El Santuario de la Tierra. Sixto Paz Wells

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El Santuario de la Tierra - Sixto Paz Wells

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pie del Colcampata?

      –¡Así es hija! Eres una buena observadora. Probablemente estas puertas fueron hechas para colocar delante ídolos, o como entradas simbólicas a otra realidad.

      –¡Sí papá, para eso eran! La gente se ponía aquí y oraba, cantaba palabras mágicas que los transportaban a otros mundos y realidades.

      –¡Bueno hija! ¡Si tú lo dices!

      –Ven tú aquí papá y acompáñame. –El padre, después de pensarlo mucho, subió por las escaleras de piedra a una terraza rodeada de muros de piedras inmensas.

      –¡Ya estoy aquí hija! ¿Y ahora qué?

      –Ahora entra por la puerta ciega y pon tus manos y tu frente en el muro. Escucha lo que la piedra te dice y después canta algo.

      –¿Algo como qué?

      –¡Quizás una palabra inca! Ya no me acuerdo la palabra secreta que sabía por aquel entonces papá. Tú hazlo por favor.

      –¡Esta bien!... ¡Lo que hay que hacer por los hijos!

      Don José hizo lo que la niña le pedía, y de pronto comenzó a ver en su imaginación como se abría un túnel con una luz al final del mismo y se multiplicaban los murmullos de otro tiempo. Fue tan intenso que se retiró sorpresivamente del muro, como no queriendo reconocer delante de la niña que había tenido una extraña visión.

      –¡Vámonos hija, se está haciendo tarde!

      Bajaron juntos de las terrazas y se dirigieron al taxi que les había estado aguardando y regresaron a Cuzco.

      Al siguiente día fueron con un tour a la bellísima población cercana a Cuzco de Chincheros, un pueblo suspendido en el tiempo, donde si bien es cierto que se aprecia la superposición de las culturas, la europea sobre la andina, no es difícil imaginarse a la población en tiempos de los incas pues el patrón urbanístico de la población se ha mantenido. Si uno se fija con detenimiento, en los muros de las terrazas o andenes aparecen formas diversas, entre ellas una serpiente y en otra parte hasta un cáliz.

      Cuando caminaban por las calles subiendo unas escaleras, la niña se percató de que los escalones estaban llenos de petroglifos, grabados en la roca con forma de espirales a modo de serpientes.

      –¿Te has fijado papá en estas figuritas que hay en las piedras?

      –¡No, no me había dado cuenta hasta ahora que me lo has hecho ver!

      »Son petroglifos como espirales, símbolos de evolución y movimiento de la energía. Probablemente eran parte de un templo inca que fue desmantelado y las piedras de sus altares vinieron a parar aquí.

      Padre e hija terminaron de subir la escalera y llegaron a una plaza, al final de la cual había una iglesia de paredes blancas. Estaban entrando en ella cuando una anciana de pequeña estatura que llevaba en su espalda un pesado morral de tela multicolor, se acercó hasta la puerta y tomándole la mano a la niña le dijo:

      –¡Kutimunki, chayanpuy!

      –Disculpe señora, no entendemos el quechua –le aclaró don José a la viejecita.

      –La señora no le estaba hablando a usted, sino a la niña –dijo el sacristán que se asomó a la puerta. Era un hombre bajo y mestizo de unos cuarenta años.

      –¿Y qué significa lo que le ha dicho a mi hija?

      –Dijo: «Retornaste, volviste viajero ausente».

      –¿Y a qué se refiere?

      –La señora cree que la niña es alguien especial que según su tradición tenía que volver.

      Esperanza solo atinó a sonreír a la viejecita y a abrazarla. Ella se puso muy contenta como si se hubiese cumplido el gran deseo de su vida.

      En eso la anciana desató su morral y de él sacó cinco hojitas de la planta sagrada de la coca y las colocó en las manos de Esperanza como una ofrenda. Y, mirándola a los ojos, le dijo:

      –Puedo ver en tus ojos mamita al gran guerrero y príncipe. Sí, en tus ojos veo tu alma, y en tu alma tu misión.

      –¿Y cuál es mi misión abuelita?

      –Vienes a recordarnos lo que perdimos y como volver a ser lo que éramos.

      –Pero aún soy muy pequeña, y ahora soy mujer.

      –¡Ya crecerás! Y este es el tiempo de la mujer. Cuando tengas la edad adecuada serás la llave que unirá lo antiguo con lo moderno, lo pasado con el presente y el futuro. Ahora con tu presencia me has consolado porque te he visto y sé que todo está muy cerca.

      Don José no podía creer lo que estaba escuchando. La viejita besó la frente de Esperanza, armó su macuto que se colocó a la espalda y se marchó muy contenta.

      Padre e hija vieron alejarse a la inusual anciana. Ante la insistencia del sacristán pasaron dentro de la iglesia decorada con murales y centenarias pinturas coloniales. Mientras avanzaban miraban todo, desde el techo, con sus impresionantes artesonados, hasta las paredes con murales, llegando hasta la primera banca situada frente a un repujado altar atiborrado de esculturas de santos. En ese momento el sacristán comentó:

      –Sean bienvenidos. Esta iglesia es de 1607, y está dedicada a la virgen de Monserrat. Fue edificada sobre las bases de un antiguo palacio y un templo incas. Los murales son atribuidos a Diego Cusi Huaman y algunos de los cuadros que han visto en las paredes son del pintor indígena Francisco Chihuantito, de la escuela cusqueña, entre ellos el de la Virgen de Monserrat donde se puede apreciar a los ángeles aserrando una montaña.

      –Disculpe que interrumpa su gentil explicación turística, pero ¿por qué la anciana enfatizó ahí afuera que mi hija en el futuro iba a ser una llave? –preguntó bastante confundido don José.

      –¡No sé por qué pudo haber dicho eso la mamita! Pero lo de llave es un símbolo. En el mundo andino hay lugares que quedaron sellados después de la conquista y que son como «cápsulas de tiempo» que, llegado el momento, deberán ser abiertos para que fluya el conocimiento liberador que contienen. Y para abrir portales se requieren «llaves».

      –¿Qué tienen o de qué tenemos que liberarnos?

      –¡De la superstición y la ignorancia señor! No se confunda usted por verme aquí como sacristán de iglesia. Yo terminé de estudiar en la ciudad de Cuzco. Soy maestro titulado de escuela. Y tengo mi fe y mis creencias, pero sé en qué mundo vivo en la actualidad.

      –Disculpe maestro, pero eso que mencionó sobre la ignorancia ¿es algo retórico o pragmático?

      –El Universo funciona con una ley de gravedad que busca integrarlo todo y construir con las piezas la totalidad. Ese Universo está sujeto a ciclos. Nuestros antepasados eran gente muy pragmática y observadora: sabían que cada cierto tiempo todo se repite y las oportunidades vuelven.

      »La mamita que saludó a su hija está convencida de que en ella vio el cumplimiento de un ciclo, una pieza que unirá a otras, por lo que de aquí a unos pocos años ocurrirá

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