Mando Principal. Джек Марс
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—¡DETÉNGANSE! —gritó una voz grave.
El cañón de un arma de fuego fue presionado en la sien de Luke. Le estaban empujando ahí, con fuerza. Por el rabillo del ojo, Luke vio dos grandes manos negras sosteniendo el arma y un uniforme azul que se cernía detrás de ellos.
Al instante, Luke levantó las manos al aire.
—Policía, —dijo la voz, ahora un poco más tranquila.
—Oficial, soy el Agente Luke Stone, del FBI. Mi placa está en esa chaqueta de allí.
Ahora había más uniformes azules. Rodearon a Luke, alejándolo de Murphy. Lo empujaron hacia el suelo y lo sostuvieron boca abajo contra las losas. Se puso lo más suave posible, sin oponer resistencia. Las manos vagaron por su cuerpo, cacheándolo.
Miró a Murphy. Murphy estaba recibiendo el mismo tratamiento.
Espero que no tengas un arma, pensó Luke.
En un momento, hicieron que Luke se pusiera de pie. Él miró a su alrededor, había diez policías. En el extremo más alejado de la acción, apareció una figura familiar. El gran Ed Newsam, observando desde una distancia prudente.
Un policía le entregó a Luke su chaqueta, su funda y su placa.
—Bien, Agente Stone, ¿cuál es el problema?
—No hay ningún problema.
El policía hizo un gesto a Murphy. Murphy se sentó en las losas, con los brazos alrededor de las rodillas. Sus ojos parecían un poco confusos, pero volvían en sí.
—¿Quién es ese tipo?
Luke suspiró y sacudió la cabeza. —Es un amigo mío. Un viejo amigo del Ejército. —esbozó la sombra de una sonrisa y se frotó la cara. La mano salió ensangrentada. —Ya sabe, a veces se tienen estas reuniones...
La mayoría de los policías ya se estaban alejando.
Luke miró a Murphy, quien no estaba haciendo ningún esfuerzo por levantarse. Luke metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una tarjeta de visita. La miró por un segundo.
Luke Stone, Agente Especial.
En la esquina estaba el logo del Equipo de Respuesta Especial. Debajo el nombre de Luke había un número de teléfono que conducía a una secretaria en la oficina. Había algo absurdamente agradable en esa tarjeta.
Le dio la vuelta en dirección a Murphy.
—Aquí, idiota. Llámame. Te iba a ofrecer un trabajo.
Luke le dio la espalda a Murphy y caminó hacia Ed Newsam. Ed llevaba puesta una camisa de vestir y una corbata oscura y tenía una chaqueta echada sobre su hombro. Era tan grande como una montaña. Sus músculos se ondulaban debajo de su ropa. Su cabello y barba eran negros como el azabache. Su rostro era joven, no había una sola arruga en su piel.
Sacudió la cabeza y sonrió. —¿Qué estás haciendo?
Luke se encogió de hombros. —Realmente, no lo sé. Y tú, ¿qué estás haciendo?
—Me enviaron a buscarte, —dijo Ed. —Tenemos una misión. Rescate de rehenes. Alta prioridad.
—¿Dónde? —dijo Luke.
Ed sacudió la cabeza. —Clasificado. No lo sabremos hasta la rueda de prensa. Pero quieren que estemos listos tan pronto como termine la sesión informativa.
—¿Cuándo es la sesión informativa?
Ed ya se había dado la vuelta y se dirigía hacia la colina.
—Ahora.
CAPÍTULO CUATRO
12:20 Hora del Este
Sede del Equipo de Respuesta Especial
McLean, Virginia
—No te preocupes. Estás muy guapo.
Luke estaba en el vestuario masculino de los empleados. Se había quitado la camisa y se estaba lavando la cara en el lavabo. Un rasguño profundo le recorría la mejilla izquierda. La parte inferior derecha de su mandíbula estaba roja, con moretones y comenzaba a hincharse. Murph le había dado un buen golpe ahí.
Los nudillos de Luke estaban desollados y desgarrados, las heridas abiertas y la sangre aún corría un poco. Él también le había dado a Murphy algunos buenos golpes.
Detrás de él, el gran Ed apareció en el espejo. Ed se había vuelto a poner la chaqueta, era un profesional consumado y bien vestido. Se suponía que Luke iba a ser el oficial superior de Ed en esta misión. No podía ponerse su propia chaqueta del traje porque estaba sucia de cuando la había tirado en el suelo.
—Vamos, tío, —dijo Ed. —Llegamos tarde.
—Voy va a parecer la presa que ha traído el gato.
Ed se encogió de hombros. —La próxima vez haz como yo. Tráete un traje extra, y un conjunto informal extra y déjalos aquí, en tu taquilla. Me sorprende tener que enseñarte estas cosas.
Luke se había vuelto a poner la camiseta y estaba empezando a abrocharse la camisa de vestir. — Sí, pero, ¿qué hago ahora?
Ed sacudió la cabeza, sonriendo. —Esto es lo que la gente espera de ti, de todos modos. Diles que estabas haciendo un poco de combate tae kwon do en el parking, durante el descanso del café.
Luke y Ed salieron del vestuario y subieron por la escalera de hormigón hasta el piso principal. La sala de conferencias, tan cerca del estilo vanguardista como Mark Swann pudo conseguir, estaba al final de un pasillo lateral angosto. Don solía llamarlo el Centro de Mando, aunque Luke sentía que eso engrandecía un poco los hechos. Quizá algún día.
Un enjambre de mariposas nerviosas rebotaba contra las paredes del estómago de Luke. Estas reuniones eran algo nuevo para él y no podía aparentar que estaba acostumbrado a ellas. Don le dijo que eso le llegaría con el tiempo.
En el ejército, las sesiones informativas eran simples. Algo así:
Este es el objetivo. Este es el plan de ataque. ¿Preguntas? ¿Aportaciones? De acuerdo, cargad el equipo.
Estas sesiones informativas nunca eran así.
La puerta de la sala de conferencias estaba enfrente, abierta. La habitación era algo pequeña y veinte personas dentro harían que pareciera un vagón de metro lleno de gente en hora punta. Estas reuniones le ponían a Luke los pelos de punta. Había interminables discusiones y retrasos. El agolpamiento de gente le hacía sentirse claustrofóbico.
Invariablemente, habría peces gordos de varias agencias y sus empleados estarían dando vueltas, los peces gordos insistirían en dar su opinión, los empleados estarían tecleando en teléfonos BlackBerry, arañando blocs de notas amarillos, entrando y saliendo, haciendo llamadas