Cuéntamelo todo. Cambria Brockman
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Читать онлайн книгу Cuéntamelo todo - Cambria Brockman страница 9
—Bueno —intentó explicar él—, quiero ser cirujano. Estoy en el curso preparatorio para la escuela de medicina —se detuvo y miró a Max—. Igual que Max, aquí presente. Mis padres habrían preferido que me quedara en Abu Dabi y que consiguiera un trabajo para el gobierno, pero me dijeron que podía venir aquí, a Estados Unidos; a Maine, Minnesota o Alaska. Sólo los estados más fríos. Estoy bastante seguro de que piensan que me rendiré después de un semestre y regresaré a casa en cuanto empiece a nevar. Soy un hombre de clima cálido.
—Eso es genial —dijo Ruby—. Nunca he salido del país. Espero que no te moleste que te lo pregunte, pero tienes un aspecto tan...
—¿Del Medio Oriente? —preguntó Khaled.
—Sí —dijo Ruby.
—Asistí un tiempo a la ASL, donde cursé secundaria. Papá fue asignado allí unos años, de manera que crecí ahí también —explicó.
Ruby levantó su vaso y la cerveza se movió de lado a lado.
—Bueno, por la esperanza de que te quedes con nosotros y no tengas que regresar pronto a casa.
Khaled sonrió y levantó su vaso hacia el de ella.
—Salud.
John pasó junto a mí y me entregó la pelota.
—Las damas primero —dijo.
Miré la pelota de ping-pong sin estar muy segura de qué se suponía que debía hacer con ella. Levanté la mirada hacia Ruby, en busca de ayuda.
—Es cerveza-pong —susurró. Debo haber parecido aún más confundida, porque agregó en voz baja—: Debes lanzarla a uno de sus vasos, si cae dentro, ellos beben, y viceversa.
Resulté bastante buena en eso de lanzar pelotas a los vasos. A los cinco minutos, Ruby y yo estábamos ganando, y John y Khaled habían bebido alrededor de cinco vasos cada uno. Eructaban profusamente y sus movimientos eran cada vez más descuidados. John no dejaba de pasar su mano mojada por su cabello, que ya estaba erizado, y sus mechones rubios retozaban en diferentes direcciones.
—Nos estáis machacando —dijo Khaled, sacudiendo la cabeza con una sonrisa. No parecía importarle que estuvieran perdiendo.
Khaled se comportaba de manera despreocupada, lanzando sonrisas y chocando puños con quienes pasaban cerca de la mesa. Su felicidad era embriagadora. Me pregunté cuáles serían sus demonios, si es que tenía alguno. Sentía curiosidad por personas como él, que no cargaban nada sobre sus hombros.
Ruby y yo nos miramos y sonreímos, disfrutando de nuestra victoria, cuando sentí que alguien me abrazaba por detrás.
—Ahí estás —una voz pastosa: Gemma.
—Eh, niña —le dijo Ruby—. ¿Quieres jugar?
—Dios, no, estoy demasiado borracha —Gemma se movió entre nosotras y envolvió sus brazos alrededor de nuestras cinturas. John miró a Max, que nos estaba observando. Todavía no había hablado con nosotras, y su silencio resultaba intrigante e irritante a partes iguales. No estaba segura de si era tímido o si se pensaba superior a nosotras. John y Max comenzaron a hablar sobre algo, fútbol, supuse. John lanzó un vago insulto a un jugador, y Max murmuró en acuerdo, apoyado contra la pared.
—¿Alguien quiere hablar de críquet? ¿Algún interesado? —preguntó Khaled.
—¿De qué están hablando? —pregunté a Ruby. Ella comenzó a arreglar los vasos rojos de nuevo, vertiendo tres centímetros de cerveza en cada uno de ellos.
—Fútbol americano. Los Giants jugarán contra los 49ers mañana.
—¿Eres aficionada? —preguntó John.
Khaled fue el primero en lanzar y hundió la pelota en uno de los vasos de Ruby.
—De los Patriots hasta la muerte —respondió Ruby, cogiendo el vaso.
—Oh —dijo John—, ya no sé si podremos ser amigos.
Ruby se llevó la cerveza a los labios, ocultando una suave sonrisa.
—Déjame adivinar. Eres de un barrio pijo de Connecticut, llevas ropa J. Crew y Patagonia, y te estás especializando en Economía. ¿Eres de los Giants?
John le dedicó una sonrisa torcida.
—Has olvidado la casa en el viñedo.
Ruby tiró la pelota y la hundió en su vaso. Puso una mano en su cadera.
—Por supuesto. Ahora bebe.
—¿Críquet? ¿Hay alguien que le interese? Podría hablar de estadísticas todo el día —dijo Khaled.
—¡Oh, críquet! Mi padre ve... —comenzó a decir Gemma antes de que John la interrumpiera, como si ni siquiera hubiera notado que ella estaba hablando. Gemma desvió la mirada, obligada a tragarse su abatimiento.
—Eh, amigo, ahora estás en América, corta ya el rollo ese del críquet —dijo John, con tono ligero, burlándose.
Khaled se encogió de hombros.
—Como digas, colega, pero es el mejor deporte.
Gemma observó a John y Ruby interactuando con sus bromas de ida y vuelta. Parecía ansiosa por añadir algo sobre fútbol americano, atormentando su cerebro para que formulara algún comentario. Esperé que no lo hiciera.
—¿Así que tú debes ser una fanática de Brady? —le preguntó John a Ruby.
—¿Es ese tipo sexy? —preguntó Gemma. Apenas podía mantener los ojos abiertos.
—Sí. Y lo es incluso más en persona, y un buen tipo, además —dijo Ruby—. Fue a Dartmouth el año pasado para saludar al equipo de fútbol americano. ¿Y adivina quién se escabulló para estrechar su mano?
Tanto John como Max miraron a Ruby, impresionados con la chica que podía hablar de deportes.
Fútbol americano. No lo entendía. Pero seguí sonriendo, era importante que pareciera que me importaba, al menos un poco. Tomé un largo sorbo de la cerveza tibia. El alcohol hizo que sintiera un hormigueo en mi garganta.
—Es un pitcher, ¿verdad? —dijo Gemma. Tenía la cabeza apoyada contra mi pecho derecho, y sus ojos revoloteaban entreabiertos y cerrados. Estaba bastante borracha.
—Quarterback —le respondió Ruby rápidamente.
Luego miró a Gemma y me lanzó una mirada de preocupación, como si tuviéramos que recostarla. Intentamos llevarla hasta su cama, con sus pies arrastrando, y la colocamos de lado.
—En caso de que vomite —dijo Ruby.
Cogió un cubo de basura y lo puso en el suelo, junto a la cabeza de Gemma.
—¿Así que estuviste en Dartmouth antes de venir aquí? —pregunté, confundida por su comentario anterior.
Ruby