Cuando es real. Erin Watt
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Trabajar con King es uno de mis sueños, pero ha rechazado cada propuesta que he hecho.
Si no le interesó producir Ford, ¿por qué este último disco sí? ¿Por qué ahora?
Jim sonríe. Bueno, tanto como su cara artificial se lo permite.
—Sí. Dijo que si ibas en serio, le interesaría, pero necesita poder confiar en ti.
—¿Y una novia hará que confíe en mí? —pregunto, incrédulo.
—Una novia no. Es lo que significa salir con una chica normal, que no es famosa. Demostraría que eres un tío centrado, que haces música porque te gusta, no por el dinero ni la fama.
—Soy un tío centrado —protesto.
Jim responde con un bufido. Señala con el pulgar las puertas correderas detrás de nosotros.
—Dime una cosa, ¿cómo se llama la chica que está ahí dormida?
Intento no encogerme.
—No… no lo sé —murmuro.
—Eso pensaba. —Frunce el ceño—. ¿Quieres saber qué estaba haciendo Nicky Novak anoche cuando lo fotografiaron?
Me daba vueltas la cabeza.
—¿Qué demonios tiene que ver Novak con todo esto?
Nicky Novak es una estrella del pop de dieciséis años que no conozco. Su boyband acaba de lanzar su primer disco y, por lo visto, encabeza las listas de reproducciones. El grupo desafía a 1D.
—Pregúntame qué estaba haciendo Novak —insiste Jim.
—Vale, como quieras. ¿Qué estaba haciendo Novak?
—Jugar a los bolos. —Mi agente se cruza de brazos—. Lo fotografiaron en una cita en la bolera con su novia, una chica con la que sale desde primaria.
—Bueno, me alegro por él. —Vuelvo a poner los ojos en blanco—. ¿Quieres que vaya a la bolera entonces? ¿Crees que eso convencerá a King para trabajar conmigo? ¿Hacer rodar varias bolas sucias?
Me resulta difícil hablar sin ser sarcástico.
—Te acabo de decir lo que quiero —gruñe Jim—. Si quieres que King produzca tu disco, necesitas mostrarle que eres serio, que estás listo para dejar de montar fiestas con chicas cuyos nombres no conoces y sentar la cabeza con alguien que te centre.
—Se lo podría decir.
—Necesita pruebas.
Vuelvo a fijar la vista en el océano y permanezco así durante un rato, observando cómo las olas rompen en la playa. El disco en el que he trabajado durante dos años… no, en el que he intentado trabajar sin éxito, parece estar de repente a mi alcance. Un productor como King podría ayudarme a superar este bloqueo creativo que tengo para componer la música que siempre he querido.
¿Y, a cambio, todo lo que tengo que hacer es salir con alguien normal? Supongo que puedo hacerlo. Es decir, todo artista debe hacer sacrificios por su arte alguna vez en su vida.
¿No?
Capítulo 2
Ella
—No.
—No has oído lo que tengo que decir —razona mi hermana.
—No hace falta. Tienes esa mirada. —Saco el beicon del microondas y echo cuatro tiras en cada plato.
—¿Qué mirada? —Paisley observa su reflejo en la parte de atrás de la cuchara que he usado para remover los huevos.
—La que dice que no me va a gustar lo que me vayas a decir. —Me detengo al terminar de servir el resto del desayuno de los gemelos en los platos—. O que soy demasiado joven para entenderlo.
—Ja. Todos sabemos que eres más madura que la mayoría de adultos. Ojalá fueses más impulsiva. Facilitaría las cosas.
—¡El desayuno está listo! —grito.
El ruido de pisadas en la escalera hace que Paisley suspire. Nuestros hermanos pequeños son muy ruidosos, ingieren una cantidad de comida increíble y todo nos resulta bastante caro. Lo único que puedo decir es: gracias a Dios por el nuevo trabajo de Paisley. Apenas nos mantenemos a flote, aunque Paisley ha obrado milagros con el poco dinero del seguro de vida que nos dejaron nuestros padres. Yo aporto algo de dinero con mi trabajo de camarera en Sharkey’s, pero no nos sobra mucho. Spencer y Shane insisten en que no nos tenemos que preocupar por su matrícula de la universidad porque planean conseguir una beca deportiva que cubra los gastos por completo. Pero a menos que sea por una competición de comida, no cuento con ello.
Al tiempo que los gemelos devoran el desayuno, Paisley llena sus vasos de leche y coloca una servilleta junto a sus platos. Ojalá la usen en lugar del trapo de cocina, aunque tampoco lo espero.
Bebo de mi café con leche y mientras tanto, observo a mis hermanos de doce años devorar lo que será la primera de sus seis comidas al día. Mientras gruñen por las cortas vacaciones de Navidad, pienso en lo genial que es no haber tenido clase este año, no como ellos.
—Vaughn —me llama Paisley urgentemente—. Todavía tengo que hablar contigo.
—Ya te he dicho que no.
—Lo digo en serio.
—Vale. Habla.
—Fuera. —Señala la puerta de atrás con la cabeza a los gemelos.
—No vamos a escucharos —dice Spencer.
Shane asiente porque ese es su proceder; Spencer habla y Shane lo apoya, aunque realmente no esté de acuerdo.
—Fuera.
El movimiento de cabeza de Paisley parece doloroso esta vez, así que tengo piedad de ella.
—Tú primero.
La puerta con tela metálica se cierra tras salir. Doy un sorbo a mi bebida, la cual se está enfriando rápido, mientras observo cómo Paisley busca las palabras necesarias, lo cual me preocupa porque Paisley nunca se queda sin palabras.
—Vale, quiero que me escuches. No digas nada hasta que haya terminado.
—¿Has bebido demasiados Red Bull esta mañana? —inquiero. Ambas sabemos que Paisley es una especie de adicta a la cafeína.
—¡Vaughn!
—Vale, vale. —Hago el gesto de cerrar la boca con una cremallera—. No diré una palabra más.
Ella pone los ojos en blanco.
—Eso hay que hacerlo después de la última