El profeta y El jardín del profeta. Khalil Gibran

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El profeta y El jardín del profeta - Khalil Gibran страница 3

El profeta y El jardín del profeta - Khalil Gibran Colección Nueva Era

Скачать книгу

amor no da nada sino a sí mismo y no toma nada sino de sí mismo.

      Tampoco posee ni es poseído.

      Ya que el amor es suficiente para el amor.

      Cuando amen no digan: “Dios está en mi corazón”, más bien, digan: “Yo estoy en el corazón de Dios”.

      Y no crean que pueden orientar el curso del amor, porque él si los encuentra dignos, él mismo orientará su curso.

      El amor no desea nada más que realizarse a sí mismo.

      Pero, si el amor que sienten y sus necesidades tienen deseos, que sus deseos sean estos:

      Derretirse y ser como la corriente del arroyo que le canta su melodía a la noche.

      Conocer el dolor que causa demasiada ternura.

      Ser herido por nuestro propio entendimiento del amor,

      y sangrar gozosos y voluntariamente.

      Despertar cada mañana con un corazón alado y dar gracias por un día más de amor.

      Reposar al mediodía y meditar el éxtasis de amar.

      Regresar a casa con gratitud al atardecer.

      Y dormir con una oración por el ser amado en nuestro corazón y una canción de elogio en nuestros labios».

      El matrimonio

      Entonces, Almitra le preguntó nuevamente:

      «Maestro, ¿y qué nos puedes decir del matrimonio?».

      Y él le respondió:

      «Ustedes nacieron juntos y juntos permanecerán para siempre.

      Estarán juntos cuando las blancas alas de la muerte cubran sus días.

      Sí, estarán juntos hasta en la callada memoria de Dios.

      Pero permitan que haya espacios en esa unión.

      Y dejen que los vientos del cielo corran entre ustedes.

      Ámense el uno al otro, pero no conviertan ese amor en atadura.

      Que sea, en cambio, un mar que se mueve entre las costas de sus almas.

      Llenen uno la copa del otro, pero no beban de una sola copa.

      Compartan el pan el uno con el otro, pero no coman del mismo pedazo.

      Canten y bailen juntos y siéntanse alegres, pero permitan que cada uno sea independiente.

      Así, como las cuerdas del laúd están solas aunque vibren con una sola música.

      Entreguen su corazón, pero no para que su compañero lo posea.

      Ya que solo la mano de la vida puede poseer sus corazones.

      Y permanezcan juntos, pero no demasiado juntos, porque las columnas del templo están separadas.

      Y, ni el roble se desarrolla bajo la sombra del ciprés, ni el ciprés bajo la sombra del roble».

      Los niños

      Entonces, una mujer que sostenía un niño contra su pecho le dijo: «Háblanos de los niños».

      Y él le respondió:

      «Sus hijos no son sus hijos.

      Son hijos e hijas de la vida, anhelante de sí misma.

      Llegan a través de ustedes, pero no vienen de ustedes.

      Y aunque crecen con ustedes, no les pertenecen.

      Ustedes pueden darles su amor, pero no sus pensamientos.

      Porque ellos tienen pensamientos propios.

      Pueden darle albergue a sus cuerpos, pero no a sus almas.

      Porque esas almas habitan en el hogar del mañana que ustedes no pueden visitar, ni siquiera en sueños.

      Pueden esforzarse en ser como ellos, pero no busquen que ellos sean como ustedes.

      Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el pasado.

      Ustedes son el arco desde donde sus hijos, igual que flechas vivas, son empujados hacia delante.

      El arquero ve el blanco en el camino hacia el infinito y los doblega con su poder para que esa flecha vuele veloz y lejana.

      Dejen, con alegría, que la mano del arquero los doblegue.

      Porque, así como él ama la flecha que vuela, así también ama el arco que es estable».

      El dar

      Entonces, un hombre rico le dijo:

      «Háblanos del dar».

      Y él respondió:

      «Dan muy poca cosa cuando dan de aquello que poseen.

      Cuando dan algo de ustedes mismos es cuando dan realmente.

      ¿Qué son sus posesiones sino cosas que atesoran por miedo a necesitarlas mañana?

      Y mañana, ¿qué le traerá el mañana al precavido perro, que entierra huesos en la arena sin dejar marcas, mientras camina detrás de los peregrinos hacia la ciudad santa?

      Y ¿qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?

      ¿No es el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed insaciable?

      Hay quienes dan muy poco de lo mucho que poseen y lo dan buscando el reconocimiento, y ese deseo oculto corrompe sus regalos.

      Y hay quienes tienen muy poco y lo entregan todo.

      Ellos son quienes creen en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

      Y hay quienes dan con alegría y la alegría es su premio.

      Y hay quiénes dan con dolor y el dolor es su bautismo.

      Y hay quienes dan y no conocen el dolor de dar, tampoco buscan la alegría de dar, ni son conscientes de la virtud de dar.

      Dan como, en el profundo valle, el mirto le da su fragancia al espacio.

      Dios habla a través de las manos de los que son como ellos y, desde el fondo de sus ojos, Dios sonríe sobre la tierra.

      Es bueno dar cuando ha sido pedido, pero es mejor dar cuando no lo ha sido, mediante el entendimiento.

      Y, para quienes van con la mano abierta, buscar quien recibirá es mayor alegría que la acción de dar.

      ¿Y es que acaso

Скачать книгу