La masonería. Francesc Cardona

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La masonería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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venerable maestro hacía al aspirante una serie de preguntas rituales que aquel tenía que contestar según fórmulas establecidas y sin equivocarse. Arrodillado ante la mesa o pedestal, con el pie derecho “en ángulo medio” y las puntas del compás tocándole el pecho, el aspirante, juraba no revelar, escribir, dictar, tallar, marcar, grabar o reproducir de cualquier otra forma parte alguna de los secretos de la masonería.

      Finalizada la ceremonia del juramento, se quitaba al aspirante la venda, mostrándole la gran luz. Se le hacía entrega de un nuevo mandil, que le reconocía como aprendiz aceptado, designándole el sitio que debía ocupar, y por último, el saludo que posteriormente usaban los aprendices francmasones.

      En algunas logias de la actualidad, el juramento es muy semejante al que utilizaban los masones medievales. Se ha conservado en un manuscrito de Edimburgo de 1686 el siguiente:

      “Juro por Dios y por San Juan, por la Escuadra y el Compás, someterme al juicio de todos, trabajar al servicio de mi maestro en la honorable logia del lunes por la mañana al sábado y guardar las llaves, bajo pena de que me sea arrancada la lengua a través del mentón y de ser enterrado bajo las olas, allí donde ningún hombre lo sabrá”.

      Otras variantes serían:

      “Que me rieguen el cuello, me arranquen la lengua de raíz y me sepulten en las arenas del mar durante la marea baja, o a la distancia de cien brazas de la orilla, allí donde las aguas suben y bajan dos veces cada veinticuatro horas, o el castigo más eficaz de quedar estigmatizado para siempre como hombre perjuró voluntariamente, desprovisto de toda valía mental y absolutamente indigno de ser recibido en la venerable logia”.

      En 1641 tuvo lugar en Inglaterra la iniciación de Robert Moray y el 16 de octubre de 1646 la de Elías Ashmole como recuerdan en su Diario, en Warrington Cheshire en una logia convocada expresamente para ello. Es importantísimo constatar que en ella “ya no había un solo miembro albañil”. El 10 de marzo de 1682 en una misión, que el propio Ashmole realizó a la logia de Londres escribía:

      “Recibo una convocatoria para que me presente a una logia (en este caso “reunión”) que se celebrará mañana en Mason’s Hall”.

      Lo más importante es que Ashmole se relacionaba con los principales eruditos compatriotas de la época, como Robert Boyle, Christopher Wren, Isaac Newton, John Wilkins. La relación de esta nueva masonería especulativa con los ilustrados es evidente, pero a la vez hay que resaltar que Ashmole era a la vez un claro aficionado del ocultismo que dedicaba buena parte de su tiempo a la alquimia y a la astrología.

      Elias Ashmole

      Los rosacruces y la masonería

      El gran componente gnóstico de la doctrina de los rosacruces influyó en mayor o menor grado en algunas logias masónicas operativas en la segunda mitad del siglo XVII que se hallaban en camino de transformación. Una extraña doctrina al parecer invención del abad de Adelsberg (Alemania), Juan Valentín Andreas, de confesión luterana, basada en la felicidad y la solidaridad. El citado abad creó una historia de ficción sobre un tal Christian Rosenkreuz, fundador de la Orden en la segunda mitad del siglo XIV, tal como citaba la obra, Fama Fraternitatis de la Meritoria Orden de la Cruz Rosada publicada en Alemania en 1614.

      En una Alemania desquiciada por la Reforma, la contraofensiva de la Contrarreforma y la Guerra de los Treinta Años su doctrina hermética prosperó y paró a Inglaterra en donde se fundaron numerosas sociedades extendiéndose por toda Europa, sirviendo como vehículo de transformación masónica.

      Fue en Londres donde consiguieron una gran aceptación y contribuyeron a la fundación de la Royal Society (1660) en la capital inglesa con el propósito principal de ampliar el ámbito de las ciencias. Todo lo contrario a la concepción sobrenatural que había invalidado con fuerza en aquella época el campo de la filosofía y de la teología. De aquellos grupos saldrían muchos líderes de la nueva masonería especulativa, hasta el punto de crearse un grado importante con su nombre, el de Caballero Rosacruz dentro de su escalafón.

      Robert Fludd

      La leyenda de Christian Rosenkreuz se refiere a este como “filósofo, matemático y constructor de instrumentos, que sintió deseos ardientes de realizar una reforma y buscó quien le ayudara”. Se le ha comparado a Hiram Abiff, figura principal y alegórica del ritual masónico, el descubrimiento supuesto de su tumba (1614) sería el principio de todo el ancho mundo”, tal como llamaba la Fama Fraternitatis que mezclaba doctrina calvinista en la cábala (tradición esotérica del judaísmo emparentada según algunos, otros lo niegan, con el gnosticismo y hermetismo).

      Este elemento gnóstico está presente en los orígenes de la masonería moderna del siglo XVIII:

      “Cuando Dios dio la ley a Moisés, también hizo una segunda revelación del significado secreto de tal ley”. La cábala pretende desvelar el misterio de la creación sin un Dios que existe, pero no es creador: el mundo procedería de un ser primordial por vía de progresivas emanaciones a través de los Sefirot (o cones) emanaciones intermedias. Todo lo que existe está ordenado de acuerdo con el alfabeto hebreo, “lengua sagrada usada por Dios para dirigirse a los hombres”. Los cabalistas crearon un complicado método de valoración numérica de cada palabra de alfabeto sagrado, una numerología. Y los rosacruces lo tomaron junto a otras ciencias ocultas. Según ellos el mundo debería quedar en el “mismo estado que lo encontró Adán”. Pretendían traer su sabiduría del Antiguo Egipto ya en el siglo XIV a. C., los primeros rosacrucianos se reunieron en la Gran Pirámide donde fueron iniciados en los grandes misterios. La influencia en la masonería es evidente. Si el mundo debería quedar en “el mismo estado que lo encontró Adán” podrían ser considerados como los primeros ecologistas.

      Símbolo de los Rosacruces

      La transición a la masonería moderna

      El paso de la masonería medieval de los constructores de catedrales, cualidad que se ha venido a llamar masonería operativa (opera = construir) que poseía la característica principal de observación estricta de la ley cristiana entre sus miembros, la frecuencia a la iglesia, a la masonería moderna (masonería especulativa (especular = meditar, reflexionar, teorizar) puede rastrearse a través de una serie de documentos que permiten apreciar la transición que abarca fundamentalmente de 1660 a 1716, tal como se guardan en la St. Mary’s Chapel Lodge de Edimburgo(en donde se reunía la Gran Logia).

      En sus archivos (completos desde 1599) se revelaba

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