El lado perdido . Sally Green

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El lado perdido  - Sally  Green Una vida oculta

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el Don de la invisibilidad. No saben que estoy allí hasta que es demasiado tarde.

      —Aun así pueden acabar contigo. Con las balas que vuelan por todos lados, es un milagro que aún no haya pasado. Casi mueres por la bala de un Cazador en Ginebra. El veneno por poco te mata. Una herida…

      —Tengo cuidado. Y soy mejor que ellos, mucho mejor.

      —También ellos pueden volverse invisibles. Todavía pueden…

      —Te he dicho que tengo cuidado.

      Gabriel frunce el entrecejo.

      —No se trata sólo de ti. Tus ataques atraen a más Cazadores hacia nuestra dirección, los guían cada vez más cerca de nosotros y de Greatorex, y nos pones en riesgo.

      —Greatorex y su pandilla entrenan para cuando llegue ese día, aunque hasta donde recuerdo, las últimas dos veces que mudamos el campamento no hubo una sola confrontación y soy el único que ha asesinado a alguien, soy yo quien tiene sangre en las manos. Es como si ese grupo únicamente quisiera entrenar y esconderse y…

      —Sabes que eso no es cierto.

      —Tampoco es cierto para mí.

      Paso el dedo por la hoja del Fairborn y me hago un corte. Me chupo la sangre y luego curo la herida antes de meter la piedra para afilar en mi mochila y el Fairborn en su funda.

      —Nathan, que elimines a unos cuantos Cazadores más no cambiará la guerra, no cambiará nada.

      —Diles eso mientras les arranco las entrañas.

      —Sabes tan bien como yo que la mayoría de ellos son jóvenes. Los manipulan para que luchen por la causa de Soul. La guerra no es contra ellos, es contra Soul. Él dirige el Consejo de Brujos Blancos; él utiliza a Wallend para concebir su perversa magia. Son ellos dos contra los que deberías estar luchando. Ellos comenzaron la guerra, y sólo al matarlos ésta culminará.

      —Bueno, más temprano que tarde lidiaré con ellos. Imagina que estos ataques son en realidad una práctica. Cuando haya dominado todos los Dones de mi padre estaré listo para enfrentarme a Soul.

      —Y mientras tanto practicas asesinando a jovencitos.

      Me vuelvo invisible, extraigo el Fairborn de su funda y reaparezco tocando con la punta del cuchillo el cuello de Gabriel.

      —Son Cazadores, Gabriel. Están en el bando de Soul para perseguirnos y aniquilarnos, pero mi intención es perseguirlos y aniquilarlos a ellos. Y si tengo que hacerlo, asesinaré a todos: jóvenes y viejos, reclutas y veteranos. Ellos se alistaron, tomaron su decisión. Y yo estoy tomando la mía.

      Gabriel golpea mi brazo con fuerza, alejando el Fairborn de su cuello.

      —No me apuntes con esa cosa. No soy tu enemigo, Nathan.

      Lo insulto.

      —¿Sólo sirves para eso? —Gabriel da un paso atrás sobre la pila de cincuenta y dos piedras—. ¿Para maldecir y matar? —baja la mirada hacia ellas—: ¿cuántas más quieres, Nathan? ¿Deseas toda una montaña? —las patea—. ¿Te hará sentir mejor? ¿Te ayudará a dormir por las noches?

      —Saber que hay unos cuantos Cazadores menos me hace sentir mejor. En cuanto a ayudarme a dormir por las noches, hay que aceptarlo: eso no puede empeorar.

      Me aseguro también de lanzar todos los insultos que me vienen a la cabeza.

      Cojo la mochila y Gabriel extiende la mano para tocarme el brazo, pero me lo quito de encima y salgo del campamento trotando rápidamente. No miro hacia atrás.

      UNA TRAMPA BÁSICA

      Esta vez, mientras corro, pienso en Annalise. Imagino que la estoy persiguiendo de cerca. Puedo correr durante horas sin parar, pero cuando me concentro en ella, el tiempo transcurre aún más rápido. Sin embargo, no puedo detenerme en hacerlo. Debo ser estricto conmigo mismo: tengo que enfocarme en dar caza a los Cazadores. Gabriel tiene razón en algo: es peligroso y no importa cuán bueno sea yo, ellos pueden tener suerte. Para conservar la fortuna de mi lado debo progresar. Debo volverme mejor, más veloz, más fuerte. Debo averiguar en qué soy débil. Celia me enseñó eso: Aprende de tus errores, pero ten en cuenta que tus enemigos aprenderán de los suyos. Así que cada vez que ataco a un grupo de Cazadores, aprendo y afino el control de mis nuevos Dones.

      Debo seguir practicando y ahora mismo lo hago mientras corro: me vuelvo invisible; lanzo rayos de la mano izquierda y luego de la derecha; arrojo una columna de fuego por la boca. Hasta ahora el único Don de mi padre que he usado en combate real es el de la invisibilidad, pero aun así, la última vez me rozó una bala. No le he contado eso a Gabriel. Tardé varias horas en extraer el veneno de la herida de la piel. Pero aprendí de la experiencia, Celia estaría contenta. En ese momento fui muy lento. Me quedé en el mismo lugar medio segundo más. No volverá a pasar y ahora estoy listo para usar los rayos mientras permanezco invisible y no tenga que acercarme. Esto revelaría mi posición, así que debo lanzarlos y seguir moviéndome. Arrojo uno de la mano izquierda, luego me tiro al suelo y giro a la derecha, disparando otro de la mano derecha mientras avanzo.

      Y lo hago otra vez. Más rápido y con más fuerza.

      Y una vez más.

      Me sigo moviendo hasta que anochece y luego acampo junto a un arroyo para descansar. Tengo hambre. Anoche vomité la sopa y el queso y no he comido nada desde entonces. Pero antes de pensar en alimentos, necesito hacer una cosa más: intentar detener el tiempo, otra vez. Lo repaso mentalmente, recuerdo cómo Marcus movía sus manos en círculo, frotando las palmas. Procuro imitar la misma técnica y pienso en desacelerar lo que me rodea, imagino que se detiene todo. El bosque está en calma y aguanto la respiración, preguntándome si lo he logrado. Pero sé que no es así; la quietud es distinta cuando el tiempo se detiene. Desearía preguntar a mi padre cómo liberar ese Don. Desearía preguntarle tantas cosas. Sobre todo anhelo que hubiésemos tenido más tiempo juntos.

      Llevo puesto el anillo de oro que me dio, lo aprieto contra mis labios y lo beso. El tiempo que compartimos juntos, aunque breve, fue increíble. Aprendí mucho al emular a mi padre. Me transformé en águila, y volamos y cazamos juntos. Esos días fueron preciosos. Al estar sentado en su compañía, en silencio, sentí que lo conocía y que él me conocía a mí.

      Intento detener el tiempo una vez más, pero nada pasa y necesito comer. Tengo que transformarme en animal. Por lo menos ese Don, mi propio Don, sí surge ahora de manera natural, aunque no lo emplee con frecuencia. Ya no le tengo miedo, pero sé que me lleva a otros ámbitos. Al animal no le importan las cuestiones humanas, ya sea Annalise o mi padre. Recuerdo que cuando empezaba a aprender a transformarme le gritaba, esperando que me escuchara, que me entendiera. En realidad, yo necesitaba escucharlo, entenderlo. Ahora respeto a mi animal, a mi otro yo. Es brutal y rápido y salvaje, pero está en paz con el mundo.

      No tengo que quitarme la ropa antes de transformarme. Me pongo de pie, respiro, me imagino al lobo y…

      Nosotros —mi animal y yo— hemos atrapado un tejón. Una buena comida. Y ya he disfrutado unas cuatro horas de descanso reparador. Sin sueños. En este momento estoy paseando como humano, practico mis Dones de nuevo y me siento bien, reconozco mi velocidad. Cuando llego al lugar donde aniquilé a las dos Cazadoras ya ha caído la tarde. Aminoro la velocidad mientras me acerco al claro y lo rodeo.

      El

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