Guía literaria de Londres. Varios autores
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De Londres nada se sabía en el resto del mundo hasta que, en el año 60 d.C., la célebre Boudica, reina guerrera de los icenos, incendió y saqueó la ciudad. Los romanos le habían dado a Londres un nombre y poco más, pues el asentamiento estaba formado solo por unos almacenes y un fuerte. La ciudad carecía de baños o edificios públicos notables y, como es lógico, el Imperio apenas reparó en ella hasta que Boudica —quizá más conocida por su nombre latinizado, Boadicea— se lanzó sobre ella al frente de un ejército de cien mil britanos.
El texto que reproducimos es de Tácito, y con buen motivo. Aunque no fue testigo presencial de la revuelta de Boudica, era el historiador romano mejor informado sobre Londinium, pues su suegro, Agrícola, era tribuno en las islas cuando se produjo la rebelión.
Suetonio, sin embargo, no perdió la calma y viajó a través del territorio rebelde hasta Londinium. Esta pequeña ciudad no gozaba de la consideración de colonia romana, pero era un centro frecuentado por comerciantes y barcos mercantes. Suetonio dudó si escoger aquel lugar para plantar batalla. Al final, su inferioridad numérica —y el precio que tan claramente había pagado Petilio por su impaciencia— hizo que decidiera sacrificar la ciudad de Londinium para salvar la provincia entera. Sin conmoverse por los lamentos ni las súplicas, Suetonio dio la orden de ponerse en marcha. Se permitió a los habitantes que lo acompañaran, pero aquellos que se quedaron porque eran mujeres o ancianos o estaban demasiado ligados a aquel lugar fueron masacrados por el enemigo. La ciudad de Verulamium corrió la misma suerte.
Los nativos disfrutaban saqueando y no pensaban en otra cosa. Dejaban a un lado fuertes y cuarteles e iban allí donde el botín era mejor y estaba peor protegido. Se estima que murieron setenta mil ciudadanos y aliados locales en los lugares citados, pues los britanos no hacían ni vendían prisioneros ni practicaban intercambios de prisioneros de guerra. Les faltaba tiempo para cortar cuellos, colgar, quemar en la hoguera y crucificar, como si quisieran vengar por adelantado el castigo que se les impondría.
Londres, pues, estuvo a punto de ser destruida antes de que nadie, excepto unos pocos comerciantes, supiera de su existencia. Al final, Suetonio venció a Boudica. La tradición afirma que la batalla tuvo lugar cerca de la actual estación de King’s Cross, bajo cuyo andén número 10 se dice que está enterrada la propia reina de los icenos, pero los historiadores no avalan esta leyenda.
Es curioso saber que a raíz de la rebelión de Boudica el poderoso Imperio romano estuvo a punto de renunciar a la provincia de Britania. Fue un hispano, Séneca, quien convenció a Nerón de combatir a Boudica y mantener la presencia romana en las islas británicas. Séneca, que había sido tutor de Nerón y era su asesor, había invertido mucho dinero en Britania y se arriesgaba a perderlo si el Imperio se retiraba. Sin duda, la perspectiva de las pérdidas financieras debió potenciar la elocuencia del anciano estoico que, cabe recordarlo, además de ser filósofo y moralista, poseía una de las mayores fortunas de Roma.
Boadicea, grupo monumental en bronce obra de Thomas Thornycroft (1815-1885) que representa a la reina de los icenos en su carro de guerra, acompañada de sus dos hijas. Está ubicada en el extremo norte del puente de Westminster, muy cerca del célebre Big Ben. (© Aldaron)
De las cenizas del pequeño asentamiento nació un Londres romano mucho más próspero. Se construyó una basílica en lo que actualmente es Leadenhall Market, un fuerte en Cripplegate y un anfiteatro en Guildhall. Se pavimentaron las calles y se dispusieron en la clásica estructura romana en cuadrícula. Hacia el año 90 d.C. se construyó el primer puente permanente de Londres, hecho de madera. Ese puente estaba apenas unos metros al oeste del actual puente de la Torre.
Grafitis romanos y un poema sajón
Autores anónimos
Las primeras murallas de Londres, construidas entre 190 y 225, cerraban un área de solo 1,4 kilómetros cuadrados, más o menos la misma superficie del actual Hyde Park. La ciudad prosperó y al terminar el siglo i ya era la más poblada de Britania y se había hecho con la capitalidad de la provincia. El emperador Adriano la visitó en 122 y, quizá como consecuencia de la visita imperial, se empezó a construir una serie de grandes edificios públicos. Se alcanzaron los 60.000 habitantes y Londres disfrutó de las ventajas de la vida romana, entre ellas un mayor grado de alfabetización, lo que llevó a la aparición de los primeros grafitis de la ciudad, escritos en latín.
AUSTALIS LLEVA DOS SEMANAS
DESAPARECIENDO SOLO
(Rayado en una teja)
¡BASTA!
(Rayado en una teja)
LONDRES: EN LA PUERTA DE AL LADO DEL TEMPLO DE ISIS
(Rayado en una jarra)
A los espíritus de los difuntos: Flavio Agrícola, soldado de la Sexta legión, vivió 42 años, 10 días; Albia Faustina encargó esto para su simpar marido
(Lápida, encontrada en el área de Minories)
Ilustración de la lápida citada arriba, tomada del libro Illustrations of Roman London, de Charles Roach Smith, publicado en Londres en 1859.
GOTAS DE GAYO VALERIO AMANDO PARA LA VISIÓN BORROSA
(sello para tónico ocular)
¡VERGÜENZA!
(rayado bajo un garabato ilegible en una pared)
En el siglo iv Londinium fue rebautizada como Augusta, aunque al nuevo nombre no le acompañó la prosperidad. El imperio Romano se deshacía y en 410 retiró sus últimas dos legiones de Britania. Los sajones, que habían sido invitados como mercenarios para combatir a los pictos, se quedaron como conquistadores y, aunque en 516 el rey romanobritánico Arturo los derrotó en Mount Badon, hacia 550 Londres estaba plenamente bajo control sajón.
Pero a los sajones no les gustaban las ciudades y Londres desapareció durante la Edad Oscura. La ciudad romana quedó en ruinas mientras los sajones apacentaban sus rebaños entre sus murallas. Pensaban que aquellos edificios de piedra eran obra de gigantes y preferían mantenerse alejados de ellos. Por eso, construyeron otra ciudad, hecha de madera, barro y paja, a más de un kilómetro y medio del Londinium romano. La nueva ciudad se llamó Lundenwic y se originó en el lugar que actualmente ocupa Covent Garden. Wic era la palabra sajona que designaba «mercado». Hacia el siglo vii ese mercado le había otorgado a Inglaterra el prestigio suficiente como para que la misión cristiana en el país le concediera su propio obispo. Pero, como veremos, Londres no se mostró muy receptiva a los esfuerzos de Melito, el monje romano encargado de salvar su alma inmortal.
Londres rechaza el cristianismo
Historia ecclesiastica gentis Anglorum
Beda el Venerable
San Beda (672-735) fue un monje benedictino del monasterio de Saint Peter