Spinoza: Educación para el cambio. Germán Ulises Bula Caraballo

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Spinoza: Educación para el cambio - Germán Ulises Bula Caraballo

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último sostiene que el orden geométrico responde tan solo a una decisión formal; se trataría de una manera de escribir que podría deberse a una reacción frente al estilo florido de la escritura filosófica renacentista, o a un deseo de Spinoza de no refutar directamente a otros pensadores, como lo exigirían otros formatos de escritura (Wolfson, 1962, pp. 53-58). Toman una posición opuesta Gueroult, Matheron y Nadler (entre otros), quienes consideran que el orden geométrico es central al proyecto de la Ética (Doppelt, 2010, pp. 20-21).

      Un punto crucial en este debate tiene que ver con la manera en que deben leerse los axiomas. Axiomas como “El conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa, y lo implica” (E1Ax4) o “El hombre piensa” (E2Ax2) no parecen tener el carácter apodíctico que se le suele exigir a los axiomas, no parecen evidentes de suyo. Por ello, pensadores como Bennett (1984) atribuyen al orden geométrico de Spinoza un carácter holista: Spinoza invitaría al lector a considerar como axioma tal o cual idea con la intención de mostrarlo como evidente posteriormente, a través del desarrollo de las demostraciones.

      Finalmente, habría que mencionar la interesante postura de Henry (2008), según la cual la fuente principal de la Ética es una experiencia de felicidad, de unión con Dios, y el orden geométrico “no es más que […] una tentativa para racionalizar y para justificar a los ojos de la Razón una experiencia que, en su principio, es independiente de ella […]” (p. 31). Así, las diferentes proposiciones relativas a la sustancia no construirían la demostración de sus diversas propiedades, sino que mostrarían diferentes aspectos de una única intuición que motivaría la Ética de cabo a rabo (pp. 48-50). Con esta interpretación, donde el orden geométrico serviría para la racionalización de una experiencia beatífica, concluimos nuestra revisión de posturas relativas al more geometrico y pasamos a construir nuestra propia posición.

       3.2. ¿Qué significa el orden geométrico?

      Antes que nada, es necesario aclarar que el uso del orden geométrico no hace de Spinoza un racionalista puro ni de la Ética un libro razonado a priori en su totalidad. Aparte de axiomas con aparente contenido empírico (E2Ax2, ya citado), encontramos en la Ética una serie de postulados como “el cuerpo humano puede padecer muchas mutaciones, sin dejar por ello de retener las impresiones o huellas de los objetos” (Eth:3post2), que se usan en el orden deductivo. En la carta 10, Spinoza aclara cuándo se debe apelar a la experiencia:

      Nosotros no necesitamos jamás la experiencia, excepto para aquellas cosas que no se pueden deducir de la definición de la cosa, como por ejemplo la existencia de los modos, ya que ésta no se puede derivar de la definición de la cosa. No es, pues, necesaria para aquellas cosas cuya existencia no se distingue de su esencia. (Ep10, 47)

      Mientras que la experiencia es inútil para el conocimiento de la Sustancia o los Atributos, sí debe utilizarse para conocer los modos particulares, las cosas finitas (véase Moreau, 1994, pp. 258-282 para una explicación del papel positivo de la experiencia). En efecto, muchos de los postulados y axiomas tomados de la experiencia son relativos al cuerpo y a la mente humana (2Ax2, 2Ax4, 3Post1, 3Post2 y los postulados que siguen a 2P13); ese modo finito a cuya felicidad está dedicado el libro. Así, pues, se puede rechazar de entrada la idea de que el orden geométrico revela un sistema absolutamente a priori.

      ¿Es la forma geométrica un rasgo superficial, estilístico, de la Ética? En la carta 15, a Meyer, y con relación al ya citado prefacio de este, Spinoza hace esta solicitud: “Quisiera que usted indicara que yo demuestro muchas cosas de modo distinto a como las demostró Descartes, no por corregir a Descartes, sino por mantener mejor mi propio orden y por no aumentar tanto el número de axiomas” (Ep, 15, 73 [cursivas agregadas]). El hecho de que Spinoza hable de un orden propio parece indicar que el orden geométrico busca “en realidad ser un espejo […] del orden de su propio pensamiento”10 (Doppelt, 2010, p. 20). También en el Tratado breve (escrito en prosa) hay una preocupación por conservar un orden deductivo, como muestra el siguiente pie de página introducido por Spinoza:

      Lo que aquí se dice del movimiento en la materia, no está dicho en serio, porque el autor aún piensa hallar su causa, como, en cierto sentido, ya lo ha hecho a posteriori. No obstante, esto puede quedar muy bien aquí, porque nada se funda en ello o depende de ello. (KV, I, 9, Adn1)

      Más allá de estas evidencias textuales, la filosofía de Spinoza pide un modo geométrico de exposición. Este pensador es determinista, por razones tanto ontológicas como metodológicas: en el Tratado teológico-político argumenta que si se afirman los milagros (es decir, quiebres en el orden de la naturaleza), “nada habrá en el mundo de que podamos estar seguros” (TTP, VI, 84). Si la naturaleza no se rige por doquier por leyes fijas, no es posible la ciencia; si se le atribuye una voluntad caprichosa a Dios, no habría causa “para que no pudiera cambiar ahora sus decretos acerca de las cosas creadas” (E1P33S2). O bien, hay razones que rigen el obrar del mundo y podemos descubrirlas, o la empresa del conocimiento es inútil. Ahora bien, este determinismo, tomado en conjunto con el axioma “el conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa y lo implica” (E1Ax4), conlleva un orden deductivo del conocimiento que corresponde al orden causal del universo.

      No solo busca Spinoza un universo regido plenamente por leyes, sino un universo uno, unitario. Esto es lo que Deleuze y Guattari (1993, p. 51) llaman el compromiso de Spinoza con la inmanencia, pero que resulta evidente también para académicos de la tradición anglosajona:

      Las obras de Spinoza […] son en pos de un propósito, […] reducir el universo a una totalidad unificada y uniforme gobernada por leyes universales e inmutables. Que los filósofos anteriores no hubieran alcanzado este propósito —que hubieran separado el universo en partes discontinuas al postular un Dios espiritual distinto del mundo material, y del mismo modo en el hombre un alma espiritual distinta de un cuerpo material […]— era un su opinión debido a una inconsistencia lógica por parte de dichos filósofos.11 (Wolfson, 1962, pp. 33-34)

      Para Wolfson (1962, p. 34), las tres herejías por las que Spinoza es expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam (que Dios es corpóreo, que no existen los ángeles, que alma y vida son idénticos) responden, todas, al radical monismo de Spinoza. Si se acepta este monismo así como el paralelismo entre las cosas y las ideas, y la postura de que toda la realidad deriva de la esencia de Dios, el uso de un orden deductivo sintético resulta requerido por la filosofía de Spinoza:

      El concepto de Dios de Spinoza sirve como el fundamento de la subsecuente construcción deductiva de todo su sistema filosófico. Este desarrollo descansa en dos pasos esenciales: el primero es la identificación de Dios con la Naturaleza (E1P14 y E1P15) y el segundo en la perfecta coincidencia del orden de las cosas y el orden de las ideas (E2P7). Los dos argumentos, por supuesto, están entretejidos: como la única substancia […] se puede considerar bajo el atributo de la extensión y bajo el atributo del pensamiento, se sigue que el orden y la conexión es el mismo en ambos casos. Consecuentemente, el mundo tiene una disposición ordenada, y puede ser conocido en principio. Como Dios es la causa inmanente de todas las cosas (E1P18), la deducción de la conexión sistemática de las cosas a partir de la naturaleza de Dios mediante el pensamiento racional no es un mero constructo conceptual, sino que reflejará el estado de cosas en la realidad.12 (Steenbakers, 2011, pp. 52-53)

      De hecho, de entrada, la elección del método geométrico implica la toma de una postura filosófica: soslayando el problema del Dios engañador, Spinoza supone (por el solo hecho de adoptar el orden geométrico) la verdad de las ideas claras y distintas, cosa que un pensador como Descartes considera necesario demostrar (Kaplan, 1998, pp. 23-24).

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