Historia de la Brujería. Francesc Cardona

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Historia de la Brujería - Francesc Cardona Colección Nueva Era

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Avellaneda en los valles del Roncal, Salazar, Aézcoa, Roncesvalles y la tierra septentrional de Pamplona con un total de más de cuatrocientos miembros, por lo que bien podría decirse que la infección brujeril del país era general.

      Nace el aquelarre

      Precisamente será en estas tierras vasco navarras en las que se utilice por primera vez la idea del demonio como macho cabrío: (akerr, en vascuence y larre, larra= prado) dando origen a la palabra aquelarre o akelarre = prado del macho cabrío, en donde tenían lugar las reuniones, sinónimo del sabbat, auténticas orgías sexuales para los inquisidores y las autoridades civiles en las que participaban promiscuamente hombres, mujeres y diablos que corrompían a mozas y hasta niñas. A los ojos de la Inquisición, los convocados al aquelarre siempre se trataban de sectas malvadas y juramentadas para hacer el mal sobre los seres humanos, animales y cosechas, con premio para los que realizaban más barbaridades y castigo para los que se escabullían de ellas. Sin embargo, es curioso que esta ofensiva se emprenda por los años en que el territorio navarro era anexionado a la monarquía de Carlos I, ¿no serían los acusados agramonteses, partidarios de los antiguos reyes de Navarra? Una vez más parece que política y religión se entrelazaron para la finalidad de los mandamases.

      La brujería como inversión del cristianismo

      El Tratado de las supersticiones y hechicerías de fray Martín de Castañega publicado en 1529 en Logroño y dedicado al obispo de Calahorra don Alonso de Castilla, representó el mejor alegato justificativo de que la brujería era la inversión del cristianismo. Su protagonista es la sorguiña, la bruja, nombre derivado del vasco sorguñ = sortilegio (en latín sors - sortis= suerte en castellano). Y el sufijo vasco egin = hacer (así pues, hacer sortilegios).

      Fray Martín justifica que haya más mujeres que hombres porque estas (¡menudo alegato machista!) “son compendio de todos los vicios y las viejas y pobres más aún si cabe, que las jóvenes y ricas” (¡bien por la división de las clases sociales!).

      Como cosa curiosa, admite que aunque una bruja puede salir en figura de pájaro, gato, zorro (o mejor gata y zorra, sobre todo esta última metamorfosis les venía perfecta) o de forma invisible de un lugar, nunca puede salir por puerta o ventana del tamaño menor que el que tenga el cuerpo que ha adoptado. Claro, porque sino quedarían encalladas. (¿Tan tontas eran que no hacían un previo cálculo antes de metamorfosearse?).

      Otra cuestión relevante es que junto a tanta credulidad, Castañega llegó a la conclusión de que las personas que afirmaban estar endemoniadas debían ser tratadas como enfermas, con remedios naturales.

      Reprobación de las supersticiones

      y hechicerías

      Publicado por el aragonés Pedro Sánchez Ciruelo (1470 - 1560), una especie de padre Feijoo de la época, donde se analizan muy detalladamente todas las artes mágicas, dedicada a las bruxas xorguinas, donde plantea la posibilidad del traslado mágico (eso el padre Feijoo no lo admitiría), pero también que la mayoría de las veces las bruxas quedan sometidas a una especie de letargo (provocado por los alucinógenos) durante el cual creen ser las protagonistas de las aventuras que cuentan luego.

      ¿Corrupción de menores?

      Ya bien entrado el s. XVI, la gente del lugar recitaba el siguiente estribillo: “Cerca de San Sebastián llevan niños a Satán”.

      Interrogados unos niños de diez años, confesaron que una tal Mari Chuloco que vivía en pasajes, aunque de origen francés, los engatusaba con promesas diciéndoles que se lo pasarían muy bien y les ofrecía golosinas hasta llevarles en presencia del mismísimo demonio. Quizás fuera el primer tipo de bruja pervertidora que iniciara a los muchachitos en los placeres prohibidos.

      Los mozalbetes añadieron que en el lugar de las reuniones había una gran multitud de mujeres y hombres (más de lo primero), todos iban con máscara y danzaban a la luz de unas velas de pez. A veces dejaban al cuidado de los niños unos extraños sapos.

      Uno de los chiquillos afirmó que cierta noche apareció de repente poco antes del amanecer una señora muy hermosa y muy bien vestida. Se trataba de la Virgen, que según la tradición legendaria salvó a la grey infantil volviéndola a sus familias ante la ira y consternación de las maléficas.

      La justicia por su mano

      A veces las autoridades civiles, ante la prudencia con la que se condujo la Inquisición en aquellas tierras forales en muchos casos, tomaron la justicia por su mano. Tal es el caso de las brujas de Cebeiro (cerca de Durango), cuyas acusaciones las gestaron, a lo largo del año 1555, unos aldeanos enemistados con otro grupo. Para ello se valieron de unas niñas inocentes a las que instigaron para que formularan gravísimos cargos. Llevó la voz cantante una tal Catalina de Guesala que tenía ocho años. En su declaración acusó de brujería a la facción contraria afirmando haber visto volar a las brujas y seguirlas por el mismo procedimiento del pringue, hasta el lugar de reunión en donde el demonio se presentó en forma de un caballo cornudo negro (animal más original que el cabrón, desde luego), danzaban y el demonio les daba a beber en una especie de cáliz de plata sus propios y amarguísimos orines (supongo que no actuaban como la pócima de la inmortalidad de Astérix) con lo que culminaba el desenfreno sexual.

      Sucedió que la parte acusada también tenía sus testimonios y la propia Catalina fue a su vez acusada de brujería. El más mal parado fue un tal Diego de Guinea quien se dijo que sangraba a los niños y les sorbía la sangre (¿vampirismo?).

      Entre delaciones por uno y otro lado, fueron presas en la cárcel de Bilbao veintiuna personas, de las cuales, solo cuatro eran hombres. Las mujeres fueron conducidas a una prisión a parte y fueron pasto de calumniadores que añadieron que se herían para que les chuparan la sangre (¿quién?).

      Curiosamente el Tribunal fue benévolo y las acusadas y acusados solo recibieron tormento. Con buen tino, los jueces se dieron cuenta que aquel proceso de las brujas de Cebeiro a bombo y platillo se había desencadenado por odios y envidias vecinales como tantas veces y en tantos casos suele suceder y desgraciadamente sucederá.

      Navarra

      Hacía pocos años que el antiguo Reino de Navarra había sido incorporado al que pronto se llamaría Imperio Compuesto Español, cuando en 1525 una experta en cazar brujos y brujas, que atendía por Graciana, realizó en Auritz una cuidadosa inspección entre más de cuatrocientas personas presentadas por el comisario Anton de Huarte y contó, separándolos del grupo, hasta diez brujas y dos brujos.

      La abuela de Graciana había sido bruja y condenada a la hoguera en Santesteban. Ante el peligro de seguir idéntico camino, Graciana se arrepintió y consintió en convertirse en delatora. Solo con mirar el ojo izquierdo de sus víctimas las identificaba por la señal en su párpado impresa.

      Los focos de Salazar y Burguete

      Aunque ya hacía tiempo que se hablaba de ello, hacia 1539 se ratifica que uno de los caminos para llegar a ser bruja es la herencia. Se descubren grupos importantes en Ochagavía y Esparza. En esta última localidad, la acusación salpicó al propio alcalde del que se dijo que presenciaba ceremonias brujeriles. Únicamente fue condenado a dos meses de destierro, porque entre el tribunal que los juzgó había quien no creía en patrañas brujescas.

      Solo aumentó el temor a las brujas cuando estalló una epidemia de viruela que se cebó, en especial, en los niños de la región, provocando muchas muertes. Entonces la dramática circunstancia excitó al vulgo contra las brujas.

      Burguete, cerca de Roncesvalles, fue presa de pánico hacia 1575, se decía que las brujas cabalgaban sueltas por la noche y se aparecían

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