Cuando es real. Erin Watt

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      —Vale, ya sabes que por fin me han dado mi propio cubículo en el trabajo y no tengo que compartirlo con esa otra asistente, ¿no?

      Asiento. «Ellos» son sus jefes de Diamond Talent Management. Oficialmente, su puesto es el de asistente general de marcas, pero técnicamente es una recadera con pretensiones; va a por el café, hace un montón de fotocopias y pasa muchísimo tiempo programando reuniones. Juro que la gente para la que trabaja se reúne más que las Naciones Unidas.

      —Bueno, pues mi cubículo tiene un pequeño tablón de anuncios en la pared. Se me permite poner fotos y ayer coloqué algunas. Ya sabes, como la de mamá y papá que nos encanta, esa en la que salen besándose en el paseo marítimo. Y aquella de los gemelos en el campamento de béisbol. Y también colgué la que te hice en la hoguera de la playa en tu cumpleaños el mes pasado.

      Trato de evitar el impulso de sacudir la mano para decirle que se dé prisa. Paisley tarda mucho en ir al grano.

      —¡Bueno, pues eso! Jim Tolson pasaba por al lado de mi cubículo…

      —¿Quién es Jim Tolson? —pregunto, rompiendo mi voto de silencio.

      —Es el hermano de mi jefe. Es el representante de algunos de los músicos más importantes del mundo. —Paisley está tan entusiasmada que tiene las mejillas sonrojadas—. Bueno, pues pasa y ve tu foto en mi tablón y me pregunta si la puede coger un momento…

      —¡Uf! No me gusta cómo pinta esto.

      Me mira mal.

      —No he terminado. Me has prometido quedarte callada hasta que acabase.

      Me trago un suspiro.

      —Lo siento.

      —Y yo le digo que vale, pero que la traiga de vuelta porque es mi foto favorita de mi hermana pequeña. Así que se lleva la foto y se mete en el despacho de su hermano durante un rato. Allí hay muchos asistentes y todos hablan de tu foto…

      Vale, ahora es cuando no me gusta a donde conduce esto.

      —Pasa algo gordo en la agencia —añade Paisley—. No sé qué es, porque soy una mera asistente, pero el señor Tolson no ha dejado de entrar y salir de la oficina, lleva discutiendo con su hermano toda la semana y hasta se reúnen en la sala de reuniones en secreto.

      Juro que si no va al grano pronto me volveré loca.

      —Entonces, al terminar mi turno, mi jefe, Leo, me cita en el despacho de Jim y empiezan a preguntarme sobre ti. —Ha debido de ver mi expresión de preocupación porque no tarda en tranquilizarme—. Nada muy personal. Jim quería saber cuántos años tienes, qué te gusta, si has tenido problemas con la justicia…

      —Eh, ¿qué?

      Paisley bufa en señal de molestia.

      —Quería asegurarse de que no eres una delincuente.

      Me da igual el voto de silencio. Me siento demasiado confusa como para mantenerme callada.

      —¿Y ese agente por qué…?

      —Representante —me corrige.

      —Representante. —Pongo los ojos en blanco—. ¿Por qué le intereso tanto a ese representante? Has dicho que representa a músicos, ¿acaso quiere ficharme? Le has dicho que no se me da bien cantar, ¿no?

      —Por supuesto. Esa ha sido una de sus preguntas, si tenías «aspiraciones musicales». —Forma comillas con los dedos—. Se puso bastante contento cuando le dije que: a) no eres música y b) quieres ser profesora.

      —¿Entonces es para que sea su pareja? Porque qué asco, ¿cuántos años tiene ese tío? —pregunto con incredulidad.

      Hace un gesto con la mano.

      —Tiene treinta y algo, creo. Y no es eso.

      —¿Hay un eso? Porque me lo empiezo a preguntar.

      Paisley se detiene un momento. A continuación suelta las siguientes palabras sin respirar.

      —Quieren que finjas ser la novia de Oakley Ford este año.

      Escupo saliva y café templado en las escaleras de hormigón.

      —¿Qué?

      —Te prometo que no es tan malo como suena.

      Se pasa una mano por su pelo negro, cortado a la altura de los hombros, y me doy cuenta por primera vez de tiene el pelo de punta a los lados. Normalmente, Paisley tiene un aspecto impecable, desde su brillante coronilla hasta la punta de las bailarinas a las que saca brillo todas las noches.

      —El señor Tolson cree que eres perfecta para el trabajo —me dice—. Comentó que eras guapa pero no de forma exagerada. Más como una chica natural y del montón. Te describí como una chica con los pies en la tierra, y él cree que eso complementará a Oakley, porque puede ser muy intenso a veces…

      —Vale, rebobina —la interrumpo—. ¿Hablas de Oakley Ford, la estrella del pop? ¿Oakley Ford, el tipo con tantos nombres de mujeres tatuados en su cuerpo que parece una guía de las antiguas modelos de Victoria’s Secret? ¿Oakley Ford, el que trató de quitarle los pantalones a un monje de Angkor Wat y casi provoca un incidente internacional? ¿Ese Oakley Ford?

      —Sí, ese. —Arruga la nariz—. Y solo tiene un nombre de mujer tatuado, el de su madre.

      Alzo una ceja.

      —¿Te lo ha dicho él o le has hecho una inspección personal?

      Oakley tiene diecinueve años y Paisley, veintitrés, así que supongo que podría pasar, pero es un poco asqueroso. No porque él sea más joven, sino porque Paisley es demasiado guay como para ser una más en la lista de un celebridiota.

      —Puaj, Vaughn.

      —Mira, si lo dices en serio, la respuesta sigue siendo no. De hecho, hay tantas razones por las que negarme que no sé si tendré tiempo de enumerarlas todas. Pero te diré una: ni siquiera me gusta Oakley Ford.

      —Pusiste su disco una y otra vez durante tres meses.

      —¡Cuándo tenía quince años! Oakley Ford fue una fase. Como los colgantes de mejores amigas y Hannah Montana. Además, sus payasadas dejaron de resultarme atractivas. Después de la décima foto liándose con una tía cualquiera en una discoteca, empecé a verlo como un baboso.

      Paisley se vuelve a pasar la mano por el pelo.

      —Sé que es tu año sabático. Y quiero que lo tengas, te lo juro. Pero esto no te llevará mucho tiempo. Quizá una o dos horas cada dos días. Un par de noches. Un par de fines de semana. Es igual que tu trabajo de camarera en Sharkey’s.

      —Esto… ¿no te olvidas de algo?

      Paisley parpadea.

      —¿Qué?

      —¡Tengo novio!

      —¿W?

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