Mensajes para los jóvenes. Elena G. de White

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Mensajes para los jóvenes - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

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preparados para valernos de su bondad y espíritu servicial, y para recibir las bendiciones que se nos ofrecen.

      Al vivir así en comunión con él, nos fortalecemos en su fuerza, nos hacemos una ayuda y bendición para los que nos rodean.

      Si tan sólo hiciéramos lo que el Señor desea que hagamos, nuestro corazón llegaría a ser como un arpa sagrada, cada una de cuyas cuerdas cantaría alabanza y gratitud al Redentor enviado por Dios para quitar el pecado del mundo...

       Contemplar su gloria

      Cuando las tentaciones los asalten, como ciertamente ocurrirá; cuando la preocupación y la perplejidad los rodeen; cuando, desanimados y angustiados, estén a punto de entregarse a la desesperación; miren, oh miren hacia donde vieron con el ojo de la fe por última vez la luz, y la oscuridad que los rodea se disipará a causa del brillo de su gloria.

      Cuando el pecado luche por enseñorearse del ser y abrume la conciencia, cuando la incredulidad nuble la mente, acudan al Salvador. Su gracia es suficiente para dominar el pecado. Él nos perdonará y nos hará gozosos en Dios...

       Gozo mediante el arrepentimiento

      Las condiciones para la salvación del hombre han sido ordenadas por Dios. La humillación de sí mismo y el llevar la cruz son los medios por los cuales el pecador arrepentido encuentra paz y consuelo. El pensamiento de que Jesús se sometió a una humillación y un sacrificio que el hombre nunca será llamado a soportar, debería acallar toda voz murmuradora. Al arrepentirse el pecador sinceramente ante Dios por la transgresión de su ley, y al ejercer fe en Jesucristo como Redentor y Abogado, experimenta el más dulce gozo (The Signs of the Times, 4 de marzo de 1880).

      43 Isaías 13:12, RV 1960.

      29

      La vida victoriosa

      Satanás trata de apartar nuestra mente del poderoso Ayudador para inducirnos a pensar en la degeneración de nuestro ser. Pero aunque Jesús ve la culpa del pasado, pronuncia palabras de perdón, y no debemos deshonrarlo dudando de su amor. El sentimiento de culpa debe quedar al pie de la cruz; si no lo hacemos, envenenará las fuentes de la vida. Cuando Satanás profiera sus amenazas, apártese de ellas y consuele su espíritu con la promesa de Dios. La nube puede ser oscura, pero cuando la llena la luz del cielo, refulge con el resplandor del oro, porque la gloria de Dios descansa sobre ella.

      Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el corazón de Cristo, porque él les ha dado pruebas evidentes de su amor. Quiere que se afirmen, fortalezcan y cimenten en la santísima fe. Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces su corazón será como un arpa sagrada en las manos divinas, cada una de cuyas cuerdas emitirá alabanza y acción de gracias hacia quien Dios ha enviado para quitar los pecados del mundo.

      El amor de Cristo por sus hijos es a la vez tierno y firme. Y es más fuerte que la muerte, porque murió para obtener nuestra salvación y para unirnos con él, mística y eternamente. Tan fuerte es su amor que maneja todos sus poderes y emplea los vastos recursos del cielo para beneficiar a su pueblo. En él no hay mudanza ni sombra de variación; el mismo ayer, hoy y por los siglos. Aunque el pecado ha existido por siglos, y ha tratado de contrarrestar ese amor e impedir que se derrame sobre la Tierra, sigue fluyendo en raudales abundantes hacia aquellos por los cuales Cristo murió (Testimonios para los ministros, pp. 518, 519).

       La influencia dominante

      Recuerden que en su vida la religión no es simplemente una influencia entre otras; ha de ser la influencia que domine todas las demás (Consejos para los maestros, pp. 472, 473).

      44 Marcos 9:24.

      45 Efesios 1:3.

      30

      Fe viviente

      Muchos de los que buscan sinceramente la santidad de corazón y la pureza de vida, parecen perplejos y desanimados. Están constantemente observándose y lamentando su falta de fe; y como no tienen fe, creen que no pueden reclamar la bendición de Dios. Estas personas confunden el sentimiento con la fe. Miran por encima de la sencillez de la verdadera fe y así acarrean gran oscuridad a su vida. Deberían apartar la mente de sí mismos, espaciarse en la misericordia y la bondad de Dios y hacer un recuento de sus promesas, y luego creer simplemente que él cumplirá su palabra.

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