Centros y cuerpos sutiles. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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En el momento actual, el uso de la droga se extiende cada vez más. Por el deseo de escapar a la insipidez de la vida cotidiana, se busca, cada vez más, la evasión en el opio, el haschich, la marihuana, la cocaína, la heroína... Todos los que utilizan estas drogas obtienen ciertas sensaciones de clarividencia, de clariaudiencia, etc... que pueden hacerles caer en la ilusión de haber alcanzado estados de conciencia superiores. Pero se equivocan, y a la larga, incluso pierden sus facultades intelectuales y arruinan su salud. Estas drogas, aunque han sido utilizadas desde hace siglos en Oriente o en América del Sur, son del todo desaconsejables. Son muy nocivas para el sistema nervioso.
Los Hindús y los Tibetanos tienen un gran conocimiento de las hierbas; es una ciencia que se transmiten a lo largo de miles de años. Parece ser que, al ingerir algunas de estas hierbas, se puede vivir durante semanas sin alimentación. Otras, permiten permanecer durante días y noches en las nieves del Himalaya sin tener frío. Esto es lo que me han dicho, aunque yo no he podido verificarlo; pero creo que es posible. Creo en el poder de las hierbas. También existen preparaciones muy poderosas que pueden provocar visiones y desdoblamientos. En algunos libros puede leerse que en la Edad Media se conocían pomadas y ungüentos con los que las brujas se embadurnaban el cuerpo para ir al sabat. En realidad, no iban con el cuerpo físico, sino con el cuerpo astral. Algunos médicos han comprobado la realidad de este fenómeno. Se han apropiado de las recetas, que son muy difíciles de componer con exactitud porque nada está indicado de forma clara, y las han experimentado. En esos ungüentos introducían substancias excitantes que provocan el desdoblamiento.
Pero dejemos esta cuestión. Era sólo para deciros que existen productos extremadamente poderosos que dan acceso a planos más sutiles que el plano físico, pero a menudo todos estos productos son muy nocivos. Por esta razón os aconsejo que nunca los uséis. La mejor solución es buscar todas estas sensaciones de plenitud, de libertad, de ligereza, de felicidad, de expansión, por medio de recursos espirituales. He aquí el mejor camino. Los verdaderos discípulos no cuentan con nada que venga del exterior, saben que dentro de ellos mismos Dios ha depositado los tesoros, las riquezas, los productos de todos los laboratorios y de todas las farmacias, y que sólo hace falta buscarlos y utilizarlos. Sería una pena que estuvieseis diez años o veinte años en una Escuela iniciática sin haber aprendido a dar valor a las riquezas que vosotros mismos poseéis.
Cada órgano de los sentidos nos proporciona una parte del conocimiento del mundo, y es interesante constatar hasta qué punto estos sentidos están jerarquizados. El tacto no concierne más que a lo sólido, porque ni lo gaseoso ni lo etérico se palpan; algo los líquidos, pero, sobre todo, los sólidos. El gusto, en cambio, está especializado para los líquidos. Diréis: “No, cuando me como un dulce es algo sólido y tengo una sensación azucarad...” ¡Ah!, entonces os responderé que no habéis estudiado bien la cuestión: condición indispensable para que el gusto funcione es que lo que os metáis en la boca pueda convertirse en líquido gracias a la saliva. Veamos, ahora, el olfato. Es un sentido que percibe los olores, es decir, las emanaciones gaseosas. La nariz tiene, pues, conexiones con la materia, aunque ésta sea una materia sutil, en la que las partículas flotan en el aire. Luego, en relación al oído, ya no se trata de partículas materiales, sino solamente de ondas, de vibraciones. Y lo mismo ocurre con la vista. En relación a la vista estamos prácticamente en el mundo etérico. Por lo tanto, podéis ver que los cinco sentidos están jerarquizados, desde el más grosero hasta el más sutil.
Ahora bien, si se quiere penetrar en el mundo astral no se deben utilizar los cinco sentidos. Hace falta otro sentido apropiado a este mundo, es decir, capaz de percibir una materia aún más sutil. Todos los que aún no han desarrollado este sexto sentido, no pueden darse cuenta de que existe otra materia, otra región. No sospechan que circulan por el universo otras vibraciones que pueden ofrecernos sensaciones mucho más amplias e intensas. Para tocar un objeto, hace falta estar muy cerca de él. Para saborearlo, también. Para oler un perfume, podemos alejarnos un poco. Para captar un sonido, la distancia puede ser mayor... Y para la vista, aún puede aumentar más puesto que los ojos se formaron para permitirnos recibir informaciones y conocimientos aún más lejanos. Veis, de nuevo, cómo la naturaleza ha establecido, de forma verdaderamente inteligente, esta jerarquía entre los cinco sentidos. Pero no se ha detenido ahí y ahora otros sentidos deben ponernos en contacto con regiones más vastas y lejanas.
Hasta que el ser humano no haya desarrollado los órganos que pueden ponerle en contacto con las regiones y entidades más elevadas, puede afirmarse que no sabrá gran cosa. Podrá hablar, escribir, explicar, criticar, juzgar, pero seguirá inmerso en el error, porque sólo conoce una parte de la realidad. Si quiere conocer toda la realidad, hace falta que se ejercite en despertar otras facultades que siempre ha poseído pero que están dormidas, a la espera de ser utilizadas. En una época muy lejana, cuando el hombre no había tomado verdadera posesión de su cuerpo físico, la tradición iniciática explica que vivía continuamente desdoblado, fuera de su cuerpo... A medida que su espíritu empezó a descender progresivamente a la materia, desarrolló las facultades que le permitieron trabajar esta materia – los cinco sentidos – al tiempo que dejaba que se debilitasen sus facultades mediúmnicas. Pero no las ha perdido, todavía las posee.
Mirad a los niños. Durante un tiempo, hasta los siete años, todavía no han entrado completamente en su cuerpo físico: reflejan el período en el que la humanidad estaba en ese estado evolutivo. En aquella época, los hombres hablaban con los espíritus de la naturaleza y con las almas de los muertos, se comunicaban, se encontraban con ellos, y cuando morían, ni ellos mismos sabían si estaban vivos o muertos. El mundo invisible, el mundo de los espíritus era para ellos real; flotaban en la atmósfera como si fueran inmateriales, y sólo de vez en cuando entraban en sus cuerpos físicos. En estas condiciones, no estaban en modo alguno preparados para trabajar en la materia. Ahora bien, para evolucionar tenían que pasar por esta fase. Actualmente los hombres han adquirido fantásticos medios intelectuales para dominar la materia, pero, a su vez, han olvidado la existencia del mundo espiritual, han roto el contacto con él. Ciertamente en algunos ha quedado un recuerdo, una intuición, pero la mayoría lo han olvidado.
Existen dos formas de conocimiento: el intelectual y el espiritual. Si se pueden desarrollar ambos, es mucho mejor. No se debe olvidar nunca que la naturaleza, en sí misma, es decir, la Inteligencia cósmica, tiene puesta su atención sobre la evolución de la humanidad. Ha vislumbrado el desarrollo del ser humano en los dos sentidos, el material y el espiritual. Sin embargo, puesto que es muy difícil desarrollar los dos aspectos al mismo tiempo, se le ha concedido siglos y milenios para que trabaje en una sola dirección, pero dejándole algunas vías abiertas a la otra, con el fin de no poner trabas a su evolución espiritual. Así pues, en esta época, el Espíritu cósmico ha decidido permitir a los humanos desarrollarse en el campo de las sensaciones, de la vista, del oído, del gusto, del tacto, etc... Se les permite descender a la materia para poder dominarla, tocarla, explorarla, conocerla y, sobre todo, trabajarla.
No os sorprendáis, así es, se trata de un tránsito. El espíritu humano está obligado a descender más y más en la materia para conocerla, hasta el extremo de perder prácticamente todo recuerdo de la patria celeste en la que vivía en un lejano pasado. Al conocer mucho mejor la materia, ha avanzado mucho y, sobre todo, ha empezado a dominar su propia materia. Naturalmente, de momento sólo una pequeña minoría es capaz de hacerlo; sin embargo, el fin de la existencia humana en la tierra consiste en descender al cuerpo físico para tomar conciencia de sus facultades y utilizarlas para trabajar en el mundo externo.
Cuando digo que el espíritu humano “desciende a la materia”, me refiero al cuerpo físico, para instalarse, tomar posesión de él y convertirse en su dueño. Luego, cuando se siente cómodo en su casa, trabaja y actúa sobre el medio exterior, manipula las cosas como si fuera su dueño: las transforma, construye, destruye... Se trata de un período de involución, de descenso a la materia. Sin embargo, puesto que el Espíritu divino tiene grandiosos proyectos para el ser humano, no le deja descender indefinidamente, hundirse completamente, perder todo contacto