El craneo de Tamerlan. Sergey Baksheev

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El craneo de Tamerlan - Sergey Baksheev

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en el lado izquierdo del pecho. Le dieron una cuchillada directamente en el corazón. Yo traté de sentirle el pulso en el cuello. La piel todavía estaba tibia. Los asesinos oyeron nuestros timbrazos, le cortaron el sonido al televisor y le pusieron la bolsa de plástico a Kasimov. Cuando vieron que de todas maneras entramos, para mayor seguridad lo acuchillaron y se fueron por el jardín. Por cierto, yo escuché sus pasos. – Tikhon reflexionó y recordó algo. Con decepción se mordió los labios y dijo: – Espera…, yo escuché los pasos de una sola persona. —

      Se volteó y abrió la puerta del pequeño zaguán. La puerta de entrada a la casa estaba abierta.

      – Como no se me ocurrió revisar toda la habitación! Ellos se fueron por caminos diferentes. Y uno de ellos se quedó hasta el final observándonos. Él vio cuando pasamos al jardín. Esperó para ver si entrábamos a la casa. Para ver si encontrábamos el cadáver. Si es así, – Zakolov pasó su mano por la frente. – Si es así, debemos salir de aquí lo más rápido posible. —

      – Espera. Debemos averiguar dónde está el cráneo de Tamerlán. – Tamara estaba arrodillada revolviendo y buscando entre las fotografías.

      – No toques nada! No hay que dejar huellas digitales! —

      – Ya yo estuve aquí. Kasimov me mostró las fotografías. – la joven movió los hombros, indiferente. – Él sugirió que conoce el camino al secreto. —

      – Como que sugirió? —

      – No dijo nada concreto. Pero en los ojos se le vio seguridad. —

      – Temo que tenemos poco tiempo. —

      – Claro. Hay que ponerse a buscar. —

      Zakolov quiso insistir, pero tuvo dudas. Veinte minutos antes, él invadió la propiedad y después se metió en la casa, sin invitación. La muchacha está buscando y no la molesta el cadáver presente, y él…

      Zakolov paseó la vista por la habitación. Buscar en el desorden de los papeles no tiene sentido, pasarían horas. Entre los libros notó a los autores Conan Doyle, Agatha Christie y George Simenon. Quiere decir que al difunto cineasta le interesaban los policiales clásicos. Y alguno de los grandes autores escribió: la mejor manera de esconder algo, es ponerlo en el sitio más visible. Vamos a partir de eso. Que es lo primero que salta a la vista cuando se entra en la habitación?

      Tikhon se fue hacia el umbral.

      – Te vas? – irónica, preguntó Kushnir y siguió buscando entre los papeles, de manera desordenada.

      – No molestes. Tienes algo que hacer, hazlo. —

      De nuevo, Zakolov revisó con la vista el desordenado despacho del cineasta. Además del gran escritorio y el armario para libros, donde se concentraron los asesinos, a la vista se manifestaba la pared, llena de fotografías. Había fotos interesantes del trabajo de Kasimov así como fotografías del cineasta con amigos y colegas.

      Tikhon se paseó a lo largo de la pared mirando los paisajes, los monumentos arquitectónicos y los rostros de las personas. Había una treintena de fotografías. En algunas se veían construcciones de la edad media. Es posible que, entre ellas, el cineasta hubiera colocado el sitio concreto donde estaba el cráneo de Tamerlán. Pero Kasimov había dicho que él no sabía dónde estaba el sitio, y eso seguramente era verdad. Él también mencionó a la gente de la KGB y al arqueólogo. Ellos están directamente relacionados con el secreto. En las fotografías había militares, pero esas eran del tiempo de la Gran Guerra Patria. También había fotos de grupos de arqueólogos. Se les podía reconocer por la ropa polvorienta, las barbas, el tipo de sombreros y la piel tostada por el sol.

      Cuál era la fotografía importante? Donde estaba la pista?

      Zakolov volvió la espalda a la pared y miró los ojos muertos de Kasimov. Hacía media hora esta persona estaba viva. Pero lo que era asombroso es que en el instante antes de morir él no miraba al asesino! El que sostenía la bolsa plástica estaba a su espalda y el que lo acuchilló estaba de frente o a su izquierda. La cabeza estaba, claramente, ladeada a su derecha y miraba las fotografías en la pared!

      Tikhon trató de determinar la dirección exacta de la mirada. Se empezó a mover a lo largo y a espaldas de la pared, agachándose o estirándose, mientras no sintió los ojos muertos dirigidos directamente a sus ojos. Tratando de no mover la cabeza, mientras estaba semiagachado, se volteó. Su nariz apuntaba a una extraña fotografía.

      Era la foto de Malik Kasimov en algún museo de pintura frente a un cuadro abstracto. El cineasta tenía un libro en su mano y miraba ese cuadro. En él estaban representados diferentes figuras geométricas y puntos. Las figuras formaban un patrón incomprensible. El cuadro no recordaba ningún trabajo conocido de los abstraccionistas.

      Alguna nueva dirección en el arte contemporáneo, simbolismo o geometrismo, pensó Tikhon. Solo, que hace aquí esa fotografía ordinaria?

      Zakolov se volteó para preguntarle a Kushnir sobre la fotografía. Entre ellos había una banda de luz solar desde la ventana. Él pronunció el nombre de la muchacha al mismo tiempo que vio pasar una sombra por la zona iluminada. Hay alguien en el patio. Los asesinos? Solo eso faltaba!

      Tikhon le hizo señas de silencio a la muchacha y de no levantarse y, sin hacer ruido, se dirigió a la puerta trasera. Cuando vio hacia afuera, se dio cuenta de que la situación nueva era peor que el regreso de los asesinos. Desde afuera se acercaba un policía. El funcionario caminaba agachado pero había olvidado la gorra alta que se movía en la parte baja de la ventana como una decoración en un teatro de marionetas.

      Salir al patio por la puerta de atrás, no era posible.

      Zakolov tomó la mano de la muchacha y se dirigió hacia la puerta principal. Tamara agarró la paca de fotografías. Llegaron rápido al zaguán cuando notaron, con pánico, que la puerta principal se abría lentamente. La policía, sorpresivamente, había calculado bien esta vez. Los dos caminos de escape, estaban bloqueados.

      Zakolov y Kushnir estaban en una trampa junto al cadáver del respetado cineasta, el cual, todavía no se había puesto rígido.

      13.– Entrada a la Ciudad de los Muertos

      Por el dibujo sencillo que hizo el convicto Bakhtliar Ashmuratov, el capitán de la KGB, Grigori Averianov, encontró, aunque no enseguida, en uno de los cementerios de Khiva una antigua y singular tumba sin cadáver. Él corrió la lápida y vio una fosa rectangular oscura. El rayo de luz de la potente linterna se movió por las paredes de piedra y apuntó hacia lo profundo. Con una escalera de cuerdas el capitán bajó. Abajo en el fondo, en la pared se abría un estrecho agujero, a través del cual la luz de la linterna se ahogaba en la impenetrable oscuridad.

      Averianov retrocedió ante el agujero y se limpió el sudor frío con su mano temblorosa. Un olvidado hecho que le causó terror en la infancia se instaló de nuevo en su cerebro y le aprisionó los hombros. Estando de visita donde los abuelos, el pequeño Grigori se quedó encerrado en un sótano oscuro. Solo estuvo preso en la húmeda mazmorra dos horas pero a él le pareció que había pasado toda una semana. No importa cuanto lo tranquilizaron después, esa fobia infantil, quedarse encerrado bajo tierra y sin luz, se instaló para siempre en la conciencia de Grigori Averianov. Él se avergonzaba de eso, pero no podía hacer nada, el terror era más fuerte.

      El capitán subió de nuevo a la superficie y tapó la tumba. Lo más importante es que él había encontrado una entrada a la misteriosa Ciudad de los Muertos.

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