Spinoza: Educación para el cambio. Germán Ulises Bula Caraballo

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Spinoza: Educación para el cambio - Germán Ulises Bula Caraballo

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texto, la experiencia de unión con Dios es la experiencia de reproducir dinámicamente en la mente el orden interconectado de la naturaleza, a través de definiciones genéticas que producen las propiedades de lo definido; se asume, de este modo, una perspectiva de creación y de eternidad. Henry (2008) no aventura una explicación de cómo, sino fue a través del ejercicio racional, pudo Spinoza alcanzar la experiencia beatífica. No parece haber una justificación adecuada para no escuchar al mismo Spinoza en este punto.

      La experiencia de eternidad descrita en la Ética es, precisamente, aquella a la que se llega a través de la reproducción mental del orden natural: tal experiencia cuenta como felicidad suprema sin necesidad de contenidos místicos adicionales (Moreau, 1994, pp. 287-293), y no sería lo que es si de ella se sustrajera el aspecto racional: una mente que ha logrado la “velocidad absoluta” (Deleuze, 1996, pp. 206-208) para contener dinámicamente al menos una parte de la naturaleza, y entenderse a sí misma como contenida en la misma fuerza impulsora que da cuenta de la totalidad del universo. Para Spinoza no sería suficiente un salto inmediato hacia Dios, un arrebato de inspiración, un don de la gracia divina: “Todo lo excelso es tan difícil como raro” (E5P62S).

       Conclusión

      ¿Es concebible una Ética en prosa ordinaria? Nada impediría que un argumento en prosa contuviera las mismas ideas que contiene la Ética; llamémoslo Ética B. Ahora bien, ¿produciría la Ética B el mismo efecto en el lector? Así como un texto ordinario invita a una lectura lineal y un acróstico requiere una lectura en dos sentidos, la Ética invita al lector a reconstruir los argumentos que se presentan, a que compruebe por sí mismo su validez recorriendo la forma en que están articulados.

      Hemos visto que la Ética pretende, mediante este ejercicio de lectura, transformar al lector, hacer que para él ciertas cosas se hagan evidentes a través de procedimientos deductivos. Esto entronca con la ontología y la epistemología enunciadas en la propia Ética: el entendimiento deriva consecuencias de las esencias del mismo modo que las esencias, en su afirmarse en su ser, producen efectos. La reforma del lector que pretende la Ética (Rojas, 2005, p.16) tendría que poner al lector en camino del telos ético y cognitivo de ella: intuirse a sí mismo como eterno, como derivado de la esencia eterna de Dios. Estos efectos solo los conseguiría la Ética B si activara en el lector los procedimientos que activa la Ética: pero esto querría decir que la Ética B tendría que disfrazar de prosa ordinaria un orden geométrico subyacente, o lo que es lo mismo, tendría que tener un orden geométrico.

      Si asumimos que la Ética tiene como propósito transformar al lector, más que transmitir ciertas proposiciones, entonces hay que reexaminar la pregunta por si el orden geométrico es un método de exposición o de descubrimiento. El saber, en Spinoza, no es un contenido proposicional desligado del proceso por el cual se llega a este (razón por la cual el conocer que 4 es a 2 lo que 6 es a 3 puede representar desde el más bajo hasta el más excelso género de conocimiento; TIE, § 23-24; E2P40S2); un mismo contenido proposicional no es equivalente a otro si se ha arribado a uno por vía de la deducción y al otro por vía de la mera noticia verbal. Desde este punto de vista, el método de exposición de la Ética tiene que coincidir con su método de descubrimiento, porque es el lector quien debe llevar a cabo lo segundo.

      En este capítulo he sentado algunas posiciones respecto al sentido y propósito del método geométrico. En el siguiente, quisiera dar mayor sustento a estas ideas examinando la metáfora espinozista de que las proposiciones son los ojos del alma. Lo que quiero explicar a fondo es qué quiere decir entender una demostración.

      Este problema se examinará en relación con algunas ideas de Husserl, quien defendió, en el siglo XX, la validez e importancia del conocimiento racional-deductivo. Me parece importante que este libro sobre Spinoza no se vea como un aporte a la historia de las ideas, sino como un aporte vigente a los problemas de la educación. Para ello, es importante enfrentarse a la idea de que el racionalismo es una reliquia de la modernidad temprana, que ha sido superada por el pensamiento científico, el único que puede reclamar validez (Reichenbach, 1975). La mejor defensa del tipo de investigación que emprende Spinoza es una explicitación de esta; se mostrará en ella no solo la manera en que el conocimiento deductivo garantiza su validez, sino también su importe ético y pedagógico, en cuanto se relaciona con la autonomía.

      CAPÍTULO 4 LOS OJOS DEL ALMA: LO EVIDENTE EN SPINOZA Y HUSSERL 16

       Introducción

      En lo que sigue, ensayo una reflexión en relación con un pasaje notable de la Ética de Spinoza que habla de cómo es posible experimentar la propia eternidad a través del entendimiento: “Pues tan percepción del alma es la de las cosas que concibe por el entendimiento como la de las cosas que tiene en la memoria. […] Los ojos del alma […] son las demostraciones mismas” (E5P23S). Más que el problema de la eternidad y su percepción, me interesa el problema de lo evidente, de la forma en que la demostración puede hacer que ciertas cosas se hagan patentes para el alma y lo que esto tiene que ver con la realidad de lo así demostrado. Para ello, establezco un diálogo entre Spinoza y Husserl en torno a la idea de que puede conocerse con certeza aquello que se presenta como evidente para el entendimiento. En primer lugar, establezco el sentido y contexto de la metáfora que nos ocupa en los dos lugares de la obra de Spinoza en que ocurre; posteriormente, hago una breve exposición de las ideas de Husserl y de Spinoza que me interesan, para luego establecer algunos paralelos a través de los cuales construiré una posición en torno a la idea de las demostraciones como ojos del alma.

       4.1. Dios, eternidad y ojos del alma

      En el Tratado teológico-político, Spinoza sostiene que las Sagradas Escrituras no deben verse como fuente de enseñanzas metafísicas, sino que enseñan tan solo la obediencia a la ley. Como premisa, sostiene que los profetas no eran científicos ni filósofos, sino personas de imaginación particularmente viva que hablaban para ser entendidos por las masas. Todo esto implica que el conocimiento de Dios no está disponible a cualquiera:

      ¿Quién no ve, en efecto, que el conocimiento de Dios no ha sido igual en todos los hombres y que la sabiduría, así como la existencia, no se da por un mandato? Hombres, mujeres, niños, todos pueden igualmente obedecer, pero no llegar a ser sabios. Si alguno cree que no se necesita conocer los atributos de Dios, sino creer simplemente y sin demostración, será ésta una verdadera humorada, porque las cosas invisibles y todo lo que es objeto propio del entendimiento no pueden percibirse de otro modo que por los ojos de la demostración; aquellos, pues, a quienes falten estas demostraciones no tienen conocimiento alguno de las cosas, y todo lo que de ellas oyen no hiere su inteligencia o no tiene para ellos más sentido que los vanos sonidos pronunciados sin juicio y sin inteligencia por un autómata. (TTP, XIII, 156)

      De este pasaje cabe destacar los siguientes elementos: a) que la visión de la demostración está reservada solo a los sabios y b) que sin la visión de la demostración, lo que se diga en torno a los atributos de Dios devienen mera palabrería, parloteo sin relación con la inteligencia.

      La metáfora ocurre en la Ética en un escolio donde se contrasta la eternidad, que puede percibirse a través de la demostración, con el carácter de finito en la duración del cuerpo humano:

      Esa idea que expresa la esencia del cuerpo

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