El craneo de Tamerlan. Sergey Baksheev

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El craneo de Tamerlan - Sergey Baksheev

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a salir de aquí si bajas a ese pozo y encuentras la caja metálica que tenía Simeón. —

      Bakhtliar se rio nerviosamente.

      – No jefe. Yo todavía quiero vivir. Búscate otros pendejos. De la Ciudad de los Muertos nadie ha regresado. —

      – Y Simeón? Como lo consiguió él? —

      – Pregúntale. —

      – Está muerto. —

      – De muerte natural? —

      – No exactamente. —

      – Viste? Los espíritus malos de la Ciudad se vengaron. —

      Grigori Averianov se disgustó.

      – No me vengas con esas estupideces de espíritus! Tú lo que tienes es miedo. Muéstrame dónde está ese pozo y yo consigo unos tipos más arrechos que tú! —

      – Candidatos a morirse siempre sobran. —

      – Entonces, vas a decirme donde está el pozo? —

      – Oye jefe, tenemos pocos cigarrillos. —

      Averianov sacó la caja de cigarrillos, ya abierta, y trató de entregársela al convicto.

      – Eso es poco. Jefe. —

      – Te voy a dar veinte cajas. —

      – Y cañita nunca tenemos. El cuerpo lo pide. —

      – Dime donde está el pozo y tendrás licor. —

      – No me estás engañando? —

      – Yo no soy policía. —

      – Lo adiviné. Dame un papel. Aquí está la muralla de la ciudad y aquí el viejo cementerio. En la esquina había una cripta, pero en vez de una tumba hay una fosa profunda. Mi padre me dijo que, en tiempos antiguos, así escondían los pozos de los enemigos. Pero yo te digo que ese hueco no se parece a un pozo. Por ahí salió Simeón.

      12.– El cadáver en el sillón

      Cuando constató que era una persona muerta lo que estaba frente al parpadeante televisor, Tikhon Zakolov palideció de terror. Él había olvidado completamente que a su espalda estaba la puerta de la entrada principal, la cual él no se había molestado en revisar.

      Y ahí, en impermeable y con guantes, muy atento al que había entrado a la habitación, estaba escondida una persona. Cuando se dio cuenta de que habían descubierto el cadáver, se puso el sombrero, tomó el maletín negro, lleno de papeles y, sin hacer ruido, salió de la casa por la puerta principal. En una esquina de la calle, el tipo en impermeable, halló un teléfono público, comprobó que no hubiera gente cerca y marcó el número 02 de la policía. Tapando el micrófono con un pañuelo y hablando atropelladamente, el tipo del impermeable informó que en la casa del conocido cineasta se escucharon gritos horribles como si hubieran matado a alguien y colgó la bocina.

      Después de la primera ola de pánico, Zakolov se tranquilizó y apagó el televisor. En el centro de la habitación se formó un cono de luz sobre el cadáver. Tikhon corrió la cortina de la ventana un poquito. La luz natural que se coló por la abertura hizo que el cuadro del asesinato no fuera tan dramático. El joven llamó a la muchacha y la encontró en el umbral de la puerta de la habitación.

      – Tamara, llegamos tarde. Aquí mataron a alguien. Ahorita lo verás… respira tranquila, Tamara. – Zakolov tomó a la muchacha pálida. – No te vayas a desmayar. No me gustaría. Aguanta. Es necesario que reconozcas a Kasimov. Después nos iremos. —

      Él llevó a la muchacha hacia el sillón sosteniéndola por la cintura.

      – Es Malik Kasimov? —

      Tamara asintió nerviosamente, se pegó a Zakolov y, con voz temblorosa, preguntó:

      – Que pasó aquí? —

      Tikhon suspiró fuertemente.

      – Yo creo que todo fue muy sencillo. A Kasimov lo levantaron de la cama en el medio de la noche. Lo amarraron del sillón y empezaron a torturarlo. La tortura no fue sutil. Le ponen una bolsa en la cabeza, esperan que se empiece a ahogar, se la quitan. Y, de nuevo, le hacen la pregunta. Actuaron calculadamente y a sangre fría. Observa, lo trajeron desde el dormitorio a esta oficina. Esta habitación está en el centro de la casa y aquí hay una sola ventana. Para que no se escuchara nada, cerraron las cortinas y encendieron el televisor. – Zakolov hizo un recorrido con la vista de la habitación revuelta. – Ellos buscaban algo, y él no quiso entregarlo. Kasimov tendría dinero? —

      – Poco probable. —

      – Y yo lo creo. Juzgando por el papelero regado, los asesinos no buscaban cosas valiosas, sino documentos. —

      – Asesinos? Eran varios? —

      – Por lo menos, dos. —

      – Explícate. —

      Tikhon miró con asombro a Tamara, la cual, minutos antes, temblaba de miedo. Ahora, se desentendió del cadáver y, con curiosidad, examinaba la habitación. Una verdadera periodista. Nada que decir.

      – Dos. Porque, mientras uno lo sostenía, el otro lo amarraba. Mira, el rostro de la víctima no tiene golpes. El pijama no está roto. Inclusive todos los botones están en su sitio. Si hubiera actuado uno solo, tendría que haberlo ahorcado o golpearlo fuertemente antes de atarlo.

      – Que documentos buscarían? —

      – Se me ocurre que ellos están interesados en lo mismo que nosotros. —

      – Por qué crees eso? —

      – Ayer alguien, fuera de la ventana, nos escuchó. Nosotros dijimos que hoy vendríamos donde Kasimov. Y decidieron adelantársenos. —

      – Que mala suerte! Llegamos tarde! —

      – Tú lo sientes porque mataron a una persona o porque se perdieron unos documentos? —

      – Que clase de pregunta idiota es esa? —

      – Solo quiero entenderte mejor. —

      – Yo necesito saber dónde está el cráneo de Tamerlán! —

      – Gracias por la sinceridad. —

      – Te gustan las palabritas, no? Los asesinos pudieron haber venido después de nosotros. Y torturar, y matar. —

      – Eso es lógico. A propósito, te puedes quedar tranquila. Los asesinos no consiguieron la información. —

      – Por qué estás tan seguro? – Una alicaída Tamara se alegró y miró, esperanzada, a los ojos de Zakolov.

      – A Malik Kasimov lo torturaron hasta nuestra llegada. Significa que él no dijo nada a los asesinos. Y él no murió asfixiado. —

      – Y

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