Capitalismo gore. Saya Valencia
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Consideramos también que el devenir gore del capitalismo no es una cuestión aislada, sino que abarca al capitalismo entero. Por lo cual es necesario abordarlo desde una visión de conjunto, que englobe a dicho fenómeno y analice el problema desde diversos ángulos.
En primera instancia es importante poner de relieve que el capitalismo, además de ser un sistema de producción, ha devenido una construcción cultural. Es importante evidenciar este hecho, ya que mediante nuestras reflexiones no nos referiremos únicamente a la economía sino también a sus efectos como construcción cultural biointegrada.
El capitalismo de consumo no nació automáticamente con las técnicas industriales capaces de producir mercancías estandarizadas en grandes series. Es también una construcción cultural y social que requirió por igual de la educación de los consumidores y del espíritu visionario de los empresarios creativos, la mano visible de los directivos.3
Si bien es cierto que el devenir del capitalismo es histórico y ha sido teorizado desde distintas perspectivas económicas, sociales y ahora, incluso, virtuales, también lo es que existe una fisura en el seguimiento que se hace de éste en las últimas décadas donde se ha desbordado de los confines teoréticos para convertirse en realidad pura, palpable y extremadamente cercana en el espacio y en el tiempo, por tanto, difícil de teorizar.
Dada la dificultad que conlleva crear genealogías para un fenómeno y un término que designen la realidad contemporánea, nos vemos en el compromiso de recurrir a una genealogía temporalmente prestada para poner las boyas pertinentes en el océano del discurso sobre el capitalismo gore.
Así, siguiendo a Beatriz Preciado, pondremos la primera boya en los años conocidos como postfordismo, estos años que siguen a la crisis energética y a la caída de las cadenas de montaje, en los cuales se inicia la búsqueda de «… nuevos sectores portadores de las transformaciones de la economía global. Se hablará así de las industrias bioquímicas, electrónicas, informáticas o de la comunicación como nuevos soportes industriales del capitalismo.»4 A partir de ahí Preciado señala, pertinentemente, la insuficiencia teórico-conceptual-explicativa que existe en estos discursos para explicar la producción del valor y de la vida en la sociedad actual.
«Es preciso elaborar un nuevo concepto filosófico equivalente en el dominio [gore] al concepto de fuerza de trabajo en el dominio de la economía clásica,»5 En el capitalismo gore, la fuerza de trabajo se sustituye por medio de practicas gore, entendidas como el ejercicio sistemático y repetido de la violencia mas explícita para producir capital.
Preciado dibuja también «una cronología de las transformaciones de la producción industrial del último siglo desde el punto de vista del que se convertirá progresivamente en el negocio del nuevo milenio: la gestión política del cuerpo, del sexo y de la sexualidad»6 y agregamos: la gestión de la violencia desde los medios autorizados para ello (el Estado) y los desautorizados; es decir, desde los Otros que se hacen con el poder de gestionar, por medio de la aplicación de violencia en los cuerpos de distintos individuos, sin pertenecer al sistema legitimo de gestión de estos medios y acciones generadores de capital.
Adyacente a estas nuevas búsquedas de transformación de la economía global, inicia el trazado de una fina línea para el florecimiento y establecimiento del capitalismo gore.
Este proceso se empieza a concebir a través de la confluencia de varios fenómenos, tales como: la subversión de los procesos tradicionales para generar capital, el acrecentamiento del desprecio hacia la condición obrera y hacia la cultura laboral, el rechazo a la política y el crecimiento del número de los desfavorecidos, tanto en los cinturones periféricos de las grandes urbes económicas como en el Tercer Mundo.
Dichos fenómenos aunados a la creciente socialización por el consumo —como única vía de mantener vínculos sociales— y al hecho de que «las presiones y las actitudes consumistas no se detienen en las fronteras de la pobreza y hoy se extienden por todas las capas sociales, incluidas las que viven de la seguridad social;»7 así como la desculpabilización, la trivialización [y la heroificación] de la delincuencia [tanto] en las zonas sociales de exclusión,8 como a través del bombardeo televisivo, el ocio, la violencia decorativa y el biomercado. Nos conducen a la ejecución de prácticas gore como algo lógico y legitimo dentro del desarrollo de la sociedad hiperconsumista. La violencia y las prácticas delictivas no son concebidas ya como una vía éticamente distópica, sino como estrategias al alcance de tod@s para gestionar el uso de la violencia, entendida como herramienta, para hacerse con el dinero que les permitirá costearse tanto bienes comerciales como valoración social.
El concepto tradicional de trabajo se desmantela, y con ello, se ve amenazado el cumplimiento de la demanda masculinista del macho proveedor,9 ya que trabajar precariamente es considerado una deshonra, como lo argumenta Roberto Saviano:
… trabajar como aprendiz de camarero o en una obra [entre los jóvenes de los barrios desfavorecidos de Nápoles] es como una deshonra. Además de los eternos motivos habituales —trabajo clandestino, fiestas y baja por enfermedad no remuneradas, diez horas de media diarias—, no tienes esperanzas de poder mejorar tu situación. El Sistema10 al menos ofrece la ilusión de que el esfuerzo sea reconocido, de que haya posibilidades de hacer carrera. Un afiliado nunca será considerado como un aprendiz, las chavalas nunca pensarán que las corteja un fracasado.11
Es precisamente este entramado el que permitirá que, posteriormente, el capitalismo gore (aunque no con este nombre) se vuelva indisociable, como lo es a día de hoy, de las prácticas gore que son parte del proceso de producción de capital y que tienen sus raíces en la educación consumista de la sociedad del hiperconsumo, la desregulación tanto económica como social y la división sexual del trabajo.12
Con esto no afirmamos que el uso y abuso de la violencia como estrategia para conseguir el enriquecimiento rápido no haya existido en otras épocas sino que lo que buscamos dejar claro es que este hecho se recrudece a partir de la caída en crisis de los grandes ejes económicos, conocidos como Primer Mundo (o potencias económicas mundiales). Esta descompensación en los ejes en los cuales se detenta el Poder, crea un onda de efecto anti-doppler, una onda expansiva que afecta de forma directa a los territorios más alejados de estos centros conocidos como Tercer Mundo; sin embargo, este efecto se deja sentir inmediatamente en los centros, pero las respuestas desde las últimas ondas, que llegan de los territorios más alejados, se están dejando sentir actualmente no como un fenómeno espontáneo sino como una respuesta directa a la crisis postfordista, tan olvidada ya en el centro pero que aún muestra sus efectos en otros puntos del planeta, en los cuales las crisis han sido acumulativas y las respuestas a éstas han creado dinámicas económicas y sociales tales como el capitalismo gore.
Las reacciones del Tercer Mundo frente a las exigencias del orden económico actual conducen a la creación de un orden subyacente que hace de la violencia un arma de producción y la globaliza. De esta manera, el capitalismo gore podría ser entendido como una lucha intercontinental de postcolonialismo extremo y recolonizado a través de los deseos de consumo, autoafirmación y empoderamiento.
La forma lógica de explicar estas derivas económicas que crean sujetos y acciones distópicas (en adelante sujetos endriagos y prácticas gore) no es a través de la vía moral, sino por medio de la revisión de los fenómenos que reinterpretan y dinamitan los postulados humanistas que tenían valía en un mundo estructurado socialmente bajo el discurso del sistema benefactor y no en el mundo contemporáneo basado en la dictadura del hiperconsumo.