Capitalismo gore. Saya Valencia
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Ante la precarización extrema y el descuido de los gobiernos y de las empresas hacia el campo —un sector productivo que no reporta beneficios rápidos ni elevados— surgen por lo menos dos consecuencias notables. Por un lado, la masiva migración del campo a las ciudades que descompensa al sistema y lo vuelve inviable a medio y largo plazo, lo cual hace que crezca la clase precaria, que desarraigada, ya no puede englobarse en la categoría de pobreza ya que:
Hasta hace poco la pobreza describía a grupos sociales tradicionalmente estables e identificables, que conseguían subsistir gracias a las solidaridades vecinales. Esa época ha pasado, las poblaciones invalidadas de la sociedad postindustrial no constituyen, hablando con propiedad, una clase social determinada. El paisaje de la exclusión hipermoderna se presenta como una nebulosa sin cohesión de situaciones y recorridos particulares. En esta constelación de dimensiones plurales no hay ni consciencia de clase, ni solidaridad de grupo, ni destino común, sino trayectorias e historias personales muy diferentes. Víctimas de descalificación o invalidación social, de situaciones y dificultades individuales, los nuevos desafiliados aparecen en una sociedad que, por ser brutalmente desigualitaria, también es hiperindividualista al mismo tiempo o, dicho de otro modo, se ha liberado del marco cultural y social de las clases tradicionales.13
Esta liberación de las clases tradicionales crea mayor dificultad para lograr una socialización y cohesión reales y, por tanto, obstaculiza una resistencia crítica y efectiva. Por otro lado, el hecho de que, actualmente, el narcotráfico sea un factor sobradamente potente que dispone de los elementos suficientes (tanto económicos como políticos) para oponerse al Estado, ofrecer puestos de trabajo y revalorizar el campo, hace que este se convierta en una opción de trabajo terriblemente tentadora y rentable.
La desafiliación social y la oferta de trabajo criminal al alza hacen que la reinterpretación del trabajo esté completamente alejada de los sistemas éticos y humanistas, tanto por el lado de las empresas como por el lado de la economía ilegal.
Dos ejemplos claros de esta ruptura con los pactos ético y humanista son: por un lado, en el marco de la economía legal, la privatización y comercialización que hace la industria farmacéutica de ciertos fármacos que podrían salvar millones de vidas; dicha industria antepone el beneficio económico antes que respetar el derecho humano de preservar la vida. Por el otro, en el marco de la economía ilegal, están las organizaciones criminales, quienes en la misma lógica empresarial de las empresas legales, busca la mayor rentabilidad obviando los costes humanos. Beneficiándose además de la rentabilidad simbólica y material que genera la espectacularización de la violencia. En concreto, el narcotráfico reinterpreta el concepto de trabajo, dado que lo enlaza con transversales como hiperconsumismo y reafirmación individual, al mismo tiempo que preserva su obediencia a las demandas de género hechas a los varones, cristalizadas por medio del trabajo.
El narcotráfico hunde su raíces en la revalorización del campo14 como materia prima para elaborar su producto, al mismo tiempo que está impregnado de la educación consumista que le lleva a hacer uso de la violencia como herramienta para satisfacer sus necesidades de consumo como para afirmarse como sujeto pertinente, en tanto que participa de un nivel adquisitivo que legitima su existencia y lo transforma en un sujeto económicamente aceptable y lo reafirma en las narrativas del género que posicionan a los varones como machos proveedores y refuerzan su virilidad a través del ejercicio activo de la violencia. Es decir, en un sujeto aceptable, tanto económica como socialmente, porque participa de las lógicas de la economía contemporánea como hiperconsumidor pudiente. Sin embargo, esta participación se hace desde el lado oscuro de la economía, lo cual es juzgado por los Estados desde presupuestos financieros. De ahí que lo conciban como enemigo dada su evasión de impuestos; hecho que desencadena cuantiosas pérdidas económicas para el sistema capitalista.
La economía del narcotráfico reinterpreta al mercado, a las herramientas de trabajo, al concepto mismo de trabajo y, de una forma fundamental, a la revalorización del campo, como lo explica Lorena Mancilla:
Recuerdo que los marxistas siempre buscaban vincular sin éxito a la lucha urbana con la lucha campesina, sin embargo ahora el narco [los cárteles de droga] produce un fenómeno de guerrilla urbana bien organizada que tiene centros de entrenamiento (ayer encontraron uno en el sótano de una casa en Tijuana), están armados, tienen fortalezas disfrazadas de casas en puntos estratégicos, pueden sostener una lucha a tiros de tres horas contra el ejército, la policía estatal, la federal y la municipal. Todo ello es consecuencia de una lucha campesina, porque la droga se produce en el campo. Es interesante porque estamos hablando de una rebelión campesina que tiene como consecuencia una guerrilla urbana. Otra cosa interesante es que por lo regular este tipo de movimientos se dan en una sola región del mundo, o en un solo país, pero en este caso se trata de un fenómeno que incluye a los países productores, a los de tránsito y a los de consumo. Hablamos de una revolución internacional (quizá intercontinental) desorganizada, sin teóricos que la escriban, sin héroes, sin banderas, sin manifestaciones, sin uniformes, sin historias heroicas de barquitos que llegan a playas inhóspitas, sin ideales, una revolución con fines puramente económicos, musicalizada por los tartamudeos de las armas automáticas y por los corridos norteños que recuerdan personajes y batallas.15
Resulta interesante que dicha reflexión nos lleve a pensar que el fenómeno de la violencia vinculada al narcotráfico reinterprete la lucha de clases y conduzca a un postcolonialismo in extremis, es decir, recolonizado a través del hiperconsumismo y la frustración —resultado de las condiciones económicas que dominan el mundo actual— y que en dicha lucha se hayan eliminado los intermediarios, dejando paso sólo a los sujetos endriagos que actúan, de forma radical e ilegítima para autoafirmarse.
Así, es importante destacar que la genealogía del capitalismo gore nace y se sustenta en procesos iniciados en las potencias económicas mundiales y sus exigencias para todo el mundo. El capitalismo gore es consecuencia directa del devenir del capitalismo primermundista, derivado en globalización, cuyas prácticas son difíciles de teorizar porque resultan frontales en un mundo que se rige y crea realidad discursiva con las características del mercado financiero global: lo fluido, lo eufemístico, lo diferido, lo espectral, al mismo tiempo que «la sociedad de hiperconsumo se caracteriza por una escalada de búsquedas de experiencias comerciales que emocionen y distraigan, también es contemporánea del sufrimiento del casi nada y del miedo al cada vez menos.»16
Las lógicas y derivas económicas de este tipo de capitalismo hacen que resulte filosóficamente pertinente un análisis del mismo y de su impacto en la creación de una epistemología mundial en cuanto a búsqueda de sentido y producción de narrativas o giros discursivos que crean categorías de pensamiento. El capitalismo, a través de la implantación del hiperconsumismo, como única lógica de relación en el horizonte, tanto material como epistemológico, crea una neo-ontología en cuyo fin subyace el replanteamiento de las preguntas fundamentales del sujeto: ¿quién soy?, ¿cuál es el sentido de mi existencia?, ¿qué lugar ocupo en el mundo?, ¿por qué?, respondiéndolas desde la obsesión consumista que se conjuga con la exigencia antropológica del Hacer.
Así se da paso a la integración de estas lógicas de consumo-acción como algo que no se confronta ni intenta eliminarse, sino que se hibrida y naturaliza, permitiendo de esta manera la incardinación de éstas en nuestros cuerpos. La asimilación de este proceso deviene un fenómeno que podríamos denominar como biomercado.
También es pertinente que nos preguntemos: ¿Cómo llega a convertirse la violencia extrema, el género, la muerte y la tanatopolítica, en un nuevo tipo de capitalismo de una fiereza frontal que no pide disculpas? ¿Cómo estos sujetos endriagos han decidido participar del mercado mundial y se han empoderado dentro de una economía criminal paralela y sustentada por la economía formal? ¿Cómo han adoptado los sujetos endriagos por cierta competencia individualista, hecha de activismo brutal, de desafío, de puesta en peligro?17 Estas preguntas tienen sus respuestas en