Mando Principal. Джек Марс

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Mando Principal - Джек Марс

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tenía que concederle crédito por eso. Muchas veces, estos tipos venían aquí y trataban de convertir una mierda en oro, justo delante de sus ojos. Bueno, Barrett ya no iba a tolerarlo, y Stark había obtenido un par de puntos, por no intentarlo siquiera.

      —Por desgracia, señor, el fracaso de la misión no es realmente el mayor problema al que nos enfrentamos. La cuestión que debemos abordar en este momento es que los rusos no han reconocido que han tomado el submarino. También se niegan a responder a nuestras preguntas sobre su paradero, o las condiciones a las que se han enfrentado los hombres que estaban a bordo. Por el momento, no estamos seguro de si esos hombres están vivos o muertos.

      —¿Sabemos con certeza que interceptaron el submarino?

      Stark asintió con la cabeza. —Sí. El submarino está equipado con una baliza de localización por radio, que se había apagado. Pero también está equipado con un pequeño chip de ordenador que transmite su ubicación al sistema de posicionamiento global por satélite. El chip sólo funciona cuando el submarino está en la superficie. Los rusos parecen no haberlo detectado todavía. Está incrustado en lo más profundo de los sistemas mecánicos. Tendrían que desarmar todo el submarino, o destruirlo, para que el chip dejara de funcionar. Mientras tanto, sabemos que han elevado el submarino a la superficie, y lo han llevado a un pequeño puerto a varios kilómetros al sur de Sochi, cerca de la frontera con la ex república soviética de Georgia.

      ¿Y los hombres? —dijo Barrett.

      Stark asintió y se encogió de hombros. —Creemos que están dentro del barco.

      —¿Nadie sabe que se ha llevado a cabo esta misión?

      —Sólo nosotros y ellos, —dijo Stark. — Nuestra mejor suposición es que puede haber habido una filtración de información reciente entre los participantes de la misión, o dentro de las agencias involucradas. Odiamos pensar eso, pero la Poseidon Research ha operado al descubierto durante dos décadas, y nunca antes ha habido indicios de que se hubiera violado su seguridad.

      Entonces se le ocurrió una idea extraña a David Barrett.

      ¿Cuál es el problema?

      Ha sido una misión secreta. Los periódicos no saben nada al respecto. Y los hombres involucrados conocían bien los riesgos que corrían. La CIA conocía los riesgos. Los jefazos del Pentágono conocían los riesgos. En algún nivel, deben haber sabido lo estúpido que era. Ciertamente, nadie le había pedido permiso al Presidente de los Estados Unidos para llevar a cabo la misión. Sólo se había enterado del asunto después de que hubiera acontecido el desastre.

      Ese era uno de los aspectos que menos le gustaban, al tratar con la llamada “comunidad de inteligencia”. Tendían a contarle las cosas después de que ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto.

      Por un instante, se sintió como un padre enfadado, que acaba de enterarse de que su hijo adolescente había sido arrestado por vandalismo, por la policía local. Deja que el niño se pudra en la cárcel una noche. Iré a recogerlo por la mañana.

      — ¿Podemos dejarlos allí? —dijo él.

      Stark levantó una ceja. —¿Señor?

      Barrett miró alrededor de la habitación. Todos los ojos estaban pendientes de él. Era extremadamente sensible a las dos docenas de pares de ojos. Ojos jóvenes en las filas de atrás, ojos marchitos con patas de gallo alrededor de la mesa, ojos de búho detrás de gafas. Pero los ojos, que normalmente mostraban tanta deferencia, ahora parecían mirarlo de otra manera. Ese algo podría ser confusión, o podría ser un comienzo de...

      ¿Lástima?

      — ¿Podemos dejarlos allí y negociar tranquilamente su liberación? Eso es lo que estoy pidiendo. ¿Aunque nos lleve algo de tiempo? ¿Aunque nos lleve un mes? ¿Seis meses? Parece que las negociaciones serían una forma de evitar otro incidente más.

      —Señor, —dijo el general. —Me temo que no podemos hacer eso. El incidente ya ha sucedido.

      —Bien, —dijo Barrett.

      Y así como así, se cerró en banda. Con tranquilidad, como el chasquido de las ramas. Pero ya había tenido suficiente. El hombre lo había contradicho demasiadas veces. ¿Se daba cuenta de con quién estaba hablando? Barrett señaló al general con un largo dedo.

      —El caballo ya está fuera del granero. ¿Es eso lo que me estás diciendo? ¡Hay que hacer algo! Tú y tus títeres en la sombra habéis hecho una jugada estúpida, sobrepasando los límites por vuestra propia cuenta y ahora queréis que el gobierno oficial, elegido popularmente, os saque de vuestro embrollo. Otra vez.

      Barrett sacudió la cabeza. —Estoy harto de eso, General. ¿Qué te parece? No puedo soportarlo más. ¿De acuerdo? Mi instinto ahora me dicta dejar a esos hombres con los rusos.

      David Barrett volvió a observar los ojos en la sala. Muchos de ellos ahora estaban mirando hacia otro lado, a la mesa frente a ellos, al General Stark, a los brillantes informes encuadernados con anillas de plástico. Hacia cualquier lugar, menos hacia su Presidente. Era como si hubiera tenido un accidente en los pantalones que apestaba. Era como si supieran algo que él no sabía.

      Stark confirmó al instante la verdad sobre eso.

      —Señor Presidente, no iba a hablar de esto, pero no me deja otra alternativa. Uno de los hombres de esa tripulación ha tenido acceso a información de naturaleza altamente sensible. Ha sido una parte integrante de las operaciones encubiertas en tres continentes durante más de una década. Tiene un conocimiento enciclopédico de las redes de espionaje estadounidenses, dentro de Rusia y China, para empezar, por no hablar de Marruecos y Egipto, así como Brasil, Colombia y Bolivia. En algunos casos, él mismo estableció esas redes.

      Stark hizo una pausa. La sala estaba completamente en silencio.

      —Si los rusos torturan a este hombre durante el interrogatorio, las vidas de docenas de personas, muchas de ellas importantes activos de inteligencia, podrían perderse. Peor que eso, la información a la que esas personas tienen acceso se volvería transparente para nuestros oponentes, lo que provocaría aún más muertes. Redes extensas, que hemos tardado años en construir, podrían cerrarse en un corto período de tiempo.

      Barrett miró a Stark. La hiel de estas personas era impresionante.

      —¿Qué estaba haciendo ese hombre en la misión, General? —el ácido goteaba en cada palabra.

      —Como he indicado, señor, la Poseidon Research International había estado operando durante décadas sin sospecha evidente. El hombre se escondía a plena vista.

      —Se escondía... —dijo Barrett lentamente. —A plena vista.

      —Así es como se dice, señor. Sí.

      Barrett no dijo nada como respuesta, sólo lo miró. Y Stark finalmente pareció darse cuenta de que sus explicaciones no eran lo suficientemente buenas.

      —Señor y, de nuevo, con todo el respeto, no he tenido nada que ver con la planificación o ejecución de esta misión. No sabía nada al respecto hasta esta mañana. No formo parte del Mando Conjunto de Operaciones Especiales, ni estoy contratado por la Agencia Central de Inteligencia. Sin embargo, sí tengo confianza plena en el juicio de los hombres y mujeres que hacen...

      Barrett agitó las manos sobre su cabeza,

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