Rebeldes. Amy Tintera

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Rebeldes - Amy Tintera Reiniciados

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con un grupo de Reiniciados jóvenes e impacientes. Comenzó a guiarnos hacia la reserva y empecé a seguirlos, pero sentí un tirón en la mano, mientras Wren se mantenía firme y observaba al río de Reiniciados seguir a Micah.

      Estaba nerviosa, aunque me había costado un poco aprender cómo era esa expresión en particular. Tomó aliento brevemente y sus ojos se movieron rápidamente sobre la escena frente a nosotros.

      —¿Todo bien? —pregunté.

      Cuando Wren estaba nerviosa, yo también lo estaba.

      —Sí —dijo con suavidad, como si no lo estuviera. Yo sabía que no le emocionaba ir a la reserva tanto como a mí. Me había dicho que se habría quedado en la CAHR de no haber sido por mí. No podía ni empezar a entender eso y se me ocurrió por primera vez que quizá no sólo se había convencido a sí misma de que era feliz como esclava de la CAHR, quizá de verdad lo era.

      Quería pensar que ella se adaptaría y sería feliz aquí también, pero era difícil decirlo. No estaba del todo seguro de qué era lo que hacía feliz a Wren, aparte de propinar palizas a la gente. Claro, si yo fuera tan bueno en eso como ella podría hacerme muy feliz también.

      Apenas asintió, como si tratara de convencerse de algo, y comenzó a caminar hacia la reserva. Los Reiniciados que bordeaban la reja permanecieron quietos mientras nos acercábamos. Todos nos apuntaban con las armas.

      Micah se alejó del grupo y levantó una mano hacia sus tropas.

      —¡Abajo las armas! ¡Mantened vuestras posiciones!

      En cuanto gritó la orden cada Reiniciado bajó la pistola. Sus ojos brillantes estaban clavados en nosotros y cogí aire mientras le echaba un vistazo a la fila. Había muchos. La mayoría tenía más o menos mi edad, pero vi algunos que parecían estar más cerca de los treinta o de los cuarenta.

      Los Reiniciados de la reserva vestían ropa suelta de algodón, de colores claros, nada parecida a los uniformes negros que la CAHR nos obligaba a usar, con la excepción de los cascos en la cabeza. Estaban fuertes y bien alimentados y, aunque habían tomado sus posiciones para lo que pensaban que era un ataque, ninguno parecía asustado. En todo caso, estaban… ¿emocionados?

      Micah levantó hasta su boca una caja negra parecida a los sistemas de comunicación que usaba la CAHR. Habló por ahí, mirando hacia la torre a nuestra derecha. Escuchó un momento, asintió y dijo unas cuantas palabras antes de metérsela dentro del bolsillo.

      Dio un paso atrás y nos llamó con dos dedos.

      —Wren.

      Ella se quedó quieta junto a mí, con los hombros tensos. Micah gesticuló con la cabeza para que se acercara y ella dio un diminuto suspiro mientras soltaba sus dedos de los míos. La gente se apartó mientras ella caminaba hacia él. Me sentí incómodo por ella, pues todos la miraban.

      Micah sonrió ampliamente cuando ella se detuvo a su lado. Alcanzó la mano de Wren con la suya y la obligó a dar un pequeño salto. Tenía una expresión de adoración tan pura en el rostro que me habrían dado celos de no ser porque ella lo miraba como si fuera un extraterrestre.

      Está bien, quizás estaba un poquito celoso. Ella me había mirado como si fuera un extraterrestre al principio también, pero ahora estaba seguro de que le gustaba.

      Bueno, más que seguro, casi seguro. Tan seguro como puedes estarlo sin estar totalmente seguro. Ella había dejado su hogar (la prisión) por mí y luego había arriesgado su vida y derribado las instalaciones de la CAHR para salvarme. Me pareció que ésa era la versión de Wren de Estoy loca por ti. Con eso me conformaba.

      Wren arrebató su mano de la de Micah, pero él parecía no darse cuenta de nada y sonreía mientras miraba a los Reiniciados de la reserva.

      —Amigos, ésta es Wren Uno-Siete-Ocho.

      Algunos soltaron gritos ahogados. Suspiré para mis adentros. Con cada segundo que pasaba me iba desapareciendo cualquier esperanza que hubiera tenido de que nuestros números ya no importaran aquí. Algunos de los Reiniciados la miraban con tanto asombro y emoción que los quería abofetear y decirles que pararan de ser tan extraños.

      —Ha traído consigo a todos los de las instalaciones de Austin —continuó Micah.

      Más gritos ahogados. Por lo menos les emocionaba vernos.

      —No lo he hecho yo sola —Wren examinó a la multitud, pero no pareció lograr encontrar a Addie—. Addie Tres-Nueve y yo lo hemos hecho juntas.

      Micah medio asintió, de esa manera en que lo hace la gente cuando en realidad no está prestando atención. Sonreía de oreja a oreja a los Reiniciados de la reserva, quienes se susurraban unos a otros, con rostros un tanto optimistas.

      Wren me miró confundida, mientras Micah levantaba la mano. La multitud se calló.

      —Está bien —dijo—. Tengo buenas noticias.

      Menos mal. Las necesitaba. Esperaba que fuera algo por el estilo de tengo comida y camas para todos vosotros en este mismo momento.

      Micah gesticuló hacia la torre.

      —Me acaban de avisar que están llegando más transbordadores de la CAHR. Ya están en camino en este momento.

       Espera. ¿Qué?

      —A unos ciento sesenta kilómetros de distancia —continuó Micah—. Por lo menos siete confirmados.

      ¿Qué parte eran las buenas noticias?

      —Así que —Micah sonrió entre dientes, mientras levantaba un puño al aire—. ¿Listos?

      Al unísono, todos los Reiniciados de la reserva contestaron con un solo grito ensordecedor.

      —¡AL ATAQUE!

      CAPÍTULO DOS

       WREN

      Me paralicé mientras Callum me miraba con horror. ¿Al ataque?

      —Wren —Micah me puso una mano en el hombro. Me moví para quitármela.—. ¿Vosotros habéis llegado en transbordadores de la CAHR, no es así? ¿Dónde están?

      Parpadeé. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo sabía que había más transbordadores de la CAHR en camino?

      —Los hemos dejado un par de kilómetros atrás —dije—. No queríamos alarmaros si nos acercábamos demasiado con ellos.

      —Estábamos alarmados, obviamente —dijo Micah con una carcajada, gesticulando al ejército de Reiniciados detrás de él. Se metió los dedos en la boca y silbó—. ¡Jules!

      Una chica unos cuantos años mayor que yo se unió a nosotros. Era pelirroja y llevaba el código de barras de la CAHR estampado en la muñeca, pero no pude descifrar el número.

      —Ve por esos transbordadores —Micah levantó la mano, hizo una especie de movimiento circular con el dedo y la reja de madera de inmediato comenzó a crujir mientras

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