Milagros. Euclides Eslava
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Así es nuestra contribución en las empresas de Dios: por mucho que hagamos, no deja de ser verdaderamente desproporcionado. Pero el Señor quiere que entreguemos nuestros cinco panes y los dos peces, aunque no sea nada, comparado con su Obra. Son tus planes, Señor, que a veces no entendemos. Nos haces partícipes de tu misión, a pesar de nuestra incapacidad, de la falta de medios; como dice el mismo Andrés: ¿qué son cinco panes y dos peces para alimentar a una multitud?
Sin embargo, nos lo pides todo. Cinco panes y dos peces, lo poco que valemos. No nos exiges que los vayamos a comprar, sino que los entreguemos, aunque implique el esfuerzo de buscar esa poca ayuda:
El Señor ha querido hacernos corredentores con Él. Por eso, para ayudarnos a comprender esta maravilla, mueve a los evangelistas a relatar tantos grandes prodigios. Él podía sacar el pan de donde le pareciera..., ¡pues, no! Busca la cooperación humana: necesita de un niño, de un muchacho, de unos trozos de pan y de unos peces. —Le hacemos falta tú y yo, ¡y es Dios! —Esto nos ha de urgir a ser generosos, en nuestra correspondencia a sus gracias. (F, n. 674)
Podemos hacer un poco de examen y mirar cómo ha sido nuestra respuesta a las exigencias divinas. No vaya a ser que tengamos reservado un pedazo de pan o un pez pequeño para nosotros mismos o para nuestros proyectos personales, desconfiando de la generosidad de Dios. El muchacho, que somos tú y yo en este pasaje, le entregó al Señor todo lo que tenía. Quizá era la previsión para la cena en su casa, pero tuvo la fe suficiente para entregarla al Maestro. No pensó en sí mismo, ni en sus planes: lo prioritario era ayudar, hacer de cirineo en ese momento para Jesús.
Señor, dinos ahora: ¿cuáles son esos panes y esos peces que Tú estás esperando que yo te entregue? ¿Cómo puedo ayudarte a tu misión de buen pastor en el mundo de hoy? Quizá nos pides que te demos el corazón, que no lo compartamos tanto, que no te dejemos las migas… O que empleemos nuestros mejores momentos para tus asuntos, o que sacrifiquemos un poco nuestras aficiones, nuestros planes personales, al servicio de los demás, etcétera. Pregúntale tú concretamente qué panes te está pidiendo, cuáles peces puedes darle.
Viene a la mente, por contraste, el famoso poema de Tagore (1986) sobre la restitución que hace Dios a la generosidad del hombre:
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