Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht

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Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht

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observándolo. Aparte de haberse presentado muy bien vestido, se percató de que tenía el pelo más corto que ella jamás le hubiera conocido, suponiendo que se lo habría rapado tiempo atrás.

      Estuvo embobada mirándolo, apoyada con los codos sobre la mesa y las manos sobre las mejillas, hasta que Kevin captó su atención:

      —¿Qué vas a querer de postre?

      —¿Qué hay? —preguntó, preocupada, esperando que no se le hubiese notado mucho su ensimismamiento.

      —Lo acaba de decir Louis.

      —Vaya, lo siento, no te he escuchado.

      Ni siquiera lo había visto acercarse a la mesa.

      —Yo tampoco —la secundó Zane—. Repítelo, que estaba hablando con Pitt.

      —Está bien... —dijo Louis—. Hay tarta de arándanos, piña, flan, pudín de manzana...

      Arabia escogió la piña. De todo lo que había, algo de fruta era lo único que le apetecía en ese momento.

      —Esta Navidad va a ser para recordar —comentó Zane, justo cuando empezaban a ponerse las chaquetas para salir del restaurante—. Todavía no me puedo creer que estemos todos juntos de nuevo.

      —Estás contenta de tener a Jake de vuelta, ¿eh?

      —¡Y a ti! No me lo puedo creer. Le dije a Monique que no sabía si podría soportar otras navidades sin ti y mira, ¡aquí estás! No sabes lo mucho que te agradezco que hayas venido y que te quedes hasta Fin de Año. Aún me tienes que contar más cosas sobre todo lo que pasa en Los Ángeles.

      —Cuando quieras sabes que puedes venir. Estás más que invitada.

      —Ya sabes que me presentaré allí en cuanto pueda.

      —¿Qué tal si quedamos el viernes? Kevin se marcha el jueves por la tarde.

      Arabia sabía que su amiga había pasado dos semanas difíciles con Pitt, aunque por lo visto ya lo habían solucionado, porque en la cena habían estado estupendamente. Era por eso que no se habían reunido demasiado y ella había pasado la mayor parte del tiempo yendo de un parque a otro con Emily y los niños. Pero quería pasar los pocos días que le quedaban en Utah con ella, como en los viejos tiempos.

      —Había quedado con Monique —contestó Zane para su sorpresa—. Pero si te parece bien podemos quedar las tres y así te la presento. Tengo muchísimas ganas de que os conozcáis.

      Arabia tardó apenas unos segundos en responder:

      —Sí, claro, me parece genial.

      Por un momento se sintió desplazada por el hecho de que su mejor amiga tuviese algo que hacer que no fuese con ella, pero se dio cuenta de que no había nada que pudiera reprocharle. Al fin y al cabo, era ella la que se había ido lejos, y también la que había tenido un bebé, y eso marcaba una notable diferencia. Además, ya iba siendo hora de conocer a Monique. Zane le había hablado mucho de ella.

      En cuanto llegaron a los coches empezaron las despedidas. Arabia les dio un beso a cada uno de los niños y un abrazo a todos los demás. Iban a verse durante la próxima semana, pero hacía tanto que no los veía que un abrazo nunca estaba de más. Jake era el único que no había salido del restaurante. Había dicho que se quedaba a esperar a que Louis terminase para regresar juntos a casa.

      Ya de vuelta, Kevin volvió a empezar la conversación:

      —¿Se lo has contado a Zane?

      Arabia dedujo a qué se refería e instintivamente se puso la mano en el abdomen.

      —No, todavía no —repuso—. Es demasiado pronto.

      —Ya lo sé, pero pensé que igual a ella...

      —No voy a decírselo a nadie hasta que cumpla por lo menos los tres meses, Kevin.

      —Está bien

      Martes-miércoles

      ENERO 1992

      NOCHEVIEJA 1991 AÑO NUEVO 1992

      T

      odos, a excepción de él y Louis, habían ido a celebrar la última noche del año a casa de Frederic Wathson. Cuando a Jake le dijeron que cenarían allí, descartó la posibilidad de pasar ese día con el resto de sus hermanos. Su única opción fue la de acompañar a Louis en el restaurante, algo que tampoco le hacía especial ilusión, pero que se vio obligado a aceptar con tal de que nadie hiciese demasiadas preguntas por querer pasar aquella noche solo. No iba a ser la primera vez que pasase una Nochevieja sin la única compañía que la suya, pero Zane había amenazado con no acudir a casa de los Wathson a menos que él le prometiera que estaría con Louis.

      Así que se pasó la noche deambulando por los alrededores, cenó un plato único en la barra y esperó con impaciencia a que llegaran las doce para que todo acabase y pudiera marcharse al apartamento. Su hermano había planeado salir por ahí toda la noche con sus compañeros de trabajo y otros amigos y, aunque también estaba invitado y pese a las insistencias, finalmente decidió irse a dormir pronto.

      Ahora estaba sentado en aquel incómodo sofá de mimbre que hacía la función de cama para él. Se quitó el pantalón vaquero y se puso el de chándal gris que estaba utilizando para pasar la noche. Luego se quitó la camiseta negra de manga larga y se dejó la interior blanca de manga corta a modo de parte superior del pijama, siempre improvisado. Antes de tumbarse pasó por el cuarto de baño y se echó agua por la cara. Observó su serio reflejo sin mucho afán. Después se apartó el cuello de la camiseta a un lado para poder ver el aspecto de sus cicatrices, aquellas que tanto habían cambiado su vida. Resopló, dejando que la manga volviera a su sitio, y pensó en si sería capaz de tener una conversación con Arabia antes de que esta regresase a su nueva vida.

      Llevaba tantos días preocupado por lo que iba a decirle y sin poder dormir, que esa noche cayó rendido antes de lo esperado, a pesar de que por las ventanas se filtraba el sonido de la gente que festejaba por las calles la llegada de 1992, lo que significaba que él ya tenía veintiséis años recién cumplidos.

      Empezó a sentirse incómodo cuando un sudor frío se apoderó de él. Otra vez esa pesadilla que de vez en cuando seguía atormentándolo. Soñaba con aquella chica del tren que estuvo a punto de hacer que su compinche le robase todas sus pertenencias de no ser por el recuerdo de Emma. Pero cuando soñaba sobre aquel encuentro la chica se convertía en la propia Emma, y él se despertaba jadeando, excitado y a la vez muerto de miedo. Esta vez, cuando se despertó, le pareció que continuaban las caricias de aquella chica por todo su cuerpo. Tardó unos segundos en volver en sí y en adaptar sus ojos a la oscuridad para darse cuenta de que realmente había alguien encima de él, manoseándolo. Hasta ese momento ni siquiera se había dado cuenta del sonido lleno de gemidos en toda la sala, porque se habían entremezclado con su sueño. Había bastante gente esparcida por todo el salón. Unos sobre otros.

      Jake se incorporó y apartó de golpe a la chica que se había colocado sobre él, que simplemente se quedó sentada en el sofá riendo a carcajadas. No tardó mucho

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