La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez

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La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991 - Jorge Eliécer Guerra Vélez

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fabricaron y rehicieron cada vez que pudieron el régimen, buscando evitar que otras colectividades ideológico-políticas les disputasen sus privilegios. Es la acción de las organizaciones sociales y políticas de la izquierda la que ha alterado lo que se valoraba perenne, por ejemplo, estimulando el paso de un sistema bipartidista a uno pluripartidista. Sin que los partidos Liberal y Conservador se hayan extinto, y pese a que de sus entresijos prorrumpiesen formaciones bajo otras etiquetas que no solo reforzaron los caciquismos regionales y locales, sino que facilitaron el enraizamiento, de un lado, del uribismo y, del otro, de la parapolítica, las organizaciones de la izquierda legal y reformista son parte visible del paisaje político nacional. Quiérase o no, la opinión tiene conocimiento de ellas y de sus dirigentes; además, con certeza, siendo poco probable que se las equipare con las que representan al poder en plaza. De seguro aparecen, y asimismo se reclaman, como la única oposición; en términos precisos, son las que vienen contribuyendo poco a poco a una menor usanza de dicotomías como azules versus rojos, o bipartidismo versus terceras fuerzas, por aquella tan conveniente como izquierda versus derecha. Por otra parte, y por contados que sean sus triunfos electorales, la izquierda legal y reformista ha puesto en evidencia que la lucha armada que mantienen otras organizaciones inscritas en su propio campo difícilmente triunfará. No se enjuicia aquí si la reyerta de unas farc o un Ejército de Liberación Nacional (eln) contra el Estado colombiano es inerme o injustificada; algunas causas que aducen originar su accionar no han perdido validez, además en las zonas en que su presencia es fuerte siguen atendiéndose la presencia e inversión de los gobiernos, es como si el tiempo se hubiese detenido desde hace casi cincuenta años. Pero debe admitirse que las vías parlamentarias y electorales existen para resolver o dar trámite a las contradicciones sociales y políticas, es esa la garantía que ofrece la democracia; pues de impedirlo habría entonces que hablar de autocracia, o de la dictadura de la oligarquía, espoleada por sus propias organizaciones partidistas.

      Entrando en materia, a la primera parte de esta investigación se la ha denominado: “La Constitución de 1991, cigoñal de una fallida alternativa de izquierda”. Convéngase o no, la vida sociopolítica de Colombia experimentó un vuelco a raíz del proceso constitucional. Incluso organizaciones políticas que aún hoy desestiman el evento, incluyendo algunas de la izquierda, pueden sentirse transigidas toda vez que los constitucionalistas no proyectaron la participación en el régimen exclusivamente para aquellas fuerzas que suscribieron el pacto constitucional. Para nada se trata de hacer una tipología de las organizaciones armadas que, como el Movimiento 19 de Abril (m -19), el Ejército Popular de Liberación (epl) y la Corriente de Renovación Socialista (crs), abandonaron las armas, sino de describir los aspectos que pesaron en su decisión de entrar abiertamente en la escena política. Obviamente se propone una mirada respecto a la ocurrencia de un conflicto armado, que ni el enorme cambio legislativo contuvo, sobre los grupos mencionados, y claro está, se analizan los pormenores de la aparición, auge y ocaso de la Alianza Democrática m -19 (ad m -19).

      La segunda parte lleva el título: “La búsqueda de la paz, factor de afinidad de las izquierdas”. Ante la casi consunción de la izquierda legal y reformista en la arena electoral, la paz emerge como el vector que posibilita su resiliencia. El cotejo de la incidencia de la Carta Constitucional a escasos años de ratificada no sería el más alentador; profundización de un modelo neoliberal contenido en esta, proliferación de microcarteles del narcotráfico (contra dos o tres una década atrás), ascenso del paramilitarismo, corrupción propagada, expansión guerrillera, violación exacerbada de los derechos humanos, y un alud de movilizaciones sociales que en suma revelaron las contrariedades y el vacío en relación con opciones de tipo político partidista que pudiesen redirigir el rumbo del país. La desilusión entre una parte de la opinión que atendía la consumación del bipartidismo histórico, el cual se regeneró una vez más, fue la consecuencia del naufragio de la ad m -19. No obstante, este experimento dio pie a la emergencia de una infinidad de grupúsculos en los que no puede ignorarse la resistencia a abandonar ciertos ideales de izquierda ni la expectación de persistir en la construcción de formas de organización superiores, como un partido, un gran movimiento social o una federación política. El crédito afable arrogado a la Constitución, la cual debía transformar las reglas del juego político en un país en el que ni esta pudo ser una garantía certificada, ya que finalmente la realidad se impuso, pero también las crisis de representatividad en que se hallaban los partidos políticos y buena parte de las instituciones del Estado, como la comúnmente llamada de paradigmas, dejaron a la izquierda legal y reformista desacoplada, sin invención. Dada la confianza que sus militantes y simpatizantes depositaran en el futuro inmediato, esta entró en un estado de latencia, pero meramente momentáneo, ya que su actividad se concentró en esa otra esfera en la que también se presenta el juego político, distinta a la de las corporaciones públicas (Congreso, Asambleas, Concejos municipales…) o a la de los partidos políticos, la de los movimientos sociales.

      En efecto, al promediar los noventa algunos procesos zanganean entre la necesidad de convertirse en organizaciones con reconocimiento jurídico y el mantenimiento de la articulación a los movimientos sociales, y es esa concomitancia el cimiento de dos organizaciones que harán presencia en el ágora política entrando en el nuevo siglo. Pero la gestión en pro de la paz no las favorece únicamente, en un sentido inverso lo hace también para con una postura hostil a la manera como se realizó dicha faena; es en ese contexto que aparece un contrincante sin igual contra quien las organizaciones de izquierda estimaron urgente actuar en bloque, Álvaro Uribe Vélez. Dos fueron los desafíos que se les antepusieron: el uno, ofertarse a una opinión pública, que en cuestión de meses pasó del esmero por el entendimiento y la cordura a la exacción de una salida militar al conflicto, en tanto alternativas democráticas, sin relación, en la vanguardia o en tanto brazos políticos con estructura clandestina o armada alguna; el otro, convencerse de la urgencia de consolidar por fin el mayor proyecto partidista, orgánico y estable de su propio campo. Para mejor comprender estas dinámicas resulta indispensable hacer el análisis del movimiento social por la paz, en el marco de los diálogos entre el Gobierno Andrés Pastrana Arango y las farc. Se indaga por las incidencias de la Ley 130 de 1994, conocida también como Ley de Partidos Políticos, en el reencuentro de las fuerzas de izquierda, y se exponen aspectos que tocan a la transformación de los programas preciados del campo ideológico-político de la izquierda, y que en ocasiones son asumidos por líderes carismáticos que prosperarán como los outsiders, en oposición a los gamonales o notables regionales y locales. Se incluyen igualmente en esta segunda parte algunas reflexiones concernientes a Álvaro Uribe Vélez.

      La tercera parte se intitula: “El Polo Democrático Alternativo, convergencia de múltiples facciones. Un estudio de caso”. No es para menos la reflexión respecto al pda, toda vez que es la experiencia más completa y dinámica que ha tenido la izquierda legal y reformista en los últimos veinte años. Pese a sus sucesivas crisis, cada una de ellas pareciendo ser peor que la que le antecede, el pda ha logrado superar el primer lustro de su existencia. Al ofrecer los intríngulis de tal proceso, se busca aportar al mejor conocimiento de una organización que con sus querellas internas y la diversidad de perspectivas que la conforman tiene los atributos de un partido moderno. Como siempre, es ineludible abordar aspectos que pesarían en las decisiones y dinámicas internas como la reelección de Uribe Vélez, la Reforma Política del 2003 y el conflicto armado. Así, serán precisados los temas en torno a los cuales fuerzas diversas, conocidas como “tendencias”, logran entenderse, y se examinan los principales acuerdos y desacuerdos en el marco de sus dos primeros congresos nacionales. Se analiza el tema poco estudiado de los colectivos polistas en el exterior. Se aporta en la construcción de un perfil sociológico de sus dirigentes (lo que comprende sus proposiciones políticas) y de la que puede considerarse su base partidista. Además, se evalúan las dinámicas en que se inscribe su ascenso al poder local, preponderantemente en Bogotá, los bretes para posicionarse en el resto del país y su participación en el Congreso de la República; lo que va acompañado del escrutinio del comportamiento electoral desde su emergencia en el 2005, y claro está, se describen las golondrinadas que han realizado algunos miembros de su elite. De ahí que no sobren dos preguntas: ¿Hasta qué punto la base amorfa de la izquierda se organiza en razón de los intereses y lineamientos que esa elite adopta? ¿Ha alcanzado dicha base la madurez a partir de la cual

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