Rebeldes. Amy Tintera
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Micah se carcajeó mientras daba un paso hacia mí.
—¿Novato?
—Sí —contesté. A veces olvidaba que Callum sólo llevaba unas semanas en la CAHR antes de que yo me las ingeniara para escapar y salvarle la vida. Este último mes parecía más un año.
—¿El novato querrá quedarse aquí con la segunda oleada? Porque voy a poner a todos los Reiniciados de Austin en una tercera oleada al fondo de la reserva, excepto vosotros. No os quiero echar al fuego y asustaros el primer día que estáis aquí.
Vacilé. Mire a Callum. Él estaría más seguro en la tercera oleada. Yo estaría más segura en la tercera oleada, pero me imaginaba que nadie creería eso. Los Reiniciados fuertes tenían que estar en el frente. Mi mirada se cruzó con la suya y asintió como si me entendiera.
—Está bien —le dijo a Micah—, iré con los otros Menos-Sesenta.
Callum comenzó a alejarse y le di la mano. Me aparté de Micah.
—Úsala si lo tienes que hacer, ¿vale? —le dije en voz baja, señalando con la mirada la pistola.
Asintió, pero nuestras definiciones de si lo tienes que hacer quizás eran muy distintas. Lo más seguro era que ni le quitara el seguro.
Me apretó la mano y sus ojos oscuros se suavizaron cuando me miró.
—Ten cuidado.
Me lo quedé mirando mientras se alejaba; deseaba haberle dicho que escapáramos. Quizás habría estado de acuerdo.
—Wren, ¿quieres venir conmigo? —preguntó Micah. Miró a los otros Ciento-Veintes—. Vosotros quedaos aquí.
Me giré para mirar a Beth rápidamente. Era el número más alto de las instalaciones de Austin, pero en el camino me contó que sólo había Reiniciado hacía cinco meses. Parecía estar más cómoda ofreciéndose como la voz de los Reiniciados de Austin y yo no estaba muy segura de cómo la hacía sentir prepararlos para la batalla. Su mirada era neutral, pero enredaba con frenesí un mechón de pelo alrededor de uno de sus dedos.
—¿Te parece bien quedarte aquí para la segunda oleada? —le pregunté en voz baja. Tragó saliva, su expresión era incierta.
—Sí.
Un tipo de pelo oscuro dio un paso adelante, con la expresión tranquila y reconfortante.
—Os pondremos al tanto de lo que esté pasando.
Beth asintió y me hizo un gesto para que me fuera. Corrí para alcanzar a Micah. Lo seguí fuera de la reja de la reserva y me giré para ver la primera oleada de Reiniciados. Ahora estaban relajados, apoyados en la barda de madera y charlando. El ambiente era tranquilo, pero lleno de expectación. Siempre había disfrutado la emoción de perseguir y luchar, así que casi podía entender cómo algunos de ellos se mostraban ansiosos por la pelea. Hacer acopio de emoción ayudaba a mantener el miedo a raya.
—¿Qué tal eres para pilotar ese transbordador? —preguntó Micah. Se detuvo y entrecerro los ojos para mirar en la distancia.
—Buena, excepto por el aterrizaje. El mío quedó bastante golpeado.
—Haremos que otra persona lo pilote, entonces. Tú y yo nos iremos en un transbordador y trataremos de disparar a todos los que podamos en el aire antes de que lleguen aquí —me miró con aprobación—. Qué estupenda idea, robar los transbordadores de la CAHR para escapar. ¿Cómo lo hicisteis?
—Nos ayudaron los rebeldes. Tony y Desmond y algunos más. Los conoces, ¿no?
Micah se rio, aunque no estaba del todo segura de por qué.
—Sí, los conozco desde hace tiempo. Unos tipos muy serviciales.
A decir verdad, tipos muy serviciales se quedaba corto. No habría logrado entrar en las instalaciones de Austin para conseguir el antídoto para Callum de no haber sido por ellos. Sin duda, sin ellos no habría podido liberar a todos los Reiniciados y escapar. Y probablemente ya les debía algo. Qué mala suerte.
Micah caminó de un lado a otro mientras esperábamos los transbordadores y hablaba de vez en cuando con una de las torres por medio de su aparato de comunicación. Casi quería caminar de un lado al otro con él. Quería que esto terminara ya. Quería deslizarme en los brazos de Callum y permanecer dormida hasta la primavera.
Los transbordadores que habíamos robado aparecieron en la distancia poco tiempo después y aterrizaron suavemente no muy lejos de nosotros. El que había pilotado estaba abollado de ambos lados y había una larga brecha a lo largo del parabrisas, pero parecía volar a la perfección.
La puerta del otro transbordador se abrió y Addie salió de un salto. Inclinó la cabeza confundida al ver algo detrás de mí. Me giré y vi a dos tipos corriendo hacia nosotros que sostenían algo parecido a una pistola gigante en cada mano. Dos Reiniciados más estaban cerca, detrás de ellos, llevando las mismas cosas.
—¿Qué son? —pregunté mientras se detenían junto a Micah.
—Lanzadores de granadas —apuntó a los Reiniciados en la reja—. Tienen otros lanzadores allí también. Es nuestra mejor defensa antiaérea.
¿De dónde sacaban todo esto?
—Buen trabajo —dijo Micah a Addie—. Ve adentro y te conseguirán un arma. Los Menos-Sesenta están con la tercera oleada, detrás.
Pasó caminando junto a mí y asintió casi imperceptiblemente en mi dirección. Parecía tan poco emocionada como yo de que la metieran en esta pelea.
Micah ordenó a todos que subieran a los transbordadores y me metí en el que había pilotado Addie. Dos de los tipos que llevaban los lanzadores de granadas me siguieron.
—Nunca he disparado éstos desde el aire, pero me emociona probar —dijo Micah, mientras me pasaba uno de los lanzadores. Pesaba más que una pistola, quizá cinco kilos o algo por el estilo, pero no era imposible de manejar. Era como tener un revólver gigantesco con un cañón mucho más largo.
—Va sobre tu hombro —dijo Micah —. Una mano atrás, otra delante.
Cogí el cañón de un punto bajo y de otro detrás del revólver. Me incliné hacia delante para mirar por el tubo negro que tenía encima y vi un círculo más pequeño dentro de uno más grande que ayudaba a apuntar.
—Ésa es tu mira —dijo Micah—. Sé que nunca antes has usado una, pero sólo apunta lo mejor que puedas y tira del gatillo. Tienes seis rondas, luego se la pasas a uno de estos tipos y te dará una nueva, mientras recargan ésta. Tengo la impresión de que serás muy buena en esto —me dio un golpecito ligero en el hombro mientras sonreía de oreja a oreja.
Se basaba sólo en mi número para tener tal fe en mí. Riley le debía haber hablado de mí y supongo que él aprobaba que hubiera liberado a los Reiniciados de Austin, aunque parecía tan obsesionado con mi Uno-Siete-Ocho como lo estaba la CAHR. No sabía si sentirme aliviada o decepcionada.
—¡Elevadla! —gritó Micah al hombre sentado