Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht

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Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht

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que tu hermana no había vuelto a pisar el Dix desde...

      —Mi hermana es idiota.

      Jake dejó que el silencio se rompiese cuando Pitt decidiese continuar con la historia.

      —Estaba tan cagado de miedo que puedes imaginar lo que me pasó...

      Ambos se revolvieron incómodos en el asiento. Visto que ahora Pitt ya no tenía intenciones de continuar, esta vez tuvo que ser Jake el que le tirase un poco más de la lengua para terminar de aclararlo.

      —Entonces, quieres decir que no pudiste hacerlo, ¿no? O sea, que con esas chicas no...

      —No, pero eso no quitó que me tuviesen toda la noche desnudo, riéndose de mí, mientras los amigos de McGregor ocupaban mi puesto. Después se llevaron mis cosas y me dejaron allí.

      —Pero a ver, antes has dicho que no eras virgen, y ahora me dices que no hiciste nada con esas chicas...

      —Perdí la virginidad en mi primer trabajo como camarero. Tenía quince años y fue con una compañera mayor que yo. Desde entonces, nada. Ningún contacto con ninguna otra mujer hasta el suceso del Dix.

      —Vale, ya me has contado todo eso. Ahora explícame cuál es el problema con Zane, si no te sientes atraído por ella o...

      —No me siento atraído sexualmente por ninguna mujer desde aquella noche. Siempre que pienso en algo relacionado con el sexo me entra pánico. Recuerdo a McGregor y a todos los demás señalándome y riéndose, y entonces no hay forma. —Pitt quiso añadir algo más, pero se cortó él mismo. Poco después lo soltó, al fin—: No quiero que tu hermana se dé cuenta de que soy impotente.

      Jake tomó aire y empezó a soltarlo lentamente. Después colocó las manos sobre la mesa y empezó a pensar en cómo solucionar aquello.

      —¿Crees de verdad que eres impotente?

      —Sí.

      —¿Y te has parado a pensar que solo sea un trauma?

      —No lo sé.

      —Me estás diciendo que cada vez que se da la situación de llegar a algo más...

      —Me entra ansiedad y me alejo de Zane, porque no siento nada... donde debería sentir algo... y me asusta decepcionarla.

      —¿Ansiedad?

      —Sí, y es muy desagradable. Me da la sensación de que el aire no me llega bien a los pulmones, empiezo a sudar y me aparece un dolor en el pecho, y también pienso cosas horribles.

      —¿Eso es la ansiedad?

      —Bueno, en pocas palabras, sí. Pero los efectos pueden durar días, semanas o incluso meses. Eso depende. Incluso hay tratamientos.

      Jake se dio cuenta de que ya había sentido algo parecido, aunque no por un tema como ese; lo que no sabía era que estaba diagnosticado.

      —¿Por qué piensa entonces mi hermana que eres virgen?

      —Porque yo se lo dije, con la excusa de ir más despacio y todo eso. Ella es tan buena... y era tan inocente al principio... Y yo a veces me confundo pensando que estamos bien así, y que ella también lo cree, hasta que me doy cuenta de que intenta hacer lo que imagino que sus amigas le cuentan, especialmente Monique, y que yo no puedo corresponderle. Y entonces me vuelve la ansiedad al pensar que ella no querrá estar conmigo, y me vengo abajo. Incluso llego a pensar que creo que es mejor que conozca a otra persona y que se olvide de mí.

      —Por eso llevas varios días sin llamarla.

      —Sí.

      —No puedo creer que no hayas hablado de todo esto con Zane... ¿Acaso no la conoces? Ella es buena de los pies a la cabeza. Nunca te juzgaría por ese problema. Lo entendería y te seguiría dando todo el tiempo que necesitases.

      —Pero es que a lo mejor no es cuestión de tiempo. A lo mejor es que no funciono y ya está.

      —Estoy completamente seguro de que funcionas... Venga, volvamos dentro. Hoy te vas a quedar a dormir aquí. En la habitación de Zane.

      —Pero...

      —Yo me encargo de Derek y tú te encargas de contarle todo esto a Zane.

      24 DE DICIEMBRE 1991

      E

      ran las seis y media de la tarde. Kevin había llegado hacía un par de horas con un enorme ramo de flores para ella. Se habían prometido que no se harían ningún tipo de regalo, pero, a pesar de eso, él se había presentado con aquellas flores. Arabia siempre pensó que todo eso de los ramos no le haría ilusión, pero lo cierto era que cada vez que Kevin aparecía con un ramo sorpresa, se le enternecía el corazón. Sobre todo cuando le hacía llegar a casa una rosa con un mensajero, o incluso con una caja de bombones. Porque lo hacía así, sin ton ni son, sin ser una fecha señalada. Así era Kevin.

      Ahora mismo estaba en el sofá del salón jugando con Jazzlyn mientras ella terminaba de prepararse para la cena en su pequeño cuarto de baño. Se había puesto un vestido granate ligeramente ceñido, de los últimos que había comprado, con el cuello desbocado y el largo hasta las rodillas. Se lo había puesto porque sabía que en poco tiempo ya no podría usarlo, y ni siquiera lo había estrenado.

      El pelo lo tenía alisado del día anterior, pero se lo recogió en un moño bajo para sentirse más elegante. También se pintó los labios de un color rojo oscuro, que quedaba muy bien con su tono de piel y con el vestido.

      —Qué belleza —comentó Kevin nada más verla.

      Ella sonrió ante el halago, aunque él sabía perfectamente que a ella no le gustaba que fuese tan zalamero, porque de verdad lo era.

      Kevin iba vestido con un elegantísimo traje gris, camisa blanca y zapatos negros. La montura de sus gafas también era negra, como siempre. Aunque no fuese el hombre más guapo del mundo, había que reconocer que cuando llevaba traje parecía realmente la persona importante que era, y casi siempre llevaba traje.

      —Así que voy a conocer al que se largó —comentó Kevin, una vez dentro del Mercedes que había alquilado para moverse por la ciudad.

      Parecía tan tranquilo que a Arabia incluso le molestaba. Ya le había hablado sobre la repentina aparición del último miembro de los Becker que le faltaba por conocer, añadiendo además que se verían cara a cara en Nochebuena. Lo que no mencionó fue la fugaz conversación que mantuvieron en la puerta de su apartamento, ni siquiera que él hubiese tratado de hablar con ella.

      —Solo espero que sea lo menos incómodo posible —dijo ella.

      —¿Le dejarás acercarse a la hija a la que abandonó?

      —Ya lo hemos hablado. Él no sabía que yo estaba embarazada.

      Unos minutos más tarde, poco antes de llegar al restaurante de Louis, Kevin volvió a sacar el tema.

      —¿Te preocupa que haya vuelto?

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