waugh menciona en un artículo en 1942 una prueba piloto realizada de manera conjunta por la Biblioteca Pública de Montclair, Nueva Jersey, y la empresa IBM con el fin de averiguar si el uso de sus máquinas de negocios podría ahorrar costos en tareas rutinarias en bibliotecas. La prueba consistió en un nuevo registro de los usuarios de la biblioteca y de las tarjetas de préstamo de los libros por medio de tarjetas perforadas a fin de mejorar los servicios de préstamo de la biblioteca (Waugh 1942, 366-367). Tómese en cuenta que en esos años todavía no se habían inventado las computadoras; no obstante, las tarjetas perforadas ya se usaban en innumerables “máquinas de negocios”: clasificadoras, tabuladoras, de contabilidad, intérpretes, etcétera.

      Poco tiempo después de la creación de la tarjeta original de Hollerith, se desarrolló como variante el concepto de “tarjetas con muescas en las orillas” (edge-notched cards). Entre 1920 y 1960, se diseñaron y utilizaron decenas de diferentes dispositivos de ambos tipos; esto es, con perforaciones

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Perforadora de tarjetas para préstamo, Biblioteca Hyden, en la Universidad Estatal de Arizona, 1966. Imagen Cortesía de los Archivos de la Universidad Estatal de Arizona.

      en el centro y en las orillas, algunos manuales y otros electromecánicos no computacionales basados en tarjetas de cartón para manejo de información administrativa, muchos de los cuales pasaron a su vez a las bibliotecas de esas épocas, en especial aquellos que permitían almacenar y recuperar información documental. Poindron y Salvan (1957) consignan: “[…] El primer sistema de tarjetas superpuestas data de la patente francesa de Borgeaud y Liber número 565475 del 24 de abril de 1923; es el sistema actualmente conocido como Sphinxo y operado por Détectri”. Algunos otros autores los sitúan todavía antes de esa década. Reichman menciona que en ese rubro hubo una patente para E.C. Molina desde 1914 y que desde 1930 R. Preddek documentó su uso para recuperación de información bibliográfica (Reichman 1961,23-24).

      Perales los describió así: “[…] La operación de almacenamiento de información se hace por medio de un sistema, parcialmente mecanizado, como es el Peek-a-Boo card system” (Perales 1969, 65). Peek-a-Boo es el juego de esconder la cara y aparecer; no tiene una traducción exacta en español, pero el concepto relacionado es el de esconder y reencontrar. El término fue introducido por Wildhack y Stern (1958, 125-129), de la Oficina Nacional de Estándares de Estados Unidos en 1954. Se les denominó originalmente “tarjetas Batten” por W. E. Batten, quien en 1947 describió el uso de tarjetas de registro “perforadas en el interior” para realizar búsquedas manuales rápidas de patentes químicas. Los términos fueron muy disímbolos entre idiomas: en español, se les conoció como “tarjetas de coincidencia óptica”, “tarjetas de aspecto” y “tarjetas Batten”. En francés, se conocieron como “fiches superposables”; esto es, “fichas apilables”; en alemán como “Sichtlochkarten”, esto es, “tarjetas perforadas de búsqueda”; en Estados Unidos como “Peek-a-Boo”, “optical coincidence cards”, “feature cards” o “aspect cards”; en Reino Unido, como “optical coincidence cards” y “batten-cordonnier cards” (Reichman 1961, 23-24).

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