El craneo de Tamerlan. Sergey Baksheev
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– No puedo recordar con exactitud! En el cuadro también había puntos. Que probablemente significaban algo también. Lástima que no agarré la foto. Y volver a esa casa no es posible. La policía estará trabajando en las evidencias.-
– Espera. – Tamara apretó el hombro de Tikhon. – Cuando lo entrevisté yo le pedí a Kasimov fotografiarlo para el periódico. Al principio se negó, pero después se paró al lado de esa pared, me dio instrucciones y el mismo estableció la luz. Tomé la foto, pero en el periódico no la colocaron en el artículo. —
– La tienes todavía? —
– Sí. Ayer quería mostrártela. Ya va. – La muchacha abrió un cajón, sacó la foto y se la dio a Zakolov. – Mira, él está al lado de ese cuadro!
15.– La última fotografía de Kasimov
Con agitación, Tikhon tomó la pequeña foto y la miró con atención. Era incómodo observar el rostro vivo de alguien recientemente asesinado. Malik Kasimov miraba el objetivo como desafiando al observador y preguntándole: Yo soy una persona meritoria y tú, quién eres? La sombra que había a la derecha no dejaba ver las fotografías de ese lado de la pared, pero a la izquierda se veía claramente la foto que interesaba a Zakolov.
Tikhon acercó la fotografía a sus ojos, tratando de distinguir los símbolos en el cuadro.
– Tú no conoces el autor de esa pintura? – preguntó a la muchacha.
– No. No parece de la escuela europea y menos, oriental. Por lo menos en ningún museo de Tashkent está. Eso te lo aseguro. —
– Me imagino que en otros museos tampoco. Es posible que eso sea un fotomontaje. Kasimov era un profesional. —
– Y que te dice todo eso? —
– Si fue él mismo que escogió eso para tratar de decir algo, y en el contexto de la conversación sobre Tamerlán entonces… —
Entonces sonó el timbre del apartamento. Zakolov y Kushnir intercambiaron miradas preocupadas.
– La policía no puede involucrarnos tan rápido. – Tikhon trató de tranquilizar a Tamara, pero para sus adentros, pensó: “A menos que se lo hayan dicho nuestros misteriosos adversarios”.
Un nuevo timbrazo insistente puso a temblar a la muchacha. Zakolov tomó sus manos, calculando las posibles variantes. Los habrían visto en la casa de Kasimov o no? Dejaron huellas o no? Debimos habernos cambiado de ropa enseguida.
Enseguida después del tercer timbrazo se oyó la voz impaciente de Evtushenko:
– Tikhon, Tamara, soy yo, Sasha! —
– Como lo olvidé! – Zakolov se golpeó la frente y fue a abrir la puerta.
– No molesto? – sonriendo irónicamente, Evtushenko entró al apartamento.
Involuntariamente, Tamara se arregló el cabello.
– Donde estuviste? – Preguntó Tikhon, sin hacerle caso a la indirecta. – Si yo te contara! —
– Me fui a ver Tashkent. Somos turistas, no? Y ya que ustedes no me llevaron… —
– Pero no sirvió de nada. Si hubieras ido a la casa del cineasta y hubieras vigilado mientras estábamos adentro, muchas cosas serían más claras. —
– En la noche se va el tren. Lo recuerdas, no? —
– La noche es la noche. Ahorita es el día. – Gruñó Tikhon y, de nuevo, se dedicó a mirar la fotografía.
– Que es eso? – Se interesó Alexander. – Kasimov? —
– A mí no me interesa él, sino el cuadro. Pero la foto es muy pequeña. – Hay unos dígitos, pero son difíciles de ver. —
– Dígitos? – se extrañó Evtushenko. – Estamos jugando a los espías? —
– Por ahora, a los arqueólogos. Pero es un juego muy peligroso. Ya hoy mataron a una persona. —
– Kasimov. – dijo Evtushenko.
– Como lo sabes? Ya hablan de eso por ahí? – Se preocupó Tamara.
– Se me ocurrió, porque ustedes fueron para allá. —
– Tienes razón. Unas bestias lo mataron justo antes de nuestra llegada. En su casa encontramos solamente el cadáver. —
– La policía casi nos agarra! – dejó escapar Tamara. – Apenas pudimos salir.
– Vaya, vaya! Buen comienzo. —
– Así es. No pudimos hablar con Kasimov. Mira, él es quien está en la foto. Eso fue hace tres semanas, él estaba bien y sano. Esta, probablemente, es su última fotografía. – Decepcionado, Tikhon apartó la foto.
– Si es muy pequeña, entonces no hay sino que agrandarla. – propuso Alexander.
– Claro! Tamara, todavía tienes el negativo? Dónde está? —
– No fui yo quien la imprimió, sino nuestro fotógrafo de la redacción. Ni siquiera tengo el equipo de impresión. —
– Él te devolvió el negativo? —
– No. Para que yo lo querría. Él se quedó con el rollo. —
– Puedes llamarlo por telefono? Es necesario hacer ese agrandamiento inmediatamente. —
– Voy a llamarlo. Vamos a ver si está en casa. —
– Trabaja en su casa? —
– Román Kireev no es un trabajador fijo del periódico, es contratado, como yo. —
– Espera, voy a ver si no nos están escuchando otra vez. – Zakolov se asomó a la ventana y constató que el patio estaba vacío, entonces le dijo: – Puedes telefonearle. —
Tamara Kushnir marcó el número, le respondieron, coqueteó unos minutos con el interlocutor y, de repente, gritó:
– Román tiene los negativos! Que de qué tamaño quieres la foto? —
– Él vive lejos? —
– No mucho. —
– Dile que vamos para allá. Yo le mostraré. —
Rápidamente, Tamara se puso de acuerdo con Román y colgó la bocina. En sus ojos había chispazos de pasión cazadora:
– Tú crees que estamos en la dirección correcta? —
– Puede ser. —
– Román nos espera.
– Vamos! —