Rebeldes. Amy Tintera
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—No lo sé.
La reja se abrió por completo y reveló a unos diez Reiniciados sentados en aparatos que nunca antes había visto, con dos ruedas grandes —una atrás y una delante—, como esas motocicletas de las que había visto fotos, pero más grandes. Lo más seguro es que cupieran tres personas en el asiento trasero, negro y amplio, que se extendía entre las dos llantas, y era obvio que no estaban hechos para ser discretos, pues el motor de ambos bramaba.
—¡Kyle! —dijo Micah, gesticulando. Un Reiniciado alto y fornido adelantó su moto—. Llévate a Jules y a… —se detuvo y se giró hacia mí—. ¿Quién ha pilotado los transbordadores hasta aquí?
—Addie y yo.
—¿La Tres-Nueve?
—Sí.
Asintió y se giró hacia Kyle.
—Lleva a Jules y a Tres-Nueve a los transbordadores. Rápido. No más de veinte minutos de ida y vuelta.
Kyle giró el acelerador en uno de los manubrios y la moto rugió hacia delante, se detuvo con un chillido junto a Jules, quien se subió de un salto y miró a la multitud de Reiniciados de Austin con expectación.
—¡Tres-Nueve! —gritó Micah.
Addie salió de la muchedumbre, con los brazos cruzados sobre el pecho. Ignoró a Micah por completo y se me quedó mirando como si esperara algo. No estaba segura de qué. ¿Quería que le dijera que estaba bien que fuera?
Evité la mirada de Micah mientras me acercaba a ella de varias zancadas.
—Quieren que los lleves a uno de los transbordadores —dije—. Y tal vez que pilotes uno hasta aquí.
Sus ojos se movieron rápidamente detrás de mí.
—¿Y crees que deberíamos confiar en ellos?
Hice una pausa. Claro que no creía que debíamos confiar en ellos. Los acababa de conocer y hasta ahora parecían extraños. Pero habíamos llegado caminando hasta su casa y les habíamos pedido que nos dejaran entrar, así que quizás era demasiado tarde para pensar en la confianza.
—No —dije en voz baja.
Mi respuesta pareció cogerla por sorpresa.
—¿No?
—No.
Parpadeó como si esperara que le dijera algo más y una sonrisa se dibujó en su rostro.
—De acuerdo, entonces. Me siento mejor —tomó aire profundamente—. Correcto. Ve con los desconocidos. Esperemos que todo salga bien. Adelante.
Asintió con la cabeza mientras terminaba. Parpadeé al darme cuenta de lo que le estaba pidiendo.
—Yo puedo ir en tu lugar…
Se rio mientras retrocedía.
—Está bien, no te puedo culpar por ser sincera.
Corrió para luego saltar a la parte de atrás de la moto. Señaló en la dirección por la que habíamos llegado. Kyle salió a toda velocidad; la moto escupía tierra mientras desaparecían.
—¡Ciento-Veintes y más, conmigo! —llamó Micah a los Reiniciados de Austin—. ¡Hagámoslo!
Prácticamente brincaba de emoción.
No entendí nada.
Eché un vistazo detrás de mí a los Reiniciados de Austin y encontré expresiones igual de confundidas en sus rostros. Beth Uno-Cuatro-Dos, un par de chicas y dos chicos que supuse que eran de más de Ciento-Veinte se separaron del grupo y se dirigieron lentamente hacia Micah, pero no paraban de mirarme con perplejidad. Había menos Reiniciados de más de Ciento-Veinte en Austin de los que había en Rosa, pero a mí me habían destacado en la ciudad más ruda de Texas. Más misiones significaba Reiniciados más especializados. Todos tenían más o menos mi edad, excepto uno de los chicos, que probablemente tenía apenas doce o trece años.
—¡Micah! —llamé, siguiéndolo mientras se movía rápidamente hacia la reja—. ¿Qué está pasando? ¿Cómo sabes que viene la CAHR? ¿Cómo sabías que veníamos?
Se detuvo.
—Tenemos a gente ubicada en lugares estratégicos fuera de las ciudades y un equipo que vigila el tránsito aéreo en la zona.
Arqueé las cejas, sorprendida. No me esperaba que estuvieran tan avanzados.
Micah abrió los brazos y sonrió a los Reiniciados de Austin.
—¡Chicos, mostrad un poco de emoción!
Sólo nos quedamos mirándolo.
Levantó un puño.
—¡Hurra!
—¡Hurra, hurra! —gritaron cien Reiniciados de la reserva al mismo tiempo y me sobresalté. ¿Qué demonios?
—Venga, vamos —dijo con una carcajada—. ¿Quién quiere patear traseros de la CAHR?
Eso provocó algunas risas. Alguien de detrás de la muchedumbre de Reiniciados de Austin levantó la mano.
—¡Contad conmigo!
En realidad, había pateado suficientes traseros de la CAHR en la última semana como para que la satisfacción me durara aún un largo rato. Miré a Callum de reojo. Nunca había querido luchar contra nadie, humano o Reiniciado.
Micah se carcajeó cuando vio mi expresión.
—Sé que probablemente estás cansada. Y pronto vas a tener que contarme la historia sobre cómo saliste de Rosa, robaste dos transbordadores llenos de Reiniciados de esas instalaciones y terminaste en Austin —dio un paso hacia mí—. Pero justo ahora hay un montón de oficiales de la CAHR en camino para atacarnos, así que no tenemos muchas opciones.
Miré a Callum, que se encogió de hombros, como si no estuviera seguro de qué hacer.
Pero yo sí lo sabía. Quería largarme de ahí antes de que llegara la CAHR. No sabía adónde iríamos ni cómo llegaríamos, pero no me cabía duda de que no debíamos quedarnos a pelear.
O quizá sí. Miré al grupo de Reiniciados que había traído aquí y vi varios rostros mirando en mi dirección, observando para saber cómo reaccionaría. Había entrado por la fuerza en las instalaciones de Austin, los había apresurado a todos para que abordaran los transbordadores y los había metido en esta situación. Si le pedía a Callum que escapáramos, me diría que ellos necesitaban mi ayuda. Y, por desgracia, tendría razón.
Pero ésta era la última vez. Si parecía que habría más ataques de la CAHR, cogería a Callum y me marcharía. No quería pasar el resto de mi vida luchando contra los humanos. En realidad, me sentiría sumamente satisfecha si nunca los volviera a ver.
Suspiré y asentí