El cuerpo lleva la cuenta. Bessel van der Kolk
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Representación del cerebro bajo el trauma: Los puntos brillantes en (A) el cerebro límbico y (B) la corteza visual mostraban un aumento de la activación. En la representación (C) el centro del habla muestra una activación notablemente reducida.
Al salir del escáner, Marsha parecía derrotada, fuera de sí y paralizada. Respiraba superficialmente, con los ojos bien abiertos y los hombros encorvados; la viva imagen de la vulnerabilidad y la indefensión. Intentamos reconfortarla, pero me preguntaba si algo de lo que habíamos visto compensaría su aflicción.
Después de que los ocho participantes siguieran el mismo proceso, Scott Rauch se puso a trabajar con sus matemáticos y sus estadísticos para crear imágenes compuestas que compararan la activación creada por los flashbacks con el cerebro en situación neutra. Al cabo de algunas semanas me envió los resultados, que verán a continuación. Me puse los escáneres en la nevera de mi cocina y, durante los meses siguientes, los miré cada tarde. Se me ocurrió que así era como los primeros astrónomos debían sentirse al mirar por el telescopio una nueva constelación.
Había algunos puntos y colores confusos en el escáner, pero la mayor área de activación cerebral (una gran zona roja en el centro inferior derecho del cerebro, que es el área límbica o cerebro emocional) no fue ninguna sorpresa. Ya sabíamos que las emociones intensas activan el sistema límbico, en concreto un área de este llamado amígdala. Dependemos de la amígdala para que nos avise de los peligros inminentes y para activar la respuesta de estrés del cuerpo. Nuestro estudio mostraba claramente que cuando a las personas traumatizadas se les muestran imágenes, sonidos o ideas relacionados con su experiencia particular, la amígdala reacciona con alarma (incluso, como en el caso de Marsha, trece años después del acontecimiento). La activación de este centro del miedo desencadena la cascada de hormonas del estrés e impulsos nerviosos que elevan la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y el consumo de oxígeno (preparando al cuerpo para escapar o luchar).1 Los monitores conectados a los brazos de Marsha registraban este estado fisiológico de agitación, aunque nunca perdió totalmente de vista que estaba tranquilamente tumbada en el escáner.
UN HORROR INDESCRIPTIBLE
Nuestro hallazgo más sorprendente fue una mancha blanca en el lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral, en una región llamada área de Broca. En este caso, el cambio de color significaba que había una importante disminución en esa parte del cerebro. El área de Broca es uno de los centros del habla del cerebro, que suele verse afectada en pacientes de ictus, cuando se corta el riego sanguíneo hacia esta región. Sin un área de Broca que funcione bien, no podemos expresar en palabras nuestras ideas ni nuestros sentimientos. Nuestros escáneres mostraron que el área de Broca se desconectaba cuando se desencadenaba un flashback. En otras palabras, obtuvimos una prueba real de que los efectos del trauma no son necesariamente diferentes de los efectos de las lesiones físicas como los ictus (y que pueden superponerse con estas).
Todos los traumas son preverbales. Shakespeare capta este estado de terror indescriptible en Macbeth, cuando se descubre el cadáver del rey asesinado. «¡Oh! ¡Horror! ¡Horror! ¡Horror! ¡Ni la lengua ni el corazón pueden concebir ni nombrar esto! La confusión acaba de hacer su obra maestra». Bajo condiciones extremas, la gente puede gritar obscenidades, llamar a su madre, gritar de terror o simplemente callarse. Las víctimas de ataques y de accidentes permanecen mudas y paralizadas en las urgencias; los niños traumatizados «se quedan sin lengua» y se niegan a hablar. Fotografías de soldados de combate muestran a hombres con la mirada vacía mirando en silencio hacia el vacío.
Incluso años después, a las personas traumatizadas les cuesta muchísimo contar a los demás lo que les ha sucedido. Su cuerpo revive el terror, la rabia y la impotencia, así como el impulso de luchar o de huir, pero estos sentimientos son prácticamente imposibles de articular. Por naturaleza, el trauma nos lleva al borde de la comprensión, desconectándonos del lenguaje basado en la experiencia común o en un pasado imaginable.
Esto no significa que las personas no puedan hablar de una tragedia que les haya ocurrido. Tarde o temprano, la mayoría de los supervivientes, como los veteranos del capítulo 1, elaboran lo que muchos llaman una «historia de portada», que ofrece algunas explicaciones de sus síntomas y su comportamiento para consumo del público. Estas historias, sin embargo, en raras ocasiones captan la verdad interna de la experiencia. Es sumamente difícil organizar las experiencias traumáticas propias en un relato coherente, en una narración con un inicio, un desarrollo y un final. Incluso un experimentado reportero como el famoso corresponsal de la CBS Ed Murrow tuvo dificultades en transmitir las atrocidades que vio cuando el campo de concentración de Buchenwald fue liberado de los nazis en 1945: «Ruego que crean lo que he dicho. He contado lo que vi y oí, pero solo una parte de ello. Para la mayoría de las cosas, no tengo palabras».
Cuando las palabras fallan, las imágenes aterradoras captan la experiencia y vuelven como pesadillas y flashbacks. A diferencia de la desactivación del área de Broca, en nuestros participantes se iluminó otra región, el área 19 de Brodmann. Es una región de la corteza visual que registra las imágenes cuando entran por primera vez en el cerebro. Nos sorprendió ver activación cerebral en esta área tanto tiempo después la primera vivencia del trauma. En situaciones normales, las imágenes en bruto registradas en el área 19 se difunden rápidamente a otras regiones cerebrales que interpretan el significado de lo que se ha visto. De nuevo, estábamos viendo una región cerebral activada como si el trauma estuviera ocurriendo realmente.
Como veremos en el capítulo 12, en el que hablaremos de la memoria, otros fragmentos no procesados del trauma, como los sonidos, los olores y otras sensaciones físicas, también se registran separadamente de la historia en sí. Sensaciones similares suelen desencadenar un flashback que los lleva de nuevo a la conciencia, aparentemente inalterados por el paso del tiempo.
PASAR A UN LADO DEL CEREBRO
Los escáneres también revelaron que, durante los flashbacks, solo se iluminaba el lado derecho del cerebro de nuestros sujetos. Actualmente existe mucha literatura científica y popular sobre las diferencias entre el cerebro derecho y el izquierdo. A principios de los años noventa, escuché que algunas personas habían empezado a dividir el mundo entre la gente de hemisferio cerebral izquierdo (gente racional, lógica) y la gente de hemisferio cerebral derecho (gente intuitiva y artística), pero no presté mucha atención a esa idea. Sin embargo, nuestros escáneres mostraban claramente que las imágenes de los traumas del pasado activan el hemisferio derecho del cerebro y desactivan el izquierdo.
Actualmente sabemos que los dos hemisferios del cerebro hablan lenguajes diferentes. El derecho es intuitivo, emocional, visual, espacial y táctil; y el izquierdo es lingüístico, secuencial y analítico. Mientras que el hemisferio izquierdo del cerebro se ocupa de la conversación, el derecho es el que se ocupa de la música de la experiencia. Se comunica mediante expresiones faciales y lenguaje corporal, y componiendo los sonidos del amor y de la pena: cantando, jurando, gritando, bailando o imitando. El cerebro derecho es el que se desarrolla primero en el útero, y transmite la comunicación no verbal entre las madres y sus hijos. Sabemos que el hemisferio izquierdo se conecta cuando los niños empiezan a comprender el lenguaje y aprenden a hablar. Esto les permite nombrar las cosas, compararlas, comprender sus interrelaciones y empezar a comunicar sus experiencias únicas y subjetivas a los demás.
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