Verdad y perdón a destiempo. Rolly Haacht

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht страница 4

Verdad y perdón a destiempo - Rolly Haacht

Скачать книгу

pero la verdad era que confiaba en Monique tanto como en ella. Su padre era un adinerado francés y su madre, de procedencia jamaicana. Zane ni siquiera supo dónde estaba Jamaica hasta que la conoció. Era muy curiosa su tendencia hacia todo lo extranjero. Arabia también provenía de otro país, y Pitt..., bueno.

      Pitt era estadounidense de nacimiento, como él mismo recordaba a todo el mundo cuando le preguntaban por su procedencia. Pero sus facciones eran sin duda orientales. Sus ojos rasgados y su pelo azabache lo delataban. No conocía a su padre, puesto que tanto él como su hermana habían crecido solo con su madre, de origen japonés, y ella no les había hablado de él.

      Lo más increíble de todo era que no se llamaba Pitt, ese solo era su apellido. Su nombre de pila era Peter, pero todo el mundo lo conocía como Pitt.

      Cuando estaban a punto de llegar a la cafetería, Zane se acordó del repentino viaje de Derek.

      —Mi hermano y Emily pasarán dos días fuera durante las vacaciones —le dijo a Pitt sonriendo—. Me han pedido que me haga cargo de los niños y dicen que puedes quedarte a dormir.

      —¿A dónde van?

      —Derek dice que es un viaje de negocios.

      Pitt la miró un poco extrañado y ella se limitó a encogerse de hombros.

      —En cualquier caso, es genial, ¿no?

      —Sí, supongo que sí. —Pitt le devolvió la sonrisa—. Avísame cuando se aproxime la fecha.

      Zane se volvió discretamente hacia atrás para mirar a Monique y esta le guiñó un ojo con complicidad. Luego volvió a mirar hacia delante, evitando reír en voz alta.

      El local donde Pitt trabajaba se llamaba Wondy’s. Era una especie de bar-cafetería y estaba abierto casi las veinticuatro horas del día. Servían desayunos por la mañana y menús de sándwiches por la tarde y la noche. Pitt siempre tenía turno de tarde o noche, ya que las mañanas las ocupaba en asistir a las clases de las pocas asignaturas que le quedaban para graduarse. Era un sitio tranquilo, de carretera, donde la gran mayoría de clientes eran transportistas que paraban allí a tomar algo antes de continuar, y por eso mismo Pitt decía que era el mejor sitio en el que había trabajado hasta ahora. Por si fuera poco, su jefa le permitía estudiar en los turnos de noche si no había mucho que hacer. Recogía a Zane cuando tenía turno de tarde, así comían juntos y, después de que él se pusiese el uniforme, ella se quedaba terminando sus quehaceres de la universidad. Al principio, Monique la acompañaba solo cuando tenían que hacer algún trabajo, pero en los últimos meses se habían unido tanto que cuando no tenían ninguna tarea, simplemente se quedaban allí hablando durante horas. Después Pitt las llevaba de vuelta a casa, y solía quedarse a cenar en la de Derek.

      Aquel lunes lo resolvieron de la misma manera. Zane y Monique pasaron el rato terminando un trabajo y organizando los días de vacaciones para estar listas cuando llegasen los exámenes mientras Pitt se ocupaba de servir cafés, refrescos y sándwiches.

      —Y bueno —dijo Monique adoptando una postura sexy—, ¿qué tienes pensado para esos días que vais a poder estar a solas?

      Zane miró a Pitt, que le devolvió la mirada, y ambas tuvieron que ponerse una mano en la boca para disimular la risa. A Zane todo aquello le resultaba muy divertido a la vez que también le producía nervios, pero, por lo visto, a Pitt le causaba mucho desconcierto su actitud.

      —Te recuerdo que tengo a dos pequeños diablillos a mi cargo —dijo Zane—. No vamos a estar completamente solos.

      —Ya, claro —continuó Monique—. Y me vas a decir que en esos dos días no le pedirás a Louis que pase a recogerlos para llevarlos, qué sé yo, al parque.

      —¿Debería hacerlo?

      —¿Bromeas? ¿Cuánto tiempo lleváis saliendo en serio? ¿Tres años?

      —Dos, en realidad. —Ante la respuesta, Monique no pudo menos que hacer un gesto de obviedad. Entonces a Zane empezaron a asaltarle las mismas dudas de siempre—. Pero... ¿y si él quiere esperar a...? Ya sabes.

      —Es un hombre que está loco por ti, Zane. No creo que necesite ningún papel que certifique que quiere pasar el resto de su vida contigo para que os acostéis.

      —¡Monique!

      Zane le pidió que bajase la voz, a lo que ella respondió tapándose la sonrisa con las manos.

      Monique era muy diferente a Zane, además de una chica muy guapa y con unos rasgos que llamaban muchísimo la atención. Años atrás, el color de su piel le hubiese reportado bastante rechazo entre la sociedad, pero hoy en día podía ser hasta un aliciente para la gran cantidad de chicos que se acercaban con intenciones de ligar con ella. Incluso en el Wondy’s tenía que lidiar con ello, con hombres mucho mayores que se le insinuaban desde la barra cada dos por tres. Pero ella no era de las que se dejaba engatusar fácilmente. Si pasaba la noche con algún chico era porque le gustaba de verdad. Eso sí, una noche y nada más.

      Tal vez charlar sobre su relación con Monique era lo que las había unido tanto. Era la única con la que podía hablar abiertamente de sus inquietudes con respecto al sexo. Con Arabia nunca había tenido conversaciones como las que tenía con ella, a pesar de que habían pasado juntas muchísimo más tiempo.

      Monique estuvo poniéndola al día sobre los últimos chicos con los que había estado y luego le dio algunos consejos de insinuación para que los usase con Pitt. Ella estaba convencida de que lo único que pasaba entre ellos dos era que ambos eran demasiado tímidos, sobre todo él, así que tal vez necesitara que fuera ella la que diese el primer paso. Zane grabó en su memoria todo lo que le dijo y trató de imaginarse en la situación de tener la casa sola para ellos. Las pocas veces que Pitt se quedaba a dormir lo hacía en la habitación de invitados porque, por alguna razón, Derek se había convertido en una persona bastante conservadora.

      Con toda la emoción de trazar el plan para esos dos días que tendrían de casi total intimidad, a Zane se le pasaron las horas volando. Pitt les anunció que había terminado y que iba a cambiarse, así que ellas empezaron a recoger rápidamente sus bártulos de encima de la mesa.

      Después regresaron a casa.

      En cuanto dejaron a Monique y se despidieron de ella, pusieron rumbo a Valley Street.

      —Te quedas a cenar, ¿verdad? —le preguntó Zane justo cuando entraron a la zona de aparcamiento.

      —Lo que tú quieras.

      —Entonces, sí.

      Zane se dispuso a sacar las llaves de su mochila, pero entonces recordó que sus sobrinos habían aprendido a recibir a los invitados y que, además, les divertía muchísimo hacerlo, así que miró a Pitt y dijo:

      —Ahora verás.

      Tocó el timbre deliberadamente y se quedó esperando a que alguno de ellos apareciera tras la puerta. Jack fue el encargado de abrir, aunque Danielle estaba justo detrás de él.

      —¡Hola, tía Zane! —exclamó, más alto de lo necesario—. Adelante —añadió a la vez que se inclinaba hacia delante exageradamente y extendía el brazo para invitarla a pasar.

      Pitt no pudo evitar echarse a reír.

Скачать книгу