Cuando es real. Erin Watt

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Cuando es real - Erin Watt

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lo odia. Dice que su nombre es estúpido y que él es estúpido, pero yo lo quiero de todas formas. William Wilkerson no es el mejor nombre que le puede tocar a alguien, pero eso no es culpa suya. Por ello lo llamamos W.

      —Debe de haber docenas de chicas que quieran fingir salir con Oakley Ford. ¿Y por qué necesita una novia falsa? Podría caminar por el Four Seasons de Wiltshire, señalar a la primera chica que conduzca por su lado y tenerla en una habitación de hotel en cinco segundos.

      —Ese es el problema. —Alza los brazos—. Ya han intentado antes lo de la novia de mentira, pero ella se enamoró de él y él le rompió el corazón. Creo que la mitad de la publicidad negativa que tiene es por ella.

      —¿Te refieres a April Showers? —Doy un grito ahogado—. ¿Eso fue de mentira? Vaya, yo creía en ShOak. Mis sueños de niña a la basura —digo, medio en broma. Los quince fueron complicados para mí, y no solo porque fue cuando mis padres fallecieron.

      Paisley me pega en el hombro.

      —Acabas de decir que no te cae bien.

      —Bueno, no después de que engañase a April con la modelo de bañadores brasileña. —Me muerdo el labio—. ¿En serio era una farsa?

      —En serio.

      Mmm. Puede que tenga que recapacitar sobre Oakley.

      Aunque eso no significa que quiera ser su siguiente novia de mentira para que rompamos de mentira y me engañe de mentira.

      —¿Entonces lo harás?

      La observo.

      —Gano doscientos dólares trabajando de noche en el Sharkey’s. Antes de Navidad dijiste que nos iba bien. —Entrecierro los ojos—. ¿Hay algo que no me hayas dicho?

      El año pasado encontré llorando a Paisley en la mesa del comedor a las dos de la mañana. Admitió que papá y mamá no nos dejaron en una buena situación económica. El dinero del seguro nos mantuvo al principio, pero el verano pasado necesitó una segunda hipoteca para pagar las facturas y pensaba dejar la universidad para conseguir un trabajo. Sorprendida, me senté e hice que me enseñase todo porque solo le quedaba un año para graduarse. Yo terminé el instituto antes porque fui a clases de verano y di clases a distancia que complementé con las presenciales. Aparte, obtuve un permiso especial para asistir a clases avanzadas. Y después encontré trabajo. Servir chuletones y lechuga iceberg no es que sea muy sofisticado, pero paga las facturas.

      O eso creía.

      —No. Estamos bien. Es decir… —Se le apaga la voz.

      —Entonces mi respuesta es no. —Nunca me ha interesado la otra cara de Los Ángeles. Parece tan artificial, y yo ya llevo fingiendo bastante.

      Tengo la mano sobre el pomo de la puerta cuando Paisley suelta la bomba.

      —Te pagarán veinte mil dólares al mes.

      Me doy la vuelta despacio, boquiabierta.

      —Es una puta broma, ¿no?

      —No digas palabrotas —responde automáticamente, pero sus ojos brillan de entusiasmo—. Eso durante un año entero.

      —Eso…

      —¿Pagaría la universidad de los chicos? ¿Pagaría ambas hipotecas? ¿Nos facilitaría las cosas? Sí.

      Soplo para quitarme el flequillo demasiado largo de la cara. La propuesta es una locura. Es decir, ¿quién paga tal cantidad de dinero a una chica cualquiera por fingir ser la novia de una estrella del pop durante un año? Quizá eso en la industria de la música y el cine sea normal, pero yo crecí con padres que eran profesores de primaria.

      De repente me pregunto qué dirían mis padres al escuchar la oferta si estuviesen vivos. ¿Me animarían a hacerlo o me dirían que huyese lo más rápido posible? La verdad es que no lo sé. Les gustaba explorar nuevas oportunidades y conducir por los caminos menos transitados. Era una de las cosas que más me gustaba de ellos, y echo de menos a los impulsivos y marchosos de mis padres. Los echo mucho de menos.

      Dicho esto, su amor por lo espontáneo es parte de la razón por la que nos hace falta el dinero.

      —Una oportunidad como esta no aparece todos los días, pero no tienes por qué decir que sí —me asegura Paisley. Sus palabras dicen una cosa; su tono tirante, otra.

      —¿Cuánto tiempo tengo para pensarlo?

      —Jim Tolson quiere una respuesta mañana por la mañana. En caso de ser un sí, quiere que vayas a la agencia para reunirte con él y con Oakley.

      Oakley. El maldito Oakley Ford.

      Esto es… de locos.

      —Vale, lo pensaré. —Suelto aire—. Tendrás mi respuesta por la mañana.

       Veinte mil dólares al mes, Vaughn…

      Ya. Estoy bastante segura de que ambas sabemos perfectamente cuál será mi respuesta.

      Capítulo 3

      Ella

      He dicho que sí.

      Porque: 1) es mucho dinero y 2) es mucho dinero.

      Supongo que eso me convierte en una especie de cazafortunas, ¿verdad? No estoy segura de que mi situación encaje con la definición exacta, pero no puedo negar sentirme como una mientras sigo a Paisley y entro en el ascensor a la mañana siguiente.

      Diamond Talent Management es un edificio entero. No un par de plantas sin más, sino un edificio acristalado, con ascensor y todo un equipo de seguridad. Los guardias de seguridad, guapos pero serios y con pendientes en la oreja, me ponen los pelos de punta, pero Paisley pasa a su lado y los saluda con la mano. La imito. Ojalá no me hubiese tomado un segundo café esta mañana porque está el estómago me da vueltas como un tsunami.

      Los ascensores son de brillante latón, y hay un tipo vestido de traje cuyo único trabajo parecer ser echarle productos de limpieza y secarlos con un trapito. Tiene una mandíbula que no desentonaría junto a la ladera de una montaña y un trasero lo bastante firme como para rivalizar con el de un jugador de fútbol americano.

      Paisley se baja en la sexta planta, que está adornada con las letras de división musical en grande y en oro sobre un fondo de madera oscura. La recepcionista es más guapa que la mitad de actrices que aparecen en las portadas de las revistas. Intento no mirar boquiabierta sus labios perfectamente perfilados y el largo rabillo de kohl que lleva pintado en los ojos.

      —Deja de mirarla así —murmura Paisley en voz baja mientras pasamos junto al mostrador de recepción.

      —No puedo evitarlo. ¿Diamond solo contrata a gente que pueda actuar en sus propias películas?

      —Las apariencias no lo son todo —dice con ligereza, pero yo no la creo, porque está claro que Diamond exige que los currículos incluyan foto. Hay que ser guapa para trabajar en el mundo del entretenimiento, supongo, aunque estés detrás de las cámaras.

      Nos

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