Cuéntamelo todo. Cambria Brockman

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Cuéntamelo todo - Cambria Brockman Ficción

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aclaré la garganta y comencé:

      —“¿Qué es la amistad? La división de la resaca, / la libre conversación del ultraje” —eché un vistazo a Hale. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho mientras se apoyaba contra la pared posterior, con expresión alentadora—. “Intercambio de vanidades y omisiones, / o de la amarga vergüenza de los auspicios”.

      Terminé de leer y cerré de golpe el libro entre mis manos. Observé cómo caían las hojas crujientes de un árbol rojo fuego al otro lado de la ventana. El olor a sidra y canela permanecía en el aire, y cada día se hacía más frío con la promesa del invierno. Todo era mejor cuando hacía frío. Café caliente, una larga carrera, una ducha caliente.

      —Un poema corto, pero una gran elección —dijo Hale, interrumpiendo mis pensamientos—. Un tema conveniente para que discutamos en clase de primer año.

      Se deslizó a través de los escritorios con paso relajado, sus Birkenstocks se arrastraron y los tablones de madera crujieron bajo su peso.

      —Puedes sentarte —me dijo, mientras caminaba. Sus ojos se encontraron con los míos.

      Cuando llegó al frente del aula, escribió en la pizarra: “AMISTAD”, ALEKSANDR PUSHKIN, con letra gruesa y pulcra.

      —¿Quién quiere decirme algo sobre estos versos? —preguntó al grupo—. Shannon —dijo en respuesta a la chica que sostenía la mano en alto, ansiosa y desesperada—, adelante.

      Shannon era siempre la primera en levantar la mano. Me alegraba que a ella le gustara hablar, así no tenía que hacerlo yo.

      —Creo que intenta expresar que la amistad es superficial —Shannon hizo una pausa—. También parece negativo al respecto.

      —¿Por qué superficial? —preguntó Hale.

      —Bien... —Shannon hizo una pausa de nuevo, mirando hacia su derecha. Siempre hacía eso cuando pensaba en voz alta—. Está cuestionando la idea de amistad al inicio del poema. La compara con una resaca, indeseable consecuencia de una increíble noche de juerga.

      Hubo algunas risas, y Hale continuó:

      —¿Algo más?

      —Hum, sí, parece aducir que la amistad no es tan buena como parece. Cómo después de enloquecer y pasar un buen rato, lo único que permanece es un dolor de cabeza. Parecía que lo estabas pasando muy bien porque habías estado bebiendo, cuando lo cierto es que el alcohol estaba engañando tu percepción de la realidad. Un amigo puede parecer genial al principio, pero luego, ¿lo será al día siguiente?

      Shannon parecía confundida mientras volvía a sentarse en su silla.

      —Piensas que Pushkin compara la amistad con una resaca. Bien, entiendo lo que dices, pero ¿qué pasa con el resto del poema? ¿Crees que renuncia por completo a la idea de amistad? ¿Tiene algún sentido tener amigos?

      Hale paseó la mirada por el grupo, en busca de iniciativa.

      —Es una visión tan pesimista. Parece frustrado —dijo alguien que se hallaba delante.

      —Sí, es como si pensara que toda amistad resulta falsa y sin sentido —respondió otra voz, una que reconocí.

      Amanda. Debía haberse cambiado a esta clase justo antes de la fecha límite de admisiones. Hicimos contacto visual, pero no me reconoció.

      —Eso tornaría las cosas deprimentes, ¿no lo crees? —preguntó Hale.

      Amanda sonrió, complacida consigo misma por haber hecho un comentario significativo.

      Unas cuantas risas y el aula volvió a sumirse en silencio. Hale me observó e hizo una pausa, nuestras miradas se encontraron. Sentí que una pizca de adrenalina aceleraba mi sangre. Apreté los dientes y sostuve su mirada, esperando que él rompiera el contacto visual primero.

      —Malin —dijo, sonriéndome, animándome—. ¿Qué piensas? Tú elegiste el poema, escuchemos ahora tu opinión de los versos.

      Mi opinión era que no me gustaba hablar en clase.

      Después de un largo momento, con todos los ojos fijos en mí, comencé:

      —Pushkin parece asegurar que la mayoría de las amistades son superficiales. Cree en la amistad genuina, sin embargo, aunque en escasas ocasiones se presente. Es en ésas en las que te mantienes, en las que resistes, y haces frente a la carga del otro. Si encuentras a esa persona, debes ser leal a ella, entonces, en respuesta, ella será leal a ti. Ésa es la verdadera amistad.

      Shannon se levantó de su asiento y su palma golpeó con fuerza sobre su escritorio.

      —Claro —dijo, como si algo hubiera encajado en su cerebro—. Un verdadero amigo estará ahí para ti en los peores momentos, y así es como sabes que es auténtico. Y el resto, como esas personas que están al margen de tu vida, al final no importan.

      Hale asintió en acuerdo, emocionado de haber motivado nuestro análisis.

      —Mantened esa idea en mente mientras naveguéis por la vida aquí en Hawthorne. Un verdadero amigo es un regalo. Esperemos que lo reconozcáis cuando lo encontréis.

      Pensé en Ruby y en cómo había empezado a llamarme su mejor amiga. Nadie me había llamado así antes.

      Eché un vistazo a mi reloj. Odiaba quedarme en clase más allá del tiempo asignado. Algunos estudiantes empezaron a recoger sus papeles y a cerrar sus ordenadores portátiles cuando, por el rabillo del ojo, vi una mano dispararse hacia arriba. Era Edison. Siempre era Edison. Tenía el estresante hábito de hacer una elaborada pregunta justo antes de que terminara la clase, lo que nos obligaba a mantenernos sentados, agobiados por la ansiedad, durante cinco minutos más, a veces diez. Luché contra el impulso de caminar hacia él y bajar su mano. Odiaba cuando las cosas se retrasaban. Me gustaba seguir un itinerario, que las cosas tuvieran un principio y un final definidos.

      —¿Edison? —preguntó Hale.

      Se escuchó un suspiro colectivo mientras toda la clase, y todas las chicas en específico, le lanzaban a Edison una mirada enfurecida. Vi algo, tal vez diversión, cruzar el rostro de Hale.

      —Entonces —comenzó Edison—, ¿éste es un tema común en la poesía rusa? ¿Hay otros poetas que debaten sobre la amistad y, si es así, no va esto en contra de los anticuados motivos tradicionales de la poesía rusa?

      Cuando la clase terminó realmente, diez minutos más tarde, nos habíamos dividido en equipos de tres con la instrucción de que nos reuniéramos durante el fin de semana para responder algunos puntos adicionales de discusión. Me horrorizaba el trabajo en equipo.

      Hale fue conformando en voz alta los equipos de estudio: Malin, Shannon, Amanda. Amanda. Uf. La había evitado tan efectivamente hasta ahora. Ambas dejamos que Shannon parloteara sobre una reunión en los sillones de la biblioteca, y acepté, impaciente por salir del aula.

      Guardé mis libros y mi portátil en el reducido espacio de mi mochila. Sentí a alguien de pie frente a mí, y levanté la mirada para encontrarme con Hale. De cerca, noté sus suaves rasgos faciales, el ligero bulto de su cuerpo. No era obeso, pero sí robusto. Tenía estatura media y un espeso cabello ondulado, con raya en el centro. Vestía una camisa verde

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