Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht

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Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht

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sé.

      Poco después de que Zane terminase de decir aquella frase, volvieron a escucharse voces desde arriba y acto seguido aparecieron Danielle y Jack, bajando a la carrera por las escaleras.

      —Despaaaaaacio —ordenó Derek, justo después de ellos.

      Ambos tenían cuatro años.

      Ambos eran adorables.

      Ambos eran la alegría de aquella casa.

      Pasaron corriendo por detrás de Zane y esta hizo el amago de ir tras ellos, por lo que estallaron en carcajadas y corrieron con más ganas.

      —¿Quién quiere tortitas? —preguntó Emily.

      Los niños levantaron los brazos y empezaron a saltar con ellos en alto.

      —Sentaos —les pidió Derek, y ellos obedecieron al instante, a la espera de su desayuno.

      Así eran las mañanas en la nueva casa, sobre todo, desde que los dos pequeños habían empezado a ser un poco más independientes.

      Después de que Derek y Emily adoptaran a Jack, la familia se había consolidado mucho. Ambos eran muy pequeños cuando todo ocurrió, así que se criaban como si realmente fuesen hermanos. De hecho, el último cumpleaños lo habían celebrado juntos, en agosto. Zane no dijo nada, pero supuso que la intención de su hermano Derek era que en el futuro se presentasen ante todos como mellizos para evitar las preguntas incómodas. Pero lo cierto era que no se parecían en nada, aunque los dos compartían unos bonitos ojos azules.

      —¿Cuándo acabas las clases?

      Fue su hermano el encargado de formular aquella pregunta. Zane salió de su ensimismamiento y respondió:

      —Dentro de dos semanas.

      —¿Crees que podrías encargarte de ellos un par de días durante las vacaciones de Navidad?

      Notó cómo Emily y Derek se miraban de soslayo. En realidad, le parecía una pregunta bastante estúpida. Casi siempre era ella la que se ocupaba de los niños.

      —¿Os vais de viaje?

      —Sí, algo así. Tengo previsto un viaje de negocios y me gustaría que Emily me acompañara.

      —Claro, no hay problema. ¿Cuándo será?

      —En cuanto sepa los días concretos, te avisaré.

      —Genial. ¿Podrá quedarse Pitt a dormir?

      Vio dudar a su hermano, pero fue Emily la que respondió:

      —Por supuesto.

      Zane no quiso preguntar más. Por la cara de Emily intuía a qué se debía un viaje tan misterioso. Lo que le molestaba era que no fuesen del todo sinceros. ¿Un viaje de negocios? Por favor... Era obvio que Emily llevaba bastante tiempo queriendo quedarse embarazada. Pese a todo, no añadió nada más.

      Zane terminó el desayuno, besó cariñosamente a los niños y, antes de coger su mochila, puso un poco de orden a su nueva y corta melena castaña frente al espejo del cuarto de baño. Después avisó de que volvería bien entrada la tarde, con Pitt, y se fue hacia la parada de autobús. Derek le había dicho en más de una ocasión que le buscaría un coche de segunda mano en cuanto pudiese, pero ella siempre se negaba. No necesitaba coche. Pitt tenía uno y, además, la idea de conducir no la entusiasmaba . Siempre había alguien que lo hacía por ella desde que se sacó el carné, y nunca le había importado. De hecho, era ella la que le cedía el volante a Jake las pocas veces que su padre se lo ofrecía, porque sabía que a él le gustaba conducir mucho más que a ella.

      Jake...

      Demasiado tiempo sin él.

      Zane suspiró nostálgica cuando subió al autobús. Se preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, y dónde habría estado viviendo durante los últimos dos años, después de que se marchase sin decir nada a ninguno de sus hermanos. Tal vez ella fue la única que entendió su marcha, o al menos la única que no le reprochó que lo hiciera pese a lo que dejaba atrás.

      Cuando llegó a la universidad se sorprendió al ver a varios de sus compañeros sentados en la cafetería. Miró su reloj y comprobó que apenas faltaban unos minutos para que empezara la clase. Algunos repararon en su llegada desde la distancia y le hicieron señas para que se acercara. Zane se debatió entre continuar hasta el aula o acercarse a la cafetería. Además, también estaba allí Travis, y Travis nunca se saltaba ninguna clase.

      —McKinley no ha venido —le comunicó Claire una vez que llegó hasta el grupo.

      También estaban allí Corinne y Monique, entre otros. Ellas eran las más cercanas a Zane, sobre todo Monique, una chica con la que había coincidido el primer día de clase y cuya amistad había ido en aumento con el paso del tiempo. Zane se dejó caer en una de las sillas, aliviada, especialmente porque el examen que tenían era justo después. Travis se levantó y se movió para situarse a su lado. Él era de los pocos chicos que había en la clase.

      —Tienes que ayudarme con esto.

      Zane rio antes de mirar siquiera lo que el chico necesitaba, a la vez que el resto de las presentes se quejaban por el atosigamiento que mostraba hacia ella siempre que tenía oportunidad. Pero él no era el único que de vez en cuando le pedía ayuda, o que le hacía alguna pregunta para Pitt, que ya estaba en el último curso. Zane era una de las mejores estudiantes de la promoción, todo lo contrario que había sucedido en la Facultad de Enfermería. Además, era tres años mayor que casi todos los de su clase. Tenía veinticuatro años, mientras que los demás rondaban los veintiuno. Monique era la única de su entorno que solo era un año menor que ella.

      Se quedaron en la cafetería ayudándose unos a otros hasta la hora de la siguiente clase y, por tanto, del examen. Después de la prueba, Zane y Monique se despidieron del resto y caminaron juntas hacia la salida de la universidad.

      Pitt ya estaba allí esperando para recogerlas.

      —¡Hola!

      Zane subió en el asiento del copiloto y le dio un brevísimo beso en los labios a la vez que Monique se acomodaba en el asiento de atrás.

      —¿Qué tal el examen?

      —Creo que bien.

      —He encontrado el ejercicio que me pediste, está en el maletero.

      —¡Eso es estupendo!

      Pitt las había recogido para llevarlas con él a la cafetería donde trabajaba. Cuando tenían que hacer algún trabajo casi siempre iban allí, así Zane podía al menos estar en el mismo lugar que él. Con el ajetreo que él llevaba estudiando y trabajando, no podían pasar demasiado tiempo juntos, así que Zane se contentaba con observarlo y con recibir alguna que otra atención cuando los clientes lo permitían. Pitt era genial. Además, acababa de decir que había encontrado uno de sus antiguos ejercicios de clase del que seguro que ellas podrían sacar partido.

      —Molas mucho, Pitt —añadió Monique.

      Pitt

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